Resulta sorprendente que en una ciudad como Ceuta, en la que son continuos los problemas de orden público que surgen en torno a ciertas barriadas, no se haya iniciado una reflexión profunda sobre las causas de esta grave conflictividad social. Para ello convendría que se dirigiera la mirada sobre lo que viene sucediendo en los suburbios franceses desde aquel fatídico octubre de 2005, en el que en una sola noche ardieron mil cuatrocientos vehículos por todo el país. Aquellos acontecimientos fueron analizados por Aléssi Dell´Umbria en libro que ha sido traducido al castellano con el título de “¿Chusma?” (Editorial Pepitas de Calabaza, 2009), haciendo alusión su título al calificativo que utilizó el actual Presidente de la República Francesa, Nicolás Zarkozy, para denominar a los participantes en las revueltas de 2005. Esta obra nos ha hecho entender algunos aspectos de lo que viene ocurriendo en los últimos años en barriadas ceutíes como el Príncipe Alfonso.
Según Dell´Umbria, los incendiarios de los suburbios franceses aspiraban con estos actos de insurrección a reconocerse entre sí, y buscaban un reconocimiento social por medio del escándalo, como forma negativa de la celebridad. La visión de este autor es especialmente valiosa, pues huye de análisis demasiado locales y busca causas más profundas a este tipo de conflictos. En su opinión “los jóvenes parados-de-por-vida y precarios que nacen y crecen en estas áreas de marginación no son el resultado de una injusticia particular, sino la condición de un país capitalista avanzado”. La diferencia con épocas anteriores es que tanto las instituciones, como los centros educativos, han perdido la credibilidad. “Con la extensión de la precariedad, los estudios ya no garantizaban la promoción social y, evidentemente, los jóvenes de origen inmigrante iban a ser los primeros en enterarse”.
Al mismo tiempo la dislocación de los valores tradicionales ha llevado a que “el dinero y éxito se convirtieran de forma descarada en lo único respetable y respetado. Los valores de la sociedad disciplinaria –el trabajo, el ahorro, la abnegación, la obediencia mecánica- pasaron a un segundo plano ante el dinero fácil de los especuladores y los traficantes. Desde finales de los años ochenta, el héroe positivo de los jóvenes de los suburbios pobres en Francia era un personaje cinematográfico: el Tony Montana de Scarface, tan brillantemente interpretado por Al Pacino. De una forma distinta, la tiranía de las marcas supuso que la iniciación al mundo de los adolescentes, de la que antes se encargaban el padre o el hermano mayor, corría en lo sucesivo a cuenta de la mercancía. Los valores de la sociedad mercantil se impusieron como único código cultural, y para quienes se encontraban en lo más bajo de la jerarquía social, la arrogancia, la falta de respeto y la chulería se convirtieron en norma”.
Desde nuestro punto de vista, la falta de esperanza en el futuro es clave para entender las conductas asociales de ciertos jóvenes. En Francia, como aquí en España, muchos jóvenes saben perfectamente lo que les espera. En palabras de Dell`Umbria, “cuando se crece en un el seno de una familia en el que se come gracias al RMI (Ingreso Mínimo de Inserción en Francia) y al tráfico de hachís del hermano mayor, no se tienen demasiadas ilusiones sobre el futuro”. El vivir en el presente y sin nada que les contenga: ni estudios que cursar, ni créditos que pagar, ni responsabilidades familiares, les conduce a la frustación y de ahí “a la agresividad sistemática, al machismo exacerbado y hasta al racismo revanchista”. Todo responde a la guerra de todos contra todos que ha impuesto una sociedad basada en la competencia y la exclusión. Esta sociedad de la competición nos ha conducido a lo que Robert Kurz (Editorial Pepitas de Calabaza, 2009) ha definido como “una pulsión de muerte” que se manifiesta en “un resentimiento sin fin, un odio indiscriminado hacia el mundo entero, incluido uno mismo”.
Lo sucedido en 2005 se ha vuelto a reproducir hace pocas semanas en Grenoble y Saint-Aignan, a raíz de la muerte de dos jóvenes por disparos de la Policía, lo que ha desatado una fuerte violencia en estas ciudades. De nuevo Zarkozy ha encontrado un filón para mostrar su personalidad más dura que tan buenos resultados le otorgó cuando era Ministro de Interior, catapultándole hasta la Presidencia de la República Francesa. Ahora, en una caída en picado de su popularidad, vuelve a sacar pecho y anuncia “una guerra nacional contra la inseguridad ciudadana”.
Se equivocan quienes piensan que la conflictividad social en Francia es un hecho aislado. La chispa ha saltado a otros países, como lo demuestra que en las revueltas de diciembre de 2008 en Grecia, una asociación de inmigrantes albaneses declaró que “para nosotros, inmigrantes organizados políticamente, se trata de un segundo noviembre de 2005 francés”. Lo preocupante no es sólo la extensión del problema, sino su continuo agravamiento en intensidad y violencia. Al principio fueron piedras, pero en los últimos tiempos a la policía francesa la reciben a tiros.
Estamos seguros de que quienes hayan leído estas líneas habrán reconocido que lo dicho sobre las revueltas en los suburbios franceses guarda mucha similitud con lo que viene ocurriendo en Ceuta. Quizá en nuestra ciudad tengamos algunos atenuantes, como la reducción del efecto de aislamiento que pueden sentir los inmigrantes marroquíes en Francia por la lejanía de su país. Los ceutíes musulmanes, sin ser incompatible con su innegable españolidad, tienen la posibilidad de visitar un país musulmán como Marruecos con el que comparten sus mismas creencias religiosas, sus tradiciones y costumbres, así como la posibilidad de maximizar los exiguos ingresos sociales que perciben. En cuanto a los aspectos agravantes, no cabe duda que un estallido de violencia como los que se han convertido en norma en Francia, podría tener consecuencias dramáticas en una ciudad tan pequeña como Ceuta.
Si es verdad que el gobierno francés y, en general, todos los países europeos han declarado “la guerra” contra la delincuencia ciudadanía deberían conocer como piensan sus “enemigos”. En un manifiesto redactado por los “combatientes de la revuelta del 93”, decían lo siguiente: “temblad porque estamos ante la puerta de vuestras casas y organizamos el ataque a vuestros centros urbanos. La lucha iniciada será larga, y nuestro combate es justo. La sociedad nos ha creado, y eso prueba que esta civilización corre hacia su ruina. Ya no tenemos nada que perder, preferimos morir rodeados de sangre que de mierda”. Todo esto da mucho que pensar, esperemos que nuestras autoridades aprovechen estas semanas de vacaciones para reflexionar sobre este tema y si lo tienen a bien les recomendamos una lectura detenida de la obra de Aléssi Dell´Umbria.