Aurora Gil Álvarez, decana del Colegio de Psicólogos de Cantabria, planteó ayer varios casos de emergencias en los que intervino como mediadora para evitar que consumaran el acto.
El suicidio –acto por el que un individuo, de forma deliberada, se provoca la muerte– se ha transformado a lo largo de la historia y es muy probable que, dentro de cien años, el concepto sea distinto al actual. Aurora Gil Álvarez, psicóloga del Servicio de Atención Especializada de Delitos Violentos del Juzgado de Santander y decana del Colegio de Psicólogos de Cantabria, reflexionó ayer sobre estas cuestiones en la I Jornadas de Intervención Psicológica ante Situaciones de Crisis, Emergencias y Catástrofes en el Salón de Actos del Palacio Autonómico. Intercambió impresiones con algunos asistentes ya que, dada su profesión, tuvieron que intervenir ante individuos que presentaban conductas suicidas.
En su experiencia como coordinadora del Área de Emergencias y Catástrofes del Consejo General del Colegios Oficiales de Psicólogos, Gil tuvo que afrontar numerosas situaciones reales entre las que destacó el intento frustrado de un hombre, de unos 48 años de edad y que residía a unos 30 kilómetros de Santander, que amenazaba con arrojarse al vacío desde un tercer piso, con una soga al cuello y dos cuchillos jamoneros contra su cuerpo. “En aquel caso, agradecí que fumara porque llegó un momento en el que se le acabó el tabaco”, reveló al público.
–La persona que presenta una conducta suicida, ¿debe sufrir algún trastorno psicológico?
–Como tal no. Hay personas con trastornos psicológicos que les conducen a esa situación pero, con que haya un suceso vital muy estresante en la vida de alguien y esa persona no encuentre otra salida, sí puede ponerse en una situación de riesgo vital. Pero no todas las personas que lo hacen padecen un trastorno.
–El título de la ponencia es Suicidio y Crisis, ¿ha aumentado su número desde que comenzó esta situación económica?
–El título se refiere a crisis personales, vitales pero con la coyuntura que atravesamos es fácil que, automáticamente, todo lo llevemos al plano económico. Como señalé en la ponencia, uno de los motivos que vemos presente en el sucidio es la ruina económica o descalabro importante en la situación financiera. Si ahora mismo la situación económica es la que es, es fácil deducir –aunque no tengo datos ahora mismo– que haya personas que sí pueden estar contemplando esa posibilidad.
–¿Sería posible una ponencia sobre desahucio y suicidio?
–Algún caso en los medios de comunicación han aparecido. Desconozco si son casos significativos, si estadísticamente se podría hacer.
–En su conferencia, relacionó los accidentes de tráfico con el suicidio.
–Cuando los accidentes no se explican por ninguna causa, cuando no hay ningún fallo mecánico o del terreno, al ver la historia del accidentado se descubre que hay más que razones para pensar que haya sido un suicidio encubierto.
–¿Qué claves se utilizan en la negociación ante personas con esta conducta?
–El profesional que intervenga tiene que ser una persona con una formación específica en el ámbito de este tipo de intervenciones. Tiene que saber trabajar bajo presión y mantener un distanciamiento hacia la situación que le permita en todo momento tomar decisiones y no implicarse emocionalmente. Eso es fundamental para el personal que trabaja en esos ámbitos. Hay que tener presente que de lo que se trata es de que esa persona demore esa decisión. Lo que estamos negociando es un aplazamiento. Luego en otros contextos habrá que buscar respuestas y soluciones, pero la intervención in situ, la de emergencia, es que esa persona no cometa esa conducta, no es resolverle la vida.
–Ante una persona que intenta suicidarse una vez, ¿obligatoriamente volverá a intentarlo?
–Obligatoriamente no, pero pueden haber muchas probabilidades, si las circunstancias vitales no se modifican, las que le llevan a esa situación, y no tiene un tratamiento adecuado. Las probabilidades sí, son muchas, aunque no obligatoriamente.
Predomina en los hombres sobre las mujeres y con métodos más agresivos
El suicidio es un problema de salud pública, manifestó ayer Aurora Gil Álvarez, psicóloga del Servicio de Atención Especializada de Delitos Violentos del Juzgado de Santander y decana del Colegio de Psicólogos de Cantabria, durante su intervención.
De acuerdo con los datos epidemiológicos sobre el suicidio, en base a los certificados de defunción y pesquisas, es una de las diez principales causas de muerte. Su incidencia se da en mayor proporción en los hombres que en las mujeres. “Ellos utilizan métodos más agresivos –por ejemplo armas de fuego–, por ese motivo lo consiguen un mayor número de veces; mientras que ellas emplean otros como la intoxicaciones por medicamentos”, expuso la psicóloga.
Gil apuntó a los actos relacionados con el desempleo y destacó que existen casos tanto en personas de nivel socioeconómicos altos y bajos. Normalmente, continuó la profesional, en los seis meses previos a esta conducta autodestructiva se produce un trauma que empuja al sujeto a tomar esa determinación.
Enumeró varias causas que pueden decantar la balanza hacia el suicidio como son las enfermedades médicas; los trastornos mentales; el alcoholismo o el abuso de sustancias; la esquizofrenia; y prestó especial atención a las personas que padecen depresión puesto que cometen la tentativa cuando su estado mejora.
La psicóloga habló sobre las crisis suicidas que se manifiestan de forma telefónica, casos que atenderían los profesionales del Servicio de Emergencias del 112; mediante la ideación o la comunicación a otras personas; y Gil finalizó con las conductas suicidas en curso, en las cuales se centraron al tratarse de los casos a los que se suelen tratar Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y otro personal sanitario, presente ayer en su conferencia.
Dedicó un capítulo a las notas de suicidio y señaló que dependerá de la edad del individuo. “Ante personas mayores, sus últimas palabras están dedicadas a los familiares como en el caso de las enfermedades terminales; mientras que en los jóvenes, son mensajes reivindicativos”. En concreto, señaló que uno de cada seis suicidas dejan una comunicación final.
La doctora estimó que cada año se suicidan casi un millón de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es una de las tres primeras causas de defunción entre las personas de 15 a 44 años en algunos países, y la segunda causa en el grupo de 10 a 24 años; y estas cifras no incluyen los tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado.