Como cada año por esta fecha, los militares, con Sanz Román a la cabeza, acudieron al cementerio de Santa Catalina para rendir homenaje a los caídos. Mañana, la bandera a media asta
No están pero están. Porque se les siente cerca, se les recuerda, se les ama. Son los muertos de cada persona, familia y país. Los muertos que habitan de alguna manera en el alma de los vivos. Así, guiados por el espíritu de amor y gratitud, los militares de Ceuta acudieron en la mañana de ayer al cementerio Santa Catalina para rendir, como cada año cuando al calendario arriba a noviembre, sentido homenaje a los caídos por España, a los efectivos que, en un momento de la historia, murieron luchando por una patria, la española.
Eran cerca de las once de la mañana cuando los actos se fueron sucediendo, todos ellos perfeccionados por el corazón de las personas e iluminados por un sol que, contra pronóstico y la lógica que manda el calendario, parecía más propio de primavera que de otoño: a falta de lluvia en Ceuta, el chaparrón fue de lágrimas pues no pocos vecinos rompieron a llorar tras la emoción vivida.
El acto que abrió la ceremoniosa jornada corrió a cargo de La Legión española y durante el mismo una nutrida representación del Tercio de la IV Bandera rindió honores a los militares que antaño lucharon por España ataviados con el traje verde.
Fue un homenaje particular, con cánticos rasgando el ambiente, una antesala de lo que estaba por venir, a las once y cuarto, concretamente: un responso ante el mausoleo del comandante Ramón Jáudenes y Álvarez. Acto seguido, en una ceremonia que estuvo presidida por el comandante general de Ceuta, José Manuel Sanz Román, y a la que asimismo asistieron jefes de unidad, suboficiales mayores y comisiones nombradas, se ofrendó una corona de laurel y se realizó otro responso, en este caso ante el monolito que recuerda a los caídos en la Guerra de África, finalizando con la interpretación del toque de oración por la unidad de música de la Comandancia General que interpretó ‘La muerte no es el final’, cantada por todos los presentes. Al inicio del verso ‘en tu palabra confiamos’, los efectivos que portaban la corona iniciaron el movimiento, a paso lento, hacia el lugar del monumento donde se depositó la corona.
Respecto a la figura de Jáudenes, siempre venerada, cabe destacar que es vivo exponente de la tradición militar-colonial española en el siglo XIX. Nacido en La Coruña en 1841, donde ingresó en el ejército antes de cumplir 16 años, Jáudenes tuvo una carrera heroica, encontrando la muerte en 1884 como consecuencia de una enfermedad contraída durante el desarrollo de sus trabajos. Su actividad cartográfica fue prodigiosa e imprescindible para posteriores operaciones. A su carisma personal, aunó el valor de sus informes como herramienta para salvaguardar los intereses de España en la zona. Por tal motivo, ayer se le rindió homenaje en recuerdo de todos los caídos por la patria en el desarrollo de sus cometidos de asesoramiento al mando.
Entre medio, hubo espacio para recordar a aquellos efectivos caídos con el derribo de las edificaciones que conformaban el Pasaje Fernández; también para ellos hubo sentimiento y corona de flores de claveles rojigualdos, aunque de manera particular e íntima y a título personal. Estos militares son también recordados cada año, después del mencionado episodio trágico pues en la ciudad de Ceuta, con el derribo de las edificaciones que conformaban el Pasaje Fernández y posteriores excavaciones, aparecieron una serie de restos humanos pertenecientes al siglo XVIII. La antigüedad de los restos coincide con el asedio que sufrió la ciudad durante el reinado de Muley Ismail, entre 1694 y 1727. Durante dicho periodo, y para reforzar la guarnición de Ceuta, se estableció un turno rotatorio entre los regimientos peninsulares, que permanecían en la ciudad entre ocho y nueve meses en condiciones de extrema dureza. En dichas circunstancias, muchos fueron los soldados que prestaron su servicio en Ceuta para evitar su caída, y muchos fueron los que dejaron sus vidas en dicho empeño y que jamás volverían a sus ciudades de origen, siendo enterrados en cementerios improvisados con motivo del asedio. Después de aproximadamente tres siglos, los restos hallados, entre los que se encuentran algunos de aquellos soldados, fueron honrados como siempre.
La jornada emocionante vivida ayer en el camposanto cristiano tendrá mañana continuidad, además de con los actos civiles programados, en todas y cada una de las dependencias castrenses de la ciudad, donde la bandera rojigualda ondeará a media asta en señal de respeto por los caídos por España.