Todo comenzó en Buchiba, Marruecos. Concretamente en una aldea perdida que dista de Ceuta cinco horas de camino. Tres de carretera, una por una pista de gravilla y otra más a caballo. La ONG ‘Ceuta Solidaria’, que poco a poco va tomando forma y envergadura sin perder su carácter familiar y totalmente desinteresado, nació al otro lado de la frontera y del modo más casual. Casi sin que sus propios propulsores se dieran cuenta de que estaban engendrando una asociación a la que ahora dedican buena parte de su tiempo y de sus recursos personales. “Un día estábamos reunidos una serie de amigos en mi casa y comentaron que, durante una celebración de la Fiesta del Cordero, varios niños habían resultado quemados en una aldea”, explica Ángel Pino, uno de los principales impulsores, “y entre los presentes se encontraban dos chicas de último curso de Enfermería que se brindaron a acompañarnos hasta allí para ver si podíamos hacer algo por aquellos chavales”. No solo curaron a unos niños sin recursos, sino que después todos los habitantes de la zona acudían a ellos en busca de soluciones de toda índole.
Sin embargo aquellos trayectos hasta Buchiba, que se realizaban prácticamente cada dos días, no cayeron en saco roto y poco a poco fue configurándose ‘Ceuta Solidaria’. “Legalmente nos constituimos el 8 de julio de 2009”, informa Pino, “pero ya antes llevábamos pequeñas acciones, pues al fin y al cabo no somos más que un grupo de amigos y familiares que vimos la necesidad de ayudar a diferentes personas y nos pusimos manos a la obra”. La relación con los por muchos recordados y queridos indios que durante años estuvieron en el limbo de Ceuta en busca de una salida a su situación ilegal les hizo plantearse la posibilidad de constituir una asociación en serio. Y la crearon. ¿Y ahora? En la actualidad ‘Ceuta Solidaria’ está poniendo en marcha proyectos de más envergadura. Como el que ‘echa una mano’ (y algo más) a huérfanos como Samir y Tarek. Ambos acompañan a Ángel a la entrevista con ‘El Faro’. Llegan junto a él sonrientes y agradecidos porque lo consideran su padre. El primero, con 21 años, es de un pueblo cerca de Nador y asegura que su pasión es conducir. Hace pocos días ha conseguido el carnet de camión, gracias a la ayuda de la asociación marroquí ‘El camino del amor’ y su intención es lograr el de transportes especiales. Tarek, por su parte, cuenta con el título de fontanero profesional. Conocen a Ángel desde hace años, cuando éste estuvo trabajando como representante de cinco organizaciones españolas en Chauen. Allí estaba en permanente contacto con el orfanato ‘Asociación Musulmana Casa de los Niños’ donde había más de 200 chavales sin familia.
“El problema es que al cumplir los 18 años no tienen nada, deben enfrentarse al mundo adulto y, aunque ellos han sabido buscarse más o menos bien la vida, vivían en la calle en unas condiciones lamentables”, cuenta Pino. De ahí el proyecto gracias al cual ‘Ceuta Solidaria’ les ha proporcionado un techo digno bajo el que dormir y ha ideado una fórmula para conseguir, en un par de años, que los chicos tengan unos ahorros e incluso que monten su propia empresa. “La intención es que se formen en diferentes oficios para, después, poder constituir una pequeña cooperativa gracias a la cual vivir”, explican. Tarek y Samir no residen solos, sino con Dris “que es un experto cocinero y nos hace un cus-cus para chuparnos los dedos”, Anuar, “que ha estado trabajando como camarero pero no tenía más sueldo que su propia comida”, y Simo, “que es monitor deportivo y también ha trabajado durante meses sin percibir ni un solo dirham”.
Los cinco viven en Martil. ‘Ceuta Solidaria’ paga el alquiler de la casa, si bien para otros asuntos como la comida o la manutención cuentan con otros apoyos. “Todo se hace de un modo muy espontáneo, a veces es un empresario que se entera del proyecto y quiere poner de su parte, personas individuales que tienen ropa y deciden dárnosla para ellos, otras instituciones que nos ayudan...”, enumera Pino. Y es que él no se cansa de enumerar, pues sabe que sin los apoyos poco podría hacer solo. Entre estos aparecen nombres como Digmun, Cruz Roja, Cruz Blanca, Talita Cun (de la Línea de la Concepción) o Monte Horé (de Sevilla). Y a nivel personal nombres como los de Daniel Marfil, José Luis Expósito, Loli González, Verónica Montero, Lorena Fajardo, José Camarena, Juan Fajardo, Hamid El Madani... “Somos personas de todo tipo de profesiones pero sí que, en algún momento de nuestra vida, hemos trabajado con otras instituciones y tenemos dentro la necesidad de ayudar”, explica Pino, que abre las puertas de ‘Ceuta Solidaria’ a cualquier voluntario que quiera aportar recursos materiales o inmateriales. Por ejemplo, hace un par de semanas un empresario sevillano especializado en serigrafía visitó, por propia iniciativa y sin recibir nada a cambio, “de hecho él se paga su viaje y trae todos los materiales necesarios”, la casa de Tarek y Samir. El objetivo: iniciarles en la serigrafía por si alguno de los chavales estuviera interesado en aprender esa técnica.
Contactar con ellos es fácil. Una vía es la red social Facebook, donde aglutinan ya a cerca de 1.500 contactos. Un mensaje privado por esa vía basta para iniciar la relación. Otra es a través del correo elecctrónico: ceutasolidaria@gmail.com. De momento no han conseguido una sede física, por eso cuando alguien les escribe para ofrecerles muebles, ropa o comida se desplazan hasta donde haga falta. “La sede está solicitada, pero en Ceuta es complicado conseguirla”, explica. Y más en los tiempos que corren. ¿Subvenciones? Ninguna. “Aún estamos comenzando y los inicios siempre son difíciles”, reconoce Pino, “todo en Ceuta Solidaria depende de la voluntad de las personas”. No le gusta hablar de dinero. A él y al puñado de amigos y fieles compañeros que le alientan en esta aventura desinteresada ‘Ceuta Solidaria’ les cuesta, todos los meses, recursos económicos salidos directamente de su bolsillo. Por eso es crítico y rompe una lanza en favor de asociaciones como la suya, y otras muchas que trabajan sin más pretensión que ayudar a lo largo y ancho del planeta. “Hay una creencia colectiva muy extendida que considera a las ongs como lucrativas, como si fuéramos unos ladrones”, reflexiona, “y a mí, de la manera que trabajo junto a mi familia y amigos, esto no solo no me da beneficios sino que me cuesta dinero personal”.
La recompensa de los integrantes de Ceuta solidaria no es material. En frases como el “me gustaría ser como Ángel” que nace de los labios de Tarek, mostrando así su admiración por quien se ha convertido en su familia. Se nota que el sentimiento es recíproco. “Confieso que no sabíamos cómo iba a salir todo esto de la casa, porque no íbamos a poder tener a nadie 24 horas junto a ellos, iban a tener que apañarse solos, manejar dinero y la verdad es que son unos chicos excelentes, todo está funcionando mucho mejor de lo esperado”, reconoce Pino.
Proyectos dispares
Aunque es verdad que la mayor parte de los proyectos que ha emprendido ‘Ceuta Solidaria’ se han desarrollado en Marruecos, la ong caballa también presta determinados servicios a este lado del Tarajal. “Ahora acabamos de finalizar el primer curso del huerto escolar del colegio Vicente Aleixandre, con el que estamos colaborando activamente”, cuenta Pino, “y esperamos continuar haciéndolo el próximo año porque es algo muy bonito”. En el plano de la ayuda a familias necesitadas, también tienden su mano a quienes les piden auxilio. La crisis, como han denunciado diferentes organizaciones humanitarias, ha aumentado el número de personas necesitadas de lo más básico, como la comida. ‘Ceuta Solidaria’ también lo ha detectado. “Son gente que nunca se había visto en una situación similar y que, en muchos casos, pasan vergüenza al tener que pedir ayuda”, cuenta Pino, “así que en cierta manera nuestra forma de trabajar, basada más en el boca-oreja y en el anonimato, favorece que estas personas no pasen tanto mal trago al tener que pedir ayuda”. También, cómo no, han atendido a subsaharianos en momentos puntuales. Pero la disparidad y amplitud de su ayuda es mucho mayor. Desde arreglar cuestiones de albañilería, fontanería, pintura e incluso pagar parte de la toma de luz a una mujer maltratada, hasta la repoblación y limpieza de montes o la compra de animales y material de trabajo en el campo para la familia de una trabajadora transfronteriza.
Este último caso es el ‘Proyecto Naya’. “Una tormenta fortísima echó abajo la casa de su familia en Alcázarseguer, así que fuimos para allí y, además de arreglarla, hicimos una importante inversión de animales, siembra, árboles frutales”, rememora Pino, “además como esta chica tenía bastantes hermanos pequeños también adquirimos para ellos ropa para el colegio y material escolar”. Echar un vistazo a su perfil de Facebook da una idea de cuál es su trabajo. En sus fotos las brochas, los martillos y demás utensilios se mezclan con imágenes de grupo donde el denominador común es el mismo: la sonrisa. El mejor premio a la solidaridad (casi) anónima pero igualmente necesaria y eficaz.