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El conjunto hispano británico ‘Crossroads’ inauguró la XXII edición del Festival de Jazz que se celebró anoche en el Revellín. El grupo demostró que es un género que está en constante evolución y muestra de ello fue su mezcla con el flamenco y el blues.
Nos plantamos ante un trío atípico, poco queda ya de ese jazz de club cerrado con fuerte olor a puro que lleva por los callejones de la mezcolanza. Ese jazz en el que aquel saxofonista soplaba sus penas y tristezas. No obstante, ese jazz ortodoxo, considerado ‘únicamente jazz’ para los acérrimos a esa vertiente, sigue vivo, pero por suerte nos encontramos ante un momento de auge y popularidad de este género, y sus artistas: unos aficionados a experimentar. Un claro ejemplo es ‘Crossroads’, encargados de inaugurar el XXII Festival de Jazz de Ceuta. El grupo hispano británico ofreció un espectáculo diferente, aunque dicen que no hay que buscar mucho para encontrar las similitudes entre el flamenco, el jazz y el blues, esta formación musical dejó marca de ello.
‘Crossroads’ consiguió capturar el alma del flamenco y canalizarlo a través de la encrucijada del blues, un adorno que alcanzó a través de la danza de Ester Weekes, que a pesar de sus orígenes británicos se fundió a la perfección en el baile andaluz y la rítmica del swing. El conjunto consiguió el silencio y crear un ambiente casi íntimo con el púbico, con quien estableció una conexión casi mística para viajar a lo largo de más de una hora por el universo del flamenco y el blues tomando el jazz como base, versionándolo y ofreciendo nuevas versiones.Weekes fue la última en incorporarse y rompió las notas del ‘cajón’ y la guitarra con un género vocal que transportó al Auditorio a un local de blues. Una voz grave y rompedora que decoraba con jazz y toques de blues lo que en un principio se presentaba como un espectáculo de jondo. El grupo supo nadar sin ahogarse en ese río de fusión de estilos para introducir a la asistencia en una variante más de este género musical.
La nota más triste de la noche resultó ser la escasa afluencia que se acercó para disfrutar de un festival, que con cada edición consigue hacerse un hueco más grande en la agenda cultural de la ciudad. Pudo ser por el desconocimiento hacia un grupo que no lleva mucho tiempo sobre los escenarios o quizá hacia esa fusión que se aleja del jazz clásico, pero sin duda los asistentes serán la mejor crítica para el futuro de ‘Crossroads’.