Isabel De los Santos Ventura es una vecina de Paiporta con raíces de Ceuta que vivió en primera persona la tragedia de la DANA. “Ha sido terrible, terrible, hemos pasado mucho miedo”, son sus primeras palabras. Ella se encontraba en su casa cuando, de repente, empezó a escuchar el sonido de las sirenas sin saber qué pasaba.
Eso ocurrió en torno a las seis de la tarde en la calle principal de la localidad de Paiporta, Primer de Mayo. Al escuchar el jaleo, se asomó a la puerta de su casa, de dos plantas, “y de pronto miro para arriba, para la calle, y me veo gente correr. Ya venía el agua por detrás y la gente gritaba: ‘¡el barranco, el barranco, que está desbordado!”.
Corriendo, Isabel se metió en su vivienda y cerró la puerta para protegerse. Lo que no se imaginaba es que nada de eso serviría porque conforme pasaban los minutos, entraba “cada vez más agua. Entraba agua por las puertas, entre las rendijas” hasta que alcanzó los dos metros y medio de altura.
Al ver que eso imparable, junto a su marido se subieron a la segunda planta de su vivienda, que fue lo que les salvó. Mientras, veían como todo lo demás era destruido por el agua, sin agua ni luz ni saber si sus dos hijas, que también viven en esa localidad, estaban a salvo.
Echando la vista atrás, cuando ya ha pasado una semana, cuenta que lo que ocurrió fue algo que “no se puede imaginar. Todavía no me lo creo”.
Por ‘suerte’, “igual que vino el agua, yo creo que sería sobre las 2 de la mañana o las 3, empezó a bajar. Se fue otra vez por donde entró, enseguida se fue. No estuvo mucho tiempo el agua” en el interior de su vivienda.
Eso les permitió bajar en cuanto empezó a amanecer. Fue entonces cuando vieron el desastre que había provocado esa riada. “He perdido todo, porque abajo tenía la biblioteca, los álbumes, toda mi casa está llena de barro, los muebles todos rotos, unas puertas por aquí, cajones por allá, se reventó la puerta de la calle, los coches destrozados”, relata Isabel.
Como pudieron, empezaron a quitar muebles de en medio y salieron a la calle, donde vieron cómo había quedado todo con la angustia de no tener noticias de sus hijas.
Eso cambió cuando a las 8 de la mañana “apareció mi hija mayor y mi nieto y ahí nos abrazamos”. Un rato después, llegó su hija menor, que no había podido pasar “con tanto lío que había en el pueblo” pero finalmente, “nos abrazamos todos”, expresa emocionada.
Eso es lo más importante para ella. Lo material queda a un lado al saber que su familia está bien y que todos puedan contar lo que han vivido, que se traduce en “una pesadilla”.
Sobre las primeras reacciones al salir a la calle, Isabel detalla que “todo el mundo estaba en shock y nadie estaba preparado para limpiar eso. Como pudimos, empezamos con las escobas y eso nosotros”.
Luego, “como estaban las tiendas y los supermercados que se podía entrar, todo el mundo entraba a coger. Yo cogí café latte que viene preparado y mi hija cogió fiambre y pan Bimbo” para poder pasar el primer día tras la DANA.
Ya ha pasado una semana desde entonces, pero lamenta que “aún queda mucho” para recuperar la normalidad en el pueblo. “En mi calle hay un desagüe muy grande que se junta con cuatro que hay y sigue con agua y el barro no se quita”.
“Las labores de limpieza van muy lentas. No te digo que no estén trabajando, porque a toda hora están los militares, la UME, los voluntarios, pero mi calle no traga porque el desagüe está lleno, hay muchos coches, muchas cañas, muchos muebles, mucho barro”, cuenta Isabel, dejando claro que esa es la situación en la que se encuentra Paiporta.
En ese sentido, esta vecina quiere reiterar que “sin ayuda nunca hemos estado” y al recordar a los voluntarios y chiquillos jóvenes “me da ganas de llorar, todos con sus escobitas. Yo quiero poner una pancarta en mi casa para dar las gracias”.
Actualmente, Isabel se encuentra viviendo en un chalet de un familiar ya que se cortó realizando labores de limpieza y sus hijos le han impedido que vuelvan a su casa hasta que esté recuperada. Solo espera poder volver cuanto antes y poco a poco, recuperar la normalidad en sus vidas.
“Yo no me esperaba esto. Vamos, ¿quién se iba a esperar esto? Nadie, nadie, en la vida”, reflexiona Isabel antes de terminar esta llamada a través de la cual ha querido compartir su historia.