Pues bien, año y medio después, la justicia resuelve y lo hace de una forma radicalmente opuesta a la línea policial seguida, eximiendo de toda culpa al detenido, cuyos intereses han estado defendidos desde el primer momento por el letrado Fidel Rodríguez.
De acuerdo con el auto judicial al que ha tenido acceso ‘El Faro’, el juzgado entiende, respecto a la relación entre el trabajador (que fallecería tras permanecer cuatro días en UCI) y la persona que requirió sus servicios, que no era ni “laboral ni contractual, sin vocación de permanencia” y consistió únicamente “en la reparación que pueda contratar un cabeza de familia respecto de su vivienda, no concurriendo los elementos de un delito contra los derechos de los trabajadores que se le venía imputando”. Es decir, lo que hace el juzgado es marcar lo que va a ser ya una línea judicial clara, puesto que ya se han conocido dos sentencias orientadas en el mismo camino, la que ahora se publica y la que ya dictó la Audiencia respecto a la muerte de un trabajador marroquí al caer del techo de una nave en el puerto, en la que también consideró que no existía relación contractual ni laboral entre los acusados en este caso y el fallecido, que habría actuado como autónomo siendo él responsable entonces de su propia seguridad.
Respecto de la acusación sobre un delito de omisión del deber de socorro y homicidio imprudente que se le achacaba al acusado, ya que la Policía dijo que le había abandonado en el Hospital, en el auto se exime de dichas responsabilidades penales. Indica su señoría que “si bien es cierto que” el acusado “no debería haber movido al accidentado y hubiera sido la conducta de un buen padre de familia haber alertado a los servicios de urgencias y mantenido” al herido “en el lugar de los hechos, no puede sostenerse que se ha omitido el deber de socorro o se ha cometido un homicidio por imprudencia grave, puesto que desplazaron al herido hasta el Hospital”, señala. “Si bien es cierto que es moralmente reprochable que los imputados dejaran al herido en la puerta del Hospital sin esperar a que fuera atendido ni preocuparse por el devenir de su estado, no lo es menos que le trasladaron al centro médico sin que existan indicios en la causa de que esperaran largo tiempo para socorrerle”, sentencia. Con estos razonamientos la causa ha quedado archivada de forma definitiva.
“Le habría llegado su hora”
La familia de Brahim, que falleció en noviembre de 2010 tras permanecer grave cuatro días en la UCI al sufrir lesiones provocadas por una caída desde varios metros de altura, siempre tuvo presente que “le habría llegado su hora”. Una forma de resignación para asumir el fallecimiento de quien era el cabeza de familia y que dejó esposa, Nayat, y ocho hijos. Brahim representaba para ellos el padre, el esposo y el único sustento económico de una familia humilde que dependía económicamente del dinero que traía el padre de los trabajos que llevaba a cabo en distintas viviendas. Como tantos otros, cruzaba cada mañana la frontera, para hacer las ‘chapuzas’ básicas en el hogar. En el momento en que se produjo su accidente, se encontraba en una casa del Príncipe pintando la fachada exterior. Desde un primer momento, en la entrevista que ofrecieron a este medio, no mostraron rencor alguno hacia la persona que había necesitado sus servicios, y que hasta el archivo de esta causa, ha tenido sobre sus espaldas las acusaciones de varios delitos de los que ahora queda ya eximidos, en base a este dictamen judicial. Desde un principio, y tras ser detenido por la Policía, rechazó las acusaciones que pesaban contra él recalcando que nunca le abandonó en el Hospital, sino que si se marchó del clínico fue porque pensaba que su caso no revestía la gravedad que luego se conoció. Brahim era una especie de buscavidas. Llevaba 25 años entrando y saliendo de Ceuta, trabajando sobre todo de pintor, porque ésa era su especialidad. Mientras estaba en la ciudad residía en el Príncipe y quien más quien menos le llamaba para hacer algún trabajo. Lo justo para ir obteniendo algo de dinero que, cada semana, llevaba a Tánger. Hubo una época, confesaba su familia, en la que tuvo contrato laboral, al estar trabajando para un español. Una caída de la parte superior de una vivienda del barrio, que no llega a los tres metros, por lo que no era necesario que tuviera medio de prevención alguno, fue el último de sus trabajos.