No debería ser así. Las tragedias no deberían servir para hacernos recapacitar. Es inhumano que tenga que producirse el hecho para causarnos un dolor. Hace ya años que las cosas deberían haber cambiado, sencillamente porque, tal y como están, no tienen sentido. Se gastan millones en vallados, en políticas de rechazo, en sistemas de detección sin saber a ciencia cierta el destino o el sentido que pretende darse a este mundo. Hacia dónde vamos, por qué debe mantenerse esta sangría, por qué interesa forzar una brecha cada vez más evidente entre uno y otro lado. Entre quienes maquinan y mantienen esta política y los que la sufren en sus carnes estamos el resto de los ciudadanos, los que debemos pensar y sentir libremente, sin que nos impongan teorías de asaltos, de odio y de invasión. Usted piense por sí mismo y recapacite si todo esto tiene sentido. Si es lógico que en los últimos 20 años hayan muerto o desaparecido en nuestro entorno unas doscientas personas.
“Que no le fuercen a entender esto como una historia de buenos y de malos porque no lo es”
La inmigración, que es un drama en carne viva, alimenta a las mafias pero también a los millonarios sistemas que han convertido el tránsito en una carrera de la muerte, evidenciando además un maltrato hacia unos países de origen explotados para mantener a los ricos, hundidos para generar unos movimientos humanos que también ‘sirven’ para seguir manteniendo a los ricos y a los compadreos de esos ricos.
Que no le fuercen a entender esto como una historia de buenos y malos, como un rol establecido de papeles: los que quieren pasar y los que están obligados a rechazarlos. No se trata de pequeñas batallas, de fronteras-fortaleza, de unos contra otros. No se trata de reducir todo esto a lo que interesa a unos y a otros cuando usted debe tener ya la capacidad de pensar lo que estime pero también de sentir.
Ver estas tragedias una y otra vez, comprobar cómo desde que empezó a asomar la inmigración en Ceuta a finales de los 90 hasta ahora nada, o poco, ha cambiado es un fracaso. Un fracaso como personas, un fracaso como sistema, un fracaso como humanidad.
No es normal lo que sucede, no es normal tanta muerte enmarcada en huidas a la desesperada, no es normal tanto negocio ni el mantenimiento de un tráfico de esclavos que todavía está entre nosotros, aunque no lo queramos ni ver ni aceptar.