Por circunstancias personales he vivido una Semana Santa atípica, pues apenas he salido a la calle, como en otras ocasiones, para encontrarme con “los pasos” en esos lugares que las cofradías buscan para lucir sus habilidades procesionales, lugares en los que suele congregarse gran número de semanasanteros, sea cual sea la hora de la madrugada, para disfrutar de las difíciles maniobras costaleras que son aplaudidas con agradecimiento.
A pesar de todo he seguido los desfiles procesionales a través de la televisión local, que ha desarrollado una eficiente tarea en pro de quienes por alguna causa no han podido o querido disfrutar del espectáculo, y digo espectáculo porque el excesivo celo puesto en el exorno de los “pasos” en los que se manifiesta la Semana dolorosa, elevan a esa categoría la expresión de fe que éstas pretenden transmitir.
Como bien ha dicho mi buen amigo Paco Olivencia en su artículo del pasado Domingo, una vez más se ha podido comprobar que los ceutíes tenemos una Semana Santa muy digna, con cofradías capaces de resistir comparaciones con las más famosas de Andalucía. Para conseguir la brillantez de unas horas de desfile, a veces frustrada por los elementos, trabajan los capillitas con denuedo durante los 12 meses del año, lo que merece la admiración y respeto de quienes vivimos la celebración desde el borde de la acera.
Las cofradías han rivalizado en estrenos de enseres procesionales, en disciplina, puntualidad y seriedad de los cofrades, en el exorno de los pasos, en los acompañamientos musicales en los que han intervenido excelentes bandas procedentes de todas los ámbitos nacionales, e incluso en su afán de pasear a sus titulares a hombros, tarea que a varias de ellas ha supuesto un serio problema, pues han tenido que recurrir a la ayuda de cuadrillas de otras cofradías, para poder completar las propias.
Una de ellas, la Cofradía del Santísimo Cristo de la Paz y María Santísima de la Piedad, popularmente conocida por “la del Valle”, consciente de la imposibilidad de sacar a su paso en el trono habitual, debido a no tener un número suficiente de costaleros, tomó la decisión de reducir el número de imágenes accesorias, con objeto de reducir peso, y desfiló llevando a sus titulares sobre unas parihuelas. Sabia decisión pues su desfile, al menos a mí, me ha parecido uno de los más emocionantes y hermosos de todos los presenciados, por su austeridad, su sencillez y la valentía de sus cofrades al enfrentarse con una situación incómoda, difícil y comprometida. Las cofradías no son mejores ni peores en función de sus oropeles y de la cera que queman, sino en la medida en que cumplen sus reglas, sin dejarse llevar por absurdas rivalidades y sueños de grandeza, algo que ha sabido comprender muy bien la única mujer que ostenta en Ceuta el cargo de Hermano Mayor de una cofradía. Encarnación Mercado, se llama, según leo en El Faro. Chapó para Encarna.