Hay cosas que son conocidas por toda clase de gente; son cosas comunes, corrientes o de mayor importancia, que afectan a una sola persona o a toda una organización de seres humanos. Son cosas conocidas desde hace mucho tiempo, desde que el ser humano empezó a vivir junto a otros y tuvo necesidad de protegerse de algunos de ellos o de procurar su ayuda.
Desde entonces se conoció que hacía mucho daño - a veces irreparable - dejarse guiar por el que era incompetente, por el que no sabía nada - o muy poco - del terreno que pisaba y del camino a seguir para conquistar algo tan sumamente importante como la seguridad, la paz, la tranquilidad para el trabajo y para el descanso.
Ahora se repite, una vez más, el resultado de ese intento de gobernar sin conocimiento profundo de las cuestiones propias de un país, sin saber las reacciones lógicas que se producirían al tomar algunas decisiones que no eran las adecuadas, sin conocer - tan siquiera - los valores morales que son básicos en personas e instituciones.
Ahora, en estos momentos, se ha puesto en evidencia el grave daño que, por incompetencia de quienes tienen funciones de gobierno, se ha causado a la Guardia Civil; tanto a su imagen como a la confianza de sus componentes en quienes los mandan.
Siempre ha sido admirable la labor de la Guardia Civil, en cualquiera de los lugares en los que debía intervenir y vivir. Las condiciones atmosféricas y la dureza de los terrenos nunca fueron capaces de anularlos. El conocimiento y aprecio de su deber siempre les impulsó a cumplir fielmente sus obligaciones, aunque ello supusiera toda clase de sacrificios.
Esto, sin embargo, no ha sido tenido en cuenta por quienes estaban obligados a ello por razones de gobierno; por quienes debieron proveer a esos hombres y mujeres de todo lo necesario para poder llevar adelante su misión - muy especial y comprometida en muchos casos - y sin ofensiva estrechez para su vida familiar.
Una vez más se ha puesto de manifiesto el daño que causa la incompetencia, por medio de esas manifestaciones que han tenido lugar recientemente y debe procurarse que no vayan a mayores las consecuencias de las mismas.
Se ha hecho notar la prisa que se han dado los máximos dirigentes sindicales para ponerse al frente de la última de esas manifestaciones, para apropiarse de las mismas, y parece que todavía no acaban de darse cuenta del daño que eso puede suponer para un futuro nada lejano. No aparece, por ningún lado, el principio de eficacia que es el fundamental en la lógica militar, a pesar del carácter militar de la Guardia Civil, y ese principio debe ser aplicado sin tardanza si se quiere que en esa organización reine la satisfacción necesaria en su personal.
Se necesita una excelente ordenación para ese Cuerpo, con pleno conocimiento de todas sus características, objetivos y necesidades para conseguirlos. Nada debe dejarse sin solución eficaz, tanto en lo humano como en la dotación de equipos y medios de apoyo al completo. De no hacerse así peligrará, claramente, la importante misión confiada a la Guardia Civil. Es imprescindible una profunda reflexión, en el equipo de gobierno, para centrar la cuestión y proporcionar la solución correcta a esta situación. No caben términos medios y, para ello, deben ser conocidos con toda exactitud los defectos y la forma de hacerlos desaparecer urgentemente