Los que de nuestra juventud tenemos la referencia del cuento de el Mago de Oz sentimos que en la actualidad nos encontramos tan perdidos en el mundo de la política como Dorothy y su fiel perro Totó. Nos gustaría encontrarnos a personajes de la talla del león, del hombre hojalata , o mismamente, del espantapájaros.
El león que buscaba el valor. El valor para simplemente decir la verdad. El valor para mejorar la realidad de todos. El de ser capaz de tocar a los intocables. El de ser capaz de ponerle el cascabel, esta vez no a un gatito, sino a un tigre hambriento de más de 200 kilos. El de enfrentarse no sólo a la oposición –que para eso están- sino a los elementos indeseables que suelen habitar todas las formaciones políticas. El de luchar contra sus propios miedos a no salir en la próxima foto, que siempre será preferible a terminar reos de sus propias promesas incumplidas.
El hombre de hojalata que buscaba un corazón. El mismo corazón que es necesario para sentir las necesidades en singular y no como simples miles que formen una estadística. El mismo corazón que hace falta, fuera de intereses personales, para conseguir a base de dialogo poner en marcha a todos antes de acudir al auxilio del Mago, llámese en este caso Estado; impidiendo que sea el propio Mago, llámese en este caso organismo supranacional, el que nos esté tirando constantemente de la oreja. El mismo corazón que dé el mismo trato y oportunidades a todos, desertando de enchufismos y nepotismos.
O de ese muñeco de paja, que buscando un cerebro lo llenaron de títulos, masters, diplomas… llevándolo a ser tan engreído que le lleva constantemente a hacer hincapié que el servicio público es algo mal pagado. Realmente debe estar bien pagado, pero no por esa razón, sino porque corremos el riesgo de sufrir los discursos brillantes de incombustibles charlatanes de feria, que a la hora de gobernar necesitan cuatro cohortes que le ayuden a aguantar el canuto mientras ellos intentan, a duras penas, hacer la “o”. Y que, no en pocas ocasiones, dichos asesores son más iletrados que el propio charlatán.
Por eso los que somos celosos amantes de nuestra intimidad, al no encontrarlos, decidimos en muchas ocasiones, sin tener chapines de rubíes, chocar tres veces nuestros talones repitiendo eso de: “Se está mejor en casa que ninguna otra parte”. Lo peor es que al despertar descubrimos que todo no ha sido un simple sueño, y que como hayas pasado demasiado tiempo dormido, este se ha convertido en una pesadilla real, tan real, que el camino del arco iris no existe, y que la bruja ha hecho de las suyas ayudando la omnipotente banca ha ejecutar la hipoteca de tu casa…