Se llamaba Tchapalo. Es una de las últimas víctimas mortales de la inmigración. Su cuerpo es uno de los que quedó tendido en la playa de Beliones, al que luego los agentes marroquíes colocaron una sábana blanca para terminar cargándolo y depositándolo en la morgue.
La oenegé Ca-minando Fronteras lo ha identificado, recogiendo además los testimonios de compañeros que, aseguran, le dejaron con vida en el otro lado, pero no se le reanimó para que pudiera salir adelante. Marruecos, más allá de la versión oficial resumida en un teletipo de su agencia oficial MAP, no ha vuelto a pronunciarse sobre este asunto, ni ha comunicado las batidas realizadas, ni el número de desaparecidos ni heridos en una entrada masiva que fue especialmente dura al otro lado de la valla, con lanzamiento de piedras y palos por ambas partes.
En los hospitales aún quedan heridos. Algunos necesitan de intervenciones quirúrgicas que suponen un desembolso únicamente abonado por oenegés que trabajan sobre el terreno para ayudar al inmigrante. Al menos ellos lo pueden contar. En el caso de Tchapalo su familia ya ha podido recibir la triste noticia, la que conforma el lado negativo de la entrada de la madrugada de Navidad. Este joven murió en la playa y sus compañeros narran que le ayudaron a salir del agua antes de huir, que lo dejaron con vida. Allí, en el arenal de Beliones, no se le prestó asistencia hasta que murió.