Tres décadas y media después de recibir el respaldo mayoritario de los españoles en las urnas, la Constitución ha asentado las bases de la convivencia, ha garantizado derechos y deberes y, su mayor contribución, ha asentado unos pilares democráticos que en el ahora lejano 1978 aún tendrían que sufrir el duro trance de un golpe de Estado involucionista. Tras la larga travesía de 35 años, las amenazas afloran ahora en forma de proclamas secesionistas, corrupción y crisis económica que socavan los pilares del Estado del Bienestar, el mismo que instituyó la Carta Magna.
Ésa fue, casi al unísono, la senda por la que discurrieron ayer los discursos que pronunciaron en el Salón del Trono del Palacio Municipal el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y el delegado del Gobierno, Francisco Antonio González. Unidad y patriotismo frente a las tentaciones independentistas, batalla contra la crisis, respaldo a la batería de reformas hilvanadas desde el Gobierno central y esperanza en que la luz se divise ya al final del interminable túnel de la recesión. Fueron las líneas maestras de las intervenciones pronunciadas ante los representantes de la Asamblea y de los organismos dependientes de la Administración General del Estado, ex presidentes de la Ciudad, parlamentarios, el estamento militar, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el vicario general e incluso el cónsul de España en Tetuán.
Tras reconocer ambos el “anhelo de concordia” y “la obra titánica” que la Constitución ayudó a edificar tras el franquismo, el primer argumento explicitó un portazo a cualquier fórmula que resquebraje la unidad nacional. González abogó por un “patriotismo sin ideología”, lejos de ser “selectivo” y que “deriva de la racionalidad, de la libertad y de la igualdad” como antídoto “a los intentos de desestabilización o ruptura de algunos” que actúan “con escaso o nulo sentido del Estado, y más preocupados por un supuesto legado individual que por los intereses de millones de personas”. En esa línea, Vivas coincidió en considerar “innegociables” los “cimientos que sustentan el edificio”, para añadir que “el desmantelamiento de España no es una opción asumible” porque “no lo deseamos la inmensa mayoría de los españoles, que queremos seguir estando juntos”. Un sentimiento que, añadió, en el caso de Ceuta forma “parte de su código genético”.
La crisis económica y el desempleo, convertidos en la principal pesadilla para millones de españoles, vertebraron buena parte de los discursos. Como máximo representante de la Administración central en la ciudad, Francisco Antonio González subrayó que “los indicadores económicos que manejamos y los informes de los organismos internacionales” sugieren que el cambio de ciclo es inminente. “Ya estamos empezando a mejorar y esta etapa la vamos a superar, no sin haber dejado sufrimientos y tristezas en el camino”, reconoció. Una “dura travesía económica”, asumió, que sólo se superará “desde la confianza, el optimismo y el sacrificio de todos”y que no dudó en atribuir “a la capacidad de resolución y de toma de decisiones” del Gobierno al que representa. Frente a las voces que censuran el bloque de reformas estructurales acometido por el Ejecutivo de Rajoy, justificó que las medidas, “que a veces pueden ser incomprendidas”, responden a un “compromiso” y a una “hoja de ruta” que facilitará, frente a las “incomprensiones”, “salir de la crisis y crear puestos de trabajo”.
El mismo argumento deslizó Vivas en su intervención, convencido de que “los excesos y errores que han conducido a las crisis y al paro no pueden ser achacados al modelo de convivencia democrática”, sino “a las políticas llevadas a cabo, a las decisiones adoptadas y al a relajación, cuando no al abandono, de principios y valores fundamentales”. Frente a ello, reclamó “la implicación de todos” porque “si no lo hacemos entre todos lo alcanzado puede derrumbarse”, ya que “la pasividad y el pasotismo tienen un efecto demoledor”. En esa línea, llamó a “arrimar el hombro”, porque “hay que acometer las reformas necesarias para salir adelante”. No hacerlo, concluyó, “sería irresponsable y suicida, porque cuesta muy poco destruir lo que ha costado mucho tiempo y esfuerzo construir”.
El presidente de la Ciudad reservó también en su discurso un hueco al “fortalecimiento de los valores democráticos”, en especial a la “decencia y la honestidad”, y censuró con fuerza la corrupción, para la que aconsejó “tolerancia cero” y “castigo ejemplar”, aunque siempre desde “el respeto a los procedimientos y las resoluciones judiciales”, sin “juicios paralelos”. Vivas no quiso olvidar, en una fecha tan especial, a las víctimas del terrorismo, “del fanatismo y el crimen”.