Sucedió en la visita girada por el presidente Vivas el pasado lunes a Juan Carlos I. Entre los vítores, los abrazos, los besos y los achuchones hubo una persona que se acercó hasta don Juan para trasladarle una queja. Sí señores, porque también hay gente que se acerca al number one no para darle la mano sino para darle las quejas. Se trataba de uno de esos parados que no sale a la calle con tambores y vuvuzelas pero que sufre en sus carnes lo que muchas familias de este pueblo del que se sigue diciendo que no ha llegado la crisis (?). Su acercamiento sirvió para que don Juan conociera de primera mano cómo se las traen determinadas constructoras a la hora de subcontratar entidades que sólo echan mano de trabajadores marroquíes. Dicen que el presidente ya ha dado más de un golpe encima de la mesa para exigir que dichas prácticas no se lleven a efecto, recalcando la necesidad de apostar por la contratación de la bolsa de parados que hay en la ciudad. Lo sucedido en su visita a Juan Carlos I refleja que quienes están al lado del mandamás no siempre le hacen caso, hacen como que le escuchan pero luego siguen manteniendo las mismas prácticas que éste veta.
El ciudadano anónimo no ha sido captado por las cámaras, en donde sólo han tenido cabida los besos y arrumacos al presidente. Esto es lo que tiene la política errónea que promueve quien siente vergüenza de que los ciudadanos se comporten como tal, escupiendo sapos en un camino de ficticias flores.
Quizá la llegada del vecino y la calor del día tuvieron la culpa de generar un cóctel molotov que le hizo al presidente soltar una verborrea sin sentido, llegando a calificar de “polémica” interesada y “debate artificial” las críticas al nombramiento de Carreira. La calor, como dice mi apreciado Vicente Álvarez, es muy mala y hace olvidar que no hace muchos años quien ahora es considerada como “persona válida” era desechada por el propio Vivas al no tenerlo como hombre clave para dirigir las riendas del PP. Aquello quedó plasmado incluso por escrito, en carta a los militantes. Los tiempos cambian y quien en su día no era tenido como leal pasa a ser alguien maravilloso, loado por todos los que maldecían de su persona.
El nuevo fichaje popular vale por lo que calla, como el vecino quejoso de Juan Carlos I, que vale porque tiene la sinceridad de acercarse al number one para no darle la mano.