Allá, en los lejanos años en que, llenos de infantil inocencia, íbamos al colegio, siempre surgía algún malhadado aguafiestas de los mayores que trataba de desengañarnos al deslizar en nuestros oídos la frase “¡Pero si los Reyes son los padres, tonto!”. Recuerdo que, cuando me tocó escucharla, no la quise creer. Los Reyes, para mí, eran Melchor, el de la barba blanca -mi preferido-, Gaspar, el de la barba rubia, y Baltasar, el negro. No obstante, me quedó ya la duda, una duda que amenazaba con romper mi ilusión. Durante al menor un par de años, cerré los ojos y preferí seguir esperando la silenciosa visita de los tres Magos de Oriente a mi casa, donde cada uno consumía un polvorón ,regado con una copita de anís, y nos dejaban juguetes. Eran años difíciles, de posguerra, pero se las ingeniaban para llenarme de alegría, aunque faltara ese tren eléctrico que siempre pedí y no pudieron dejarme, un tren que, por fin, me trajeron cuando ya tenía los treinta años más que cumplidos, gracias al tercer premio de un sorteo de juguetes organizado por “El Faro”.
Las cosas, sin embargo, han cambiado desde entonces. Mi hermano me comentaba cómo el aguafiestas de turno le había dicho a uno de sus nietos lo siguiente: “¡Pero si los Reyes son los abuelos, tonto!”. Ahora va a resultar que ya no son los padres, tan trabajadores ambos, sino los padres de los padres. Así van las cosas en estos tiempos.
Ignoro si estas líneas llegarán a ser leídas por algún chiquillo (o chiquilla, como se viene diciendo de modo redundante, dado el equivocado influjo del radical-feminismo). Si es así, quiero aclarar de una vez que los Reyes Magos siguen siendo Melchor, Gaspar y Baltasar, los cuales bajan del Cielo todos los años en la noche del 5 al 6 de enero para traer regalos, favorecidos con un extraordinario don de ubicuidad, pues para los de allá arriba nada es imposible.. Si por casualidad interviene alguna persona de las que habitan en la Tierra, lo hace porque así lo tienen dispuesto Sus Majestades y en calidad de meros delegados suyos. Pero ellos, y solo ellos, son los que, año tras año, vienen a visitar nuestros hogares las noches del día 5 de enero, con su fabulosa carga de ilusiones.
Y es que sin la anual visita de los Reyes Magos, quienes guiados por la estrella de Belén ofrecieron al Niño Jesús sus presentes como rey, como Dios y como hombre, no existiría esta festividad cristiana, tan plena de emociones y de recuerdos.
Felices Reyes a todos.