Nos hemos acostumbrado a que nos regalen el desayuno -o la cena -con noticias en que mujeres maltratadas por años, aguantando en silencio o en escapada de su cruel destino, terminan regando suelos con su sangre, sacrificadas vírgenes sin altares. Pero no creo que nos podamos acompasar, con la idea, de que los niños de estas mujeres, sean objeto de rencor y muerte y que sus pequeños cuerpos sean masacrados a la vida y ahogados o quemados vivos, por el ansia asesina y vengativa, de sus propios padres.
La niña que murió en Zarautz es testigo fiel de la desgracia humana, cárnica maleta de ida y vuelta , entre su madre rumana y su padre marroquí, objeto de malos tratos y discusiones, de vejaciones y palizas, que alguna también habrá- cuando poco- visto en primera fila y de algunas noches de duerme vela, en la chabola que habitaba su padre o de penitencia por bosques cercanos y bancos de madera, como cama improvisada. Triste destino el suyo, para alguien que podía haber sido cubierta de besos, apartada de ese hombre, que no saben si tuvo acción directa o indirecta con su muerte, pero que sí la tuvo con su miserable vida.
Tampoco el niño de Betanzos, que murió carbonizado en el interior del coche de su padre, es otra cosa que objeto de sentencias injustas, en las cuales los padres maltratadores y vengativos tienen en sus manos armas tan poderosas como son sus propios hijos, para visitarlos y secuestrarlos, para hacerles mal y proseguir la tortura de la que se les escapó de sus vidas y puso tierra por medio.
El niño de Betanzos no podrá volver a ver a sus abuelos y aunque su padre fuera a la cárcel de por vida, no le devolvería la suya, ni sus risas, ni sus pucheros, ni los primeros pasos, ni la entrada en el preescolar, ni los mohines en la puerta del colegio.
Tampoco la niña de Zarautz volverá a ver a su madre, ni escapará con ella a Rumania o a donde se fuera, para hiur del hombre que la maltrataba y que a punto estuvo de matarla, desnucándola y que aún disponía de papeles de visitas y custodias, para que la niña estuviera en su poder, sin que nadie entienda cómo una administración podía permitir que una criatura estuviera obligada a pasar una noche en una chabola o a la intemperie, cuando le tocaba visita a él.
Hay mucho papeles administrativos y judiciales , a los que darles vueltas en los juzgados y diría que eso me entristece, pero mentiría, me duele y me escuece el alma, me llena de dolor y de furia, porque no lo entiendo, me niego a entender, no que una persona que pega a una mujer, dé el salto de indignidad y mate a su hijo o hija, sino que esté en su poder, después de haberse demostrado su crueldad y malas entrañas.
No puedo entender cómo las administraciones que tanto lo miran todo, que nos vuelven locos con sus papelitos, en estos casos no hagan nada, para socorrer, no ya a la madre que huye, como los animales heridos de allí donde le han hecho daño, sino a unos críos que no tiene por qué estar, con quien hace tamaña ofensa y con tan malos modos.
En Zarautz dicen los servicios sociales que la niña estaba bien con su madre, pero ¿ y con su padre, también estaba bien? Y el crío de Betanzos ¿también estaba bien con su padre?
Lo siento, pero nunca entenderé al que causa mal, no ya a quien juró amar y respetar, sino a quien el único daño que le ha hecho es recordarle a aquella que se fue y a la que odia hasta la medula, no hay más que ver cómo se ensaña con su cría, dejándola amarada a su sujeción y prendiéndole fuego al coche o dejando que se ahogue o ahogándola él, muy poco les debe importar esa pequeña personita, aunque lleve la sangre de ellos.