Este es uno de los momentos más difíciles para todas las familias y pequeñas empresas que viven del comercio en mi tierra. Ésta es mi Ciudad, me siento afortunado de haber nacido aquí, lugar donde me críe y estudié. De joven tenía la intención de vivir y trabajar aquí con mi familia, me entristece ver cómo todo lo que soñé se ha ido desvaneciendo poco a poco y es que Ceuta se hunde, se hunde igual que el Titanic, lentamente; y es que los ceutíes han chocado contra un gran iceberg que se interpone a un comercio que favorezca el crecimiento y el empleo. Muchas empresas cerrarán y las multinacionales terminarán saltando y abandonando el barco, aquí la vida está cambiando.
Ceuta se hunde y con ella la vida de miles de familias que viven del comercio. Ese gran iceberg se interpone al importante sector del turismo marroquí que se ve atraído por otros destinos nacionales, que ya empiezan a darse cuenta de su importancia. Ya apenas podemos ver familias que vienen a visitarnos y a pasar unos días en mi tierra como antes lo hacían. Tenemos una frontera hundida y tercermundista sin fluidez ni seguridad que garantice la estabilidad de todas las personas que transitan por ella.
Por caprichos del destino hemos chocado contra un iceberg y hay quién ha saltado y quién por motivos personales no puede hacerlo, un iceberg que sobrevive de lo que le recompensa el Desgobierno central y que ni la frontera ni el comercio local le afecta en sus funciones. Una auténtica paradoja dónde la mitad de la población es funcionaria y la otra mitad comerciante. Se nos olvida que Ceuta ha sido siempre una ciudad comerciante antes de ser un feudo funcionarial.
En estos momentos nuestra ciudad se hunde y lo peor de todo es que cada vez que una persona salta del barco o es despedida de su puesto de trabajo, todos nos empobrecemos un poco más, me da miedo recordar las palabras que me dijo hace tiempo un buen profesor, “Ciudad Juárez es el vivo ejemplo de lo que se convertirá Ceuta”, me niego aceptar que en mi Ciudad el pan de cada día sean los asesinatos y las desapariciones.
Hace ya tres años que salí de Ceuta, en contra de todo pronóstico, me olía que Ceuta estaba cambiando, no era un cambio cualquiera, tampoco era un cambio normal, era un iceberg que empezaba a emerger y frenaba el desarrollo y el crecimiento, jamás se había llegado tan lejos en Ceuta pero te das cuenta que algo no va bien, cuando tus clientes ya no vienen como de costumbre, o te llaman preguntando si mañana es buen día para venir, o si les puedes hacer llegar su mercancía porque ya que no pueden venir a recogerla, ahí te das cuenta que es hora de marcharte. Ceuta está sumergida en una burbuja a punto de estallar. Una burbuja donde azotan vientos de corrupción, ocupación de viviendas, unas tasas de desempleo desorbitadas y unos polígonos desiertos de clientes, más parecidos a los pueblos de las películas del oeste dónde sólo asoman los empresarios y sus empleados, empobrecidos por caprichos del iceberg, dónde nunca antes se había visto que hicieran falta empresas de seguridad para controlar la salida de la mercancía, una mercancía tóxica que no genera ni riqueza ni empleo, dónde el iceberg sea incapaz de aportar soluciones o simplemente se encapriche en que haya que imponer ésa dichosa seguridad, con chantajes incluidos a los empresarios con tal de imponerse. Ceuta es muy variada y hay gente de todas las culturas con sus peculiaridades, hay empresarios que lo hacen bien y otros que no lo hacen tan bien, el cual iceberg no tiene ni interés de corregir ni aporta soluciones, un iceberg frío que ni siente ni padece los problemas de la ciudadanía, una ciudadanía cansada de siempre lo mismo y no se ve ni se espera que haya mejoría. Un iceberg que lo único que nos queda es echarle agua caliente para que desaparezca y Ceuta no se hunda.