La batalla librada contra el fuego durante 16 interminables horas en García Aldave muestra su dantesca huella a lo largo de casi 35 hectáreas de monte ahora arrasadas y cubiertas por un manto grisáceo del que, en algunos puntos, aún emanaba ayer humo.
Ese escenario desolador que reemplazará durante años a lo que antes era masa arbórea y vegetación de un valor ecológico incalculable es la estampa que queda como legado del peor incendio desatado en Ceuta desde 1993, el mismo que tuvo en vilo a la ciudad desde las 14:30 del miércoles hasta las 6:45 del jueves y movilizó a todos los efectivos disponibles para hacerle frente.
Controlado y ya extinguido, durante la jornada de ayer se solaparon los últimos trabajos en la zona con el balance del suceso detallado por la Ciudad. Mientras retenes del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) y de la Unidad Militar de Emergencia (UME) se esforzaban en apagar los últimos rescoldos y refrescar árboles y laderas, la consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo, Yolanda Bel, y el jefe del SEIS, Manuel Gentil, comparecían para traducir en causas, cifras y consecuencias el desastre medioambiental vivido la jornada anterior. Y, además, para confirmar una sospecha reconocida por el máximo responsable de Bomberos: todo apunta a que el incendio fue provocado. “Yo pienso que sí, porque las cosas no salen ardiendo solas”, aclaró Gentil, que al ser preguntado por segunda vez añadió a las posibles causas la posible “negligencia” cometida por algún ciudadano. En el foco principal que originó las llamas, desveló, ha aparecido una sartén, pero descartó que fuera el origen del suceso porque “parece que llevaba bastante tiempo allí”. La Guardia Civil, a través del Seprona, ha abierto diligencias para investigar el origen del suceso.
Fortuito o provocado, las primera llamas fueron detectadas a las 14:30 del miércoles por el retén del SEIS que cumple cada verano las tareas de vigilancia en García Aldave. Fue ese grupo de bomberos el que se percató de que el incendio comenzaba a asomar en un punto de la zona del Arroyo de Calamocarro conocida como Huerta Serrano o Las Cochineras. La alarma estaba dada y se ponía en marcha, de urgencia, el protocolo de actuación que a lo largo de la tarde, en sus momentos más críticos, llegaría a activar el Nivel 2 contemplado en el Plan Territorial de Emergencias de Ceuta (PLATERCE).
El SEIS movilizó a todos sus efectivos, incluidos 26 de descanso o de vacaciones, y llegó a sumar hasta 36 bomberos sobre el terreno en un intento de frenar a toda costa el avance de las llamas. Aunque con un único foco original, el viento de levante racheado se encargó de propagar el fuego hacia otros puntos, obligando a multiplicar esfuerzos. Un par de horas después de originarse, se había extendido ya hacia La Lastra y la carretera autonómica número 2, para desde allí extenderse hacia el Barranco de la Misericordia, la Fuente de los Generales, Aranguren, Loma Entre Fuertes, y sobre todo, la ladera norte del Monte de Anyera, acercándose incluso al cuartel de García Aldave. Fue en ese punto donde las llamas atacaron con más fuerza, siendo necesaria la actuación conjunta de casi diez efectivos del SEIS. Eran los peores momentos. “El viento variaba. Esperamos al fuego y lo cogimos bien, pero saltaba de un sitio a otro. El viento nos volvía locos. Apagábamos y saltaba a otro lugar”, relataba Gentil.
Ante el temor de que llegase a descontrolarse, la Ciudad requirió el apoyo de dos hidroaviones dependientes del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, al que Yolanda Bel no dudó ayer en agradecer su “gran colaboración”. Llegados desde Málaga, el primero sobrevolaba ya Ceuta a las 18:00 y el segundo aparecería a las 19:15. En sucesivas pasadas, ambos arrojaron sus 5.500 litros de carga en sucesivas pasadas sobre García Aldave hasta su retirada, a las 20:30. Fue entonces cuando los bomberos volvieron quedarse solos para sofocar el incendio hasta que en torno a las 2:00 de la madrugada apareció el segundo refuerzo solicitado por la Ciudad, el de la UME, desplazada desde Morón de la Frontera con ocho vehículos y 26 efectivos.
Con los militares desplegados, el fuego volvió a reavivarse, en plena madrugada, en torno al Monte de Anyera, de nuevo con el viento en contra multiplicando los focos y con la dificultad añadida de una orografía plagada de obstáculos. Quedaba aún por delante el peor tramo de la noche, que obligaba a controlar todos los flancos, incluido el que horas antes había amenazado con propagarse hasta el perímetro fronterizo. Los trabajos de extinción consumieron entre 600.000 y 700.000 litros de agua –sin contar los lanzados por los hidroaviones– suministrados por las seis cubas de Bomberos, a las que se sumaron otras cinco de Trace, cuatro facilitadas por la Comandancia General y tres del Parque Móvil Municipal.
Las 16 horas en las que el fuego devastó todo lo que encontró a su paso dejan 35 hectáreas arrasadas, un daño en una zona de “alto valor ecológico”, como ayer subrayaba Bel, aunque por debajo de la primera estimación, cuando llegó a calcularse en casi 50. El área forma parte de la Red Natura 2000, protegida por la UE al ostentar la consideración de ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves) y LIC (Lugar de Interés Comunitario). Entre las víctimas de las llamas figuran masas mixtas de pinos y eucaliptos, así como matorrales autóctonos (jaral brezal, ergenal) y exóticos (acacias). También formaciones de vegetación de ribera (sauceda, espinales, zarzal, helechar) y, aunque en menor medida, alcornocales, en formación mixta con acebuches, majuelos y espinos. La Ciudad confirmó ayer que también se ha perdido una ladera repoblada por completo hace años. No obstante, Bel celebró que los trabajos de limpieza realizados por Obimasa y las Brigadas Forestales en invierno, así como los cortafuegos, frenaron la propagación.
Con las llamas controladas, el incendio se dio por extinguido antes de las 7 de la mañana. Acababa así la peor catástrofe medioambiental que ha sufrido la ciudad en más de 20 años y de la que tardará décadas en recuperarse.
“Con poniente habría sido aún peor”
Con la carretera que circunda García Aldave abierta ya al tránsito de vehículos, las zonas más afectadas por el incendio, en torno a Aranguren, la pista de La Lastra o el Monte Anyera, centraban aún ayer, a mediodía, los últimos trabajos de extinción. Terrenos ennegrecidos, árboles calcinados y ni rastro de vegetación a lo largo de hectáreas. En ese escenario desolador, los 18 efectivos de los dos retenes del SEIS que permanecían en el monte buscaban metro por metro algún rescoldo que pudiera convertirse de nuevo en foco de peligro. “Esto es una tragedia. Con lo que era y cómo ha quedado. Va a costar mucho tiempo recuperarlo”, lamentaba uno de los bomberos mientras recomendaba a un compañero vaciar parte de la carga de agua sobre la bases de los troncos de los árboles supervivientes, para refrescarlos, y también sobre las copas.
Era precisamente hasta ese punto, en las ramas más altas, hasta donde ayer señalaba para identificar la altura que alcanzaron las llamas en los momentos más críticos. “El fuego en algunos puntos subía hasta ahí, era tremendo”, relataba uno de los bomberos, aún sin dormir, que había participado horas antes en las tareas de extinción. Y como el resto de sus compañeros, una apreciación que ayer repetían todos los integrantes del dispositivo desplegado: “El viento multiplicó los focos, porque propagaba el incendio de un sitio a otro y casi nos volvía locos, pero era viento de levante. Con el poniente esto podría haber sido peor, porque lo habría extendido hacia zonas más altas y todo se habría complicado”, detallaba.
Ese mismo detalle lo repetía uno de los agentes de la Guardia Civil que a bordo de dos vehículos patrullaban la zona en busca de los últimos rescoldos. Y también coincidía Carmelo Navarro, coordinador de las Brigadas Forestales y con casi 24 horas también acumuladas de trabajo ininterrumpido. A bordo de su todoterreno, uno de los cuatro con los que su equipo peinaba ayer el monte calcinado, auguraba que si el viento hubiese soplado desde el punto opuesto “el fuego habría sido seguro más grande, y además habría tocado puntos como el Pantano o la Tortuga”. Mientras hablaba, pedía por radio al resto de sus efectivos que localizasen las mangueras y el resto de equipos que los bomberos tuvieron que dejar sobre el terreno cuando recibían, de madrugada, el aviso de trasladarse inmediatamente hasta otro punto para sofocar otro flanco del incendio. “Tenían que ir de un lado hacia otro y los equipos han quedado repartidos por distintas zonas. Nos han pedido que les ayudemos a encontrarlos”, aseguraba antes de arrancar y lanzarse de nuevo a la búsqueda de puntos aún sin apagar
La Ciudad, satisfecha con la coordinación
Yolanda Bel se congratuló ayer de que la “coordinación” presidiera el despliegue de efectivos durante las horas más críticas del incendio, un ejemplo de “la efectividad” del PLATERCE. Agradeció la participación, además del SEIS, de Protección Civil, Policía Local, Brigadas Forestales, Guardia Civil, Cruz Roja, 061, UME, Ministerio de Agricultura, Parque Móvil, Trace, Comandancia General y Delegación del Gobierno.
Una recuperación que puede tardar décadas
Los técnicos de Obimasa serán ahora los encargados de elaborar los informes detallados sobre los daños sufridos en el entorno de García Aldave. A partir de ahí se decidirá cuándo y cómo replantar y recuperar las zonas dañadas en un proceso que puede durar décadas. No obstante, ese análisis en profundidad no podrá realizarse hasta que el perímetro afectado esté completamente fresco.
Un reconocimiento a la “profesionalidad intachable” del Cuerpo de Bomberos
La consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo, Yolanda Bel, hizo ayer una mención especial para reconocer la labor de los efectivos del SEIS en la extinción del incendio de García Aldave. Fueron ellos, pese a la aportación del resto de cuerpos, “los auténticos protagonistas y además durante más horas”, destacó para atribuirles un comportamiento “sobresaliente, sacrificado y de máxima implicación”. Una “profesionalidad intachable”, recalcó, que evitó que el siniestro pudiera tomar mayores dimensiones. La consejera incluso desveló que el jefe del SEIS, Manuel Gentil, ofreció a sus hombres por radio el relevo tras diez horas de trabajo cuando las llamas estaban controladas, pero ninguno lo aceptó porque prefirieron seguir en sus puestos.
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