El acelerado ritmo de nuestra sociedad no deja lugar a aquellos marcados por inquietudes fuera de la normalidad, la creatividad está en desuso y tan sólo predominan actitudes generalizadas por encima de la innovación.
Todos estamos influenciados por lo políticamente correcto, esa forma tan educada de no sacar los pies del plato, aplastando la razón y la lógica por un cobarde qué dirán…
La conciencia acude al rescate de aquellos poco arriesgados, escapando del avance por esconderse en la penumbra de la comodidad. Condicionantes de frustración, freno de impulsos, cortapisas del progreso, apelmazando la mejora…
Son pocos aquellos ilusos que arriesgan y son capaces de entregarse a un rumbo de luces que pueden dar la dicha plena de sentirse realizado o, en el peor de los casos, el fracaso más absoluto donde aparecerán esos derrotistas con los alfileres de colores (linda forma de decir banderillas como canta Diego Carrasco).
Ellos, los atrevidos, es la mejor cosecha, aventurándose como un descubridor en una selva de perjuicios, encontrándose con el desasosiego de lo imposible pero con la locura del no parar ante la adversidad.
Hoy, los llaman «frikis» (del inglés freak) a todos los no alineados, a los irreales que no marcan el paso obligado por un universo estructurado, extravagantes ante la correctora intolerancia.
Pero esa libertad de acción es la mejor herramienta para salir de este inhóspito panorama, trabajando las respuestas en un mundo sin tantos reconocimientos pero con el inusual mérito del anonimato.
La razón de lo casual, del sentido común no deja pasar la frontera de lo auténtico y nos priva de tanta belleza arrinconada, fuente del a priori que caerá en saco roto y nunca sabremos si vale la pena o no, entregándose a un todo sustentado por un fino hilo, donde el equilibrio será la búsqueda de esa dicha llamada oportunidad.
El despertar de un sueño imaginario no puede tomar nuestro mundo pero sí puede consultarse de vez en cuando, acudir a ese murmullo de impaciencia como revulsivo para sacarnos del ostracismo de la sequía de soluciones.
Pero, me pregunto: ¿Será la incertidumbre de lo nunca visto peor de lo habitual establecido?, ¿Quién abrirá la caja de la ocasión para tantos valores no reconocidos? … ¿No serán más «frikis» aquellos despersonalizados, seguidores sin límites del interés y serpenteantes oledores de traseros?
Debemos despojarnos de la incesante realidad y encontrar fórmulas para desenmascarar las miserias de conductas, alejando a los destructores de proyectos y ahuyentando a los dueños de la oligarquía institucional, apostando por el valor, la personalidad, el ímpetu y alentando a aquellos con la naturaleza más noble y sobresalientes por la imparcialidad y por la capacidad.
La satisfacción de saber redescubrirse, abandonando viejos y anclados pensamientos nos llevará a nuevos retos, alcanzado metas impensables con los actuales métodos viciados, ahogados en un coto cerrado por los dueños de la falsedad y la ignorancia.