Tengo que empezar contando que Rafi es mi compañera, mi amiga, mi confidente y un ser humano especial. Hemos compartido años de trabajo en el Siete Colinas; ella como profesora de Lengua y Literatura y yo impartiendo clase sobre Platón, Aristóteles y otros locos que pusieron el mundo al revés para que lo pudiéramos ver al derecho.
Desde un primer momento, sin saber exactamente el motivo, Rafi se convirtió en un referente existencial: su manera de afrontar los problemas, la capacidad para comunicar, la expresión de sus ojos según las circunstancias: anonadados, sorprendidos, asustados, irónicos, risueños y curiosos.
A todo ello se sumaba una voz tranquila, pausada aunque transmitiera una lluvia de ideas, un torbellino de palabras que me recordaban al Sócrates de Atenas charlando con la juventud o como la mismísima Sherezade de delicadeza exquisita , una mujer que había leído innumerables libros y conocía las crónicas antiguas de todo tipo. . Rafi guardaba en relatos de reyes y de sabios, de poetas, de gente del pueblo y de dioses del Olimpo.
En algunos huecos tomábamos café, nos recomendábamos escritores, viajes o cualquier experiencia vital que nos hiciera salir de la rutina.
No recuerdo ya la fecha pues la desmemoria ya empieza a rondarme. El Siete Colinas y el Departamento de Latín organizó un viaje a Mérida con los alumnos. La actividad era visitar el teatro romano y asistir a alguna representación, creo que fue "El rapto de las sibilas".
Una de las eternas noches en las que los profesores hacíamos guardia en los pasillos nos llamaron de la recepción: "sus alumnos están haciendo mucho ruido y otros clientes se han quejado". El recepcionista nos espetó a que pusiéramos orden tendría que llamar a la policía.
Rafi, Tula (la compañera de latín que había organizado el viaje), y yo salimos escopetados al pasillo con la urgencia de no poner componer nuestro aspecto físico: caras desencajadas, pelos arremolinados, faldones colgando y yo mismo con un jersey al revés, descalzo de un pie y haciendo esfuerzos para que los pantalones del Chandal no se vinieran al suelo pues la goma había cedido.
He dicho todos, pero no fue así, todos menos Rafi. Apareció en la penumbra que se iba iluminando lentamente con un vestido espectacular y una elegancia extrema: un estampado floral, multitud de colores compuestos, trabajados y cosidos en una tela que imitaba al satén, unos bordados en las mangas y una rosa en la parte derecha superior tan bella que parecía recién cortada del jardín. La prenda era de alta costura y diseñada para brindar elegancia en eventos significativos.
Los alumnos y nosotros nos quedamos sin habla, ojipláticos, sin pestañear y mirándonos unos a otros. ¿Cómo le habría dado tiempo a vestirse en 30 segundos? Su respuesta fue sublime e indeleble para el resto de mi vida: "Lo que llevo es un pijama que compré para el viaje".
Creo que nunca me he reído tanto; de hecho, cuando sale en nuestras conversaciones de ahora, no podemos evitar soltar carcajadas a más no parar...y es que siempre ha habido clases.
Tan popular se hizo el pijama que desde aquel momento se puso de moda la fiesta del pijama, asistir empijamados a cenas de familiares , reuniones de alto copete o ir n día al instituto con la susodicha prenda.
Promocionar la moda de la sencillez cuando uno no sabe que ponerse se ha convertido en una de las pocas cosas que tengo claras en mi vida.
Se dice que Adolfo Domínguez, Pertegaz, Chanel, Yves Saint Laurent y Emilio Pucci, algunos de los diseñadores de moda más famosos del mundo, ya están trabajando la idea de Rafi para que la moda sea de ensueño, nunca mejor dicho.
Si Adolfo Dominguez nos hizo pensar que la arruga era bella, Rafi se puso el mundo por montera y , con ese gesto, promocionó la elegancia al alcance de todos.