Claro que hay dificultades, y no pocas! Las hay de tipo personal y otras son de carácter general, cuya amplitud puede ser muy variable de acuerdo con las características de cada persona. Cuando se contempla una manifestación que discurre por las calles de una ciudad cualquiera, convocadas a raíz de un determinado hecho, siempre me he preguntado si piensan lo mismo cada una de las personas que la integran. Dada mi edad he podido presenciar muchas manifestaciones en diversos lugares y siempre me he hecho esa pregunta; la contestación ha sido siempre la misma, que cada una de esas personas tienen sus propios sentimientos y capacidad personal de pensar y analizar los hechos de forma distinta aunque, naturalmente, haya diversas clases de aproximaciones.
El ser humano es libre y no pierde esa condición porque asista a una manifestación. Podrá coincidir, cada cual, en algún que otro matiz de lo que el conjunto quiere - o expresa de forma más o menos concreta en pancartas u otros medios de expresión - pero nunca en todo, a menos que pierda su personalidad y deje de ser una persona libre. La serenidad es fundamental para que la libertad del ser humano no se vea afectada negativamente. Por esa razón ha de procurarse que la serenidad no se pierda nunca, ni siquiera en las situaciones más difíciles o comprometidas Y por la misma razón se ha de poner el máximo cuidado en no motivar el nerviosismo creando ambientes confusos. Cada día se reciben noticias, de ambientes próximos y lejanos, en las que se señalan culpables y otras muchas en las que el alarmismo es patente.
Evidentemente, la sociedad está desequilibrada. Hay motivos más que sobrados para no estar satisfechos con muchas cosas y cuestiones que son motivadas por muy diversas causas. Es así la realidad y necesita que se rectifiquen muchas cosas para mejorar el nivel de vida en la sociedad, tanto moral como material. Pero esa mejora - hasta la eliminación total de la injusticia y el mal - ha de ser lograda manteniendo siempre la serenidad. No se lanzar a unos contra otros, sino tratar de que se acerquen y de que convivan en paz. El camino a seguir tiene sus dificultades, sin duda alguna, pero habrá que allanarlas con la mente y el corazón abiertos y no tratando de aplastarlas con la violencia, ni siquiera la verbal que a veces resulta muy agresiva aunque carente de los principios básicos que conducen a la unión.
La serenidad en la forma y especialmente en el fondo de cuanto se dice, de cuanto se informa, de cuanto juicio se hace llegar a los demás, cualquiera que sea su número, es fundamental para que la sociedad de personas libres - no lo olvidemos en ningún momento -se comporte con la corrección y el respeto que todos nos debemos entre sí. No nos ocultemos en la masa porque se pierde la personalidad - la de la libertad - y demos siempre nuestra opinión, nuestro saber y todo cuanto se pueda referir a cualquier cuestión a tratar y resolver, por los medios naturales de la inteligencia y del conocimiento a través del estudio sosegado y profundo de todo aquello que necesita corregirse, cambiar de orientación o eliminar. Para todo esto es fundamental, imprescindible, la serenidad, el buen juicio y amor a la libertad.
Porque duele mucho las dificultades graves que mucha gente está pasando, es necesario aplicarse a fondo a la solución de las cuestiones que las originan; pero hagámoslo todos con serenidad, con cariño a cada persona, sufriendo con cada una de ellas sus padecimientos. La serenidad no es olvido ni dejadez; es verdadero amor a la libertad.