Algunas voces del Partido Popular, todavía por descubrir, consideran el término “la roja” como un descrédito hacia el sentir del que ya hablé el pasado viernes. Casualmente, la actualidad impuesta por este otro sentir de corte político nos permite rescatar el tema rojo. El rojo socialista, el rojo comunista, el rojo Pasionaria. Teniendo en cuenta que la mayoría de los chavales seguidores del primer batacazo de la selección, probablemente, no tengan conocimiento alguno de quién es o qué representa la Pasionaria, es de agradecer, me encanta, no podría transcribirlo de otra manera, que los conservadores nos traigan un poco de historia enterrada, porque la memoria histórica nunca está de más ejercitarla.
Solicitar de manera léxica un cambio de color en el término será otra de esas brillantes ideas salidas de un despacho donde se debe trabajar a destajo, uno de esos despachos donde los documentos oficiales se acumulan imposibles de atender dada la importancia de cuestiones como estas o similares.
Después de ver a Cospedal con look progre-palestino y sobrada en actitud y adjetivos desgranando sin decir, cosa realmente difícil, enumerando las múltiples soluciones que su equipo guarda para nuestra España, la Roja, este sufragio de andar por casa es lo último que me quedaba por oír. Lástima de condicionantes.
Una vez asumido el momento pañuelo palestino, francamente, podríamos preguntarnos si Rodríguez Zapatero está haciendo política de derechas. Es decir; si los de derecha son cada vez más de izquierdas y los de izquierda más de derechas.
En cualquier caso se retratan con el término escogido para denominar la selección. “La Furia” nos transporta a tiempos de aguilucho. Me permito esta sugerencia para jugar a las palabras con denominación de origen en igualdad de condiciones.
La verdadera furia crece en el pueblo con todos los goles que nos están metiendo. Las palabras de Zapatero tienen cada vez menos credibilidad. ¿Por qué se tocan finalmente los derechos sociales? Ignacio Fernández Toxo sentencia un cambio de gobierno abiertamente. Con toda probabilidad sus declaraciones llevan un interés más político que de mejora real. Una manera muy oportuna de embarrar el terreno de juego y echar balones fuera.
Actualmente el presidente se encuentra vendiendo la solvencia española a los europeos mientras nosotros, en la España más al rojo vivo que nunca, nos hemos quedado colgados de dos cuestiones. Una, la falta de definición en la reforma laboral. ¿Cuándo una empresa se puede considerar en crisis? Y por supuesto, el despido sin previo aviso… Por cierto, ¿eso no se hacía ya sin necesidad de que nuestras mentes electas lo considerasen un derecho oficial del empresario?
Cospedal y compañía deberían compartir esas soluciones de recámara y así el cambio de look les vendría al pelo. ¿Sería un respiro para España una coalición inteligente? ¿Serían capaces de gestionar un gobierno en crisis de mutuo acuerdo?
Estas y otras preguntas tal vez tengan respuesta en esos desayunos-fashion promovidos por la publicación Vanity Fair donde reúnen a políticos y cerebros amueblados, adiestrados, comprometidos o avergonzados para hablar del futuro rojo. Entre cafés humeantes y mucho glamur a la carta tratan de equilibrar la balanza o al menos ofrecer un punto de vista desde la experiencia.
Y si no sacan nada claro entre brioche y croissant pues quizás se enteren de que el pañuelo palestino es una tendencia out, que eso de llamar “la Furia” a la selección suena bastante vulgar y hasta recomendarle a ZP alguna crema milagrosa para poder recuperar el buen tono facial de antaño