Hay un rincón en la Plaza de Ntra. Sra. de África donde se cosecha la entrega, el trabajo y el amor. Una esquina que no entiende de calendarios para la crianza de ilusiones, una entreplanta donde el poso de las ideas toma forma a base de constancia y dedicación. Un estudio de arquitectura que mira por sus ventanas a la plaza en la quietud del silencio, pero que guarda un caudal de sacrificio a una profesión no siempre recompensada. Sensaciones únicas de quien presta lo mejor de su oficio, ofreciendo y mezclando su tarea diaria con la mayor de sus pasiones. Pundonor de quien comienza las mañanas justo enfrente, allá donde se encuentra esa Virgen morena dueña de su bendita locura y que con baratillera costumbre reza ante de disponerse a esbozar un sinfín de proyectos. Proyectos que descansan en el cajón desastre de la creatividad no valorada en su justa medida y que se mezclan a partes iguales con sus quehaceres.
De quien les hablo no necesita aduladores, ni palmeros que lo acompañen, jamás buscó la fácil claridad del reconocimiento merecido, pues su ansia es otra, preponderando la satisfacción de honrar a la Reina del 5 de agosto por encima de entorchados maquillados de compromiso. Usted no se destacó jamás en el batallón de los dispensadores de ojana, aún sabiendo los perjuicios que muchas veces trae la verdad.
Sus pasiones se reúnen en torno al verde y al morado de una tarde de Martes Santo de Nazareno y Esperanza, una morada túnica de la Quinta cuando el tembloroso árbol de la cruz va descendiendo a Dios, allá a la vuelta por Doña Guiomar o en una cinta verde en el cañero, haciendo el camino con la hermandad del arrabal. Algunas de sus querencias no puede llevarlas al día, pero doy fe que en Sevilla lo tienen presente y llevan a gala conocer Ceuta gracias a usted.
Hoy, de nuevo se abrirán esas ventanas donde con tanto empeño se ha dejado el alma proyectando un camarín de amor para la Patrona y Madre, obra que contemplarán los siglos y escribirán con letras de oro los apellidos de su familia, deteniendo los relojes de la historia en una fecha.
Así, se mantendrá dicha efeméride en la casa de la dueña del bastón que cuenta legislaturas por centenares.
El joyero de plata llevará un año más a la Virgen de África, recorriendo cada esquina, repartiendo sentimientos chicotá tras chicotá, sin olvidarse que antes de abandonar la plaza recorrerá la calle de su prioste con residencia en la Gloria y luego pasará con suave mecida por el lugar donde se trazó un encargo hecho a base de cariño.
Sirva mi artículo de hoy como homenaje a una labor ejemplar, dedicatoria por su disposición infinita a Santa María de África y por su cualitativa aportación al mundo de las hermandades.
Si bien, usted sabe que mis letras impresas también fueron críticas cuando debieron serlo y mi bonhomía me impide enmascarar mi agudeza, cuestión que me acerca más, si cabe, a su forma de ser.
Permítame, Señor Francisco Pérez Buades que me descubra y sentencie diciéndole que con usted, créame, hay que entregar la cuchara.