Como ya se informó en este diario, a través de una crónica de José María Campos, quien asistió al acto en representación del Instituto de Estudios Ceutíes hace unas semanas que tuvo lugar en Madrid una reunión de miembros de la extinta Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto (del único que había hace cincuenta años, el denominado “Hispano Marroquí”, que estuvo en un viejo caserón situado tras el Casino Militar y a comienzos de los 50 fue trasladado, para inaugurar el edificio que actualmente ocupa el “Siete Colinas”), reunión en la cual se homenajeó a los Profesores José Fradejas, ya fallecido, y Carlos Posac, por su intensa y desinteresada colaboración en las actividades de aquella Asociación, de la que tuve el honor de ser el primer Presidente. No pude ir por razones de salud, y por ello perdí la ocasión de volver a estar con muchos ceutíes de pro que, por razón de sus trabajos, residen en la Península, así es que les remití unas líneas, a las que aludió José María Campos en su crónica, las cuales fueron leídas por Manuel Ramírez, Catedrático de Derecho Polìtico en Zaragoza y, en su día, gran Secretario de la Asociación. Como hay personas que pertenecieron a ella y siguen residiendo en Ceuta, las cuales me han transmitido su interés en el tema, transcribo a continuación el mensaje que envié:
“Yo tenía que estar ahí, con todos vosotros, asistiendo a los merecidos actos de homenaje a dos de nuestros más significados mentores. Uno, José Fradejas –Don José Fradejas- que ya nos dejó, pero que desde allá arriba estará viéndoos, y el otro, Carlos Posac –Don Carlos Posac- quien dándonos también su apoyo constante y desinteresado supo ganarse el respeto y el afecto de cuántos integrábamos la querida y desgraciadamente desaparecida Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto. A ellos, y asimismo al que desempeñó el cargo de Director del centro durante una época brillante de nuestras actividades, D. Juan Reyes –Don Juan de los Reyes Fernández- les debemos mucho, porque mucho fue lo que hicieron a favor de la Asociación.
Yo tenía que estar ahí, pero una maldita hernia discal severa (así dice el diagnóstico) me tiene bastante fastidiado y apenas me deja salir de casa. Dicen los médicos que por mi edad –ya son 78 años- no aconsejan la operación, que me aguante y que pierda peso. En eso estoy, y entre medicamentos y con 23 Kgs. menos parece que encuentro algún alivio.
Pero no es de mí de quien toca hablar, sino de nuestra Asociación y de quienes, desde el profesorado del Instituto, nos prestaron su gran colaboración. Ha pasado ya más de medio siglo desde que vivimos el nacimiento de aquella, así como sus primeros años de andadura. Visto todo desde esta distancia, parece imposible que con los escasos medios de que disponíamos llegase a alcanzar la altura cultural que consiguió. Teatro, cine-club, certámenes literarios –con José Fradejas en el jurado-, conciertos de piano de aquel gran Matute –Matutinski, según Manolo Ramírez-, conferencias de afamados dramaturgos y recitales poéticos, tertulias semanales, cursos de verano con presencia de destacadísimas figuras de prestigio internacional, la revista “Hacer”, guateques, baloncesto…
Y casi todo ello adobado por algo que en los últimos años se ha puesto de moda, pero que a nosotros ya nos acosaba por aquel entonces. Me refiero a la SGAE, la Sociedad General de Autores y Editores, que en la persona de D. Dámaso Arias, su representante en Ceuta, atosigaba de modo inmisericorde a la Asociación, sacándonos las pocas pesetas que, con tanto mimo, guardaba el Tesorero, Juan Manuel Bruzón. Él y yo somos de los pocos directivos que quedamos en esta tierra. Casi todos los demás participaron en la dolorosa diáspora de los mejores que sufre Ceuta. Ahí estáis, unidos otra vez por una tarea de juventud que dejó huella indeleble en nuestras vidas.
Por desgracia, la ingente labor desarrollada por la Asociación se ha perdido en la niebla de los tiempos. Pocos, poquísimos, son los que aquí la recuerdan. Artículos escritos por Ricardo Lacasa y por mí mismo en la prensa local no han servido para revitalizar la memoria de lo que llegamos a hacer. La gente está en otras cosas, y aquello parece que suena a algo muy pasado y poco digno de ser reconocido. ¡Que pena! Pero nosotros podemos estar satisfechos de cuánto logramos en beneficio de la cultura ceutí. Me viene a la memoria aquella visita oficial al General Galera, a la que tuve que ir con uniforme de soldado raso de Ingenieros. Para mí fue un trago, pero estuve allí porque así lo necesitaba la Asociación. Recuerdo que, al verme, el General comentó “este soldado tiene mucho pelo”. ¡Quien lo tuviese ahora!
No quisiera terminar sin dedicar unas palabras a aquel asiduo asistente a nuestros actos, D. Remo Renato Petitto, Conte de San Salvatore, Cónsul de Italia en Ceuta, hombre culto, que supo comprender la importancia de las actividades de la Asociación. Espero que, también allá arriba, siga sonando para él, con celestiales vibraciones, aquel “campanello per la notte” del que disponía la puerta del Consulado, en el Paseo de Las Palmeras. Y asimismo un emocionado recuerdo para los Presidentes que me sucedieron, Juan Díaz Fernández y Alfonso Sotelo Azorín. Que ambos descansen en paz.
Un fuerte y cariñoso abrazo para todos cuántos estáis ahí reunidos. Y para las damas, además, un beso”.