La Almadrabeta de Ceuta es el lugar del que procede el 90% del pescado que entra en la ciudad. Seguramente, todo ceutí conocedor de este arte de pesca se ha preguntado alguna vez cómo es el trabajo que llevan a cabo tanto buzos como marineros en el mar. La respuesta nos la han dado ellos, los propios trabajadores.
Para los amantes de la mar y los curiosos de las expediciones este reportaje es toda una joya, pues no solamente se muestra lo sucedido en la superficie, sino que las cámaras han viajado con los buzos para brindarnos unas imágenes a los que pocos tienen acceso: las profundidades de la Almadrabeta de Ceuta.
Formado por un equipo de más de 20 personas, quienes laboran en la Almadrabeta suben una media de 4 toneladas de pescado durante la ‘levantá’, a no ser que por encargo deban currarse unas tantas más.
Antes de embarcar y adentrarse en la excitante aventura que esto supone, el capitán y los marineros son los encargados de preparar los contenedores con el hielo en los que se clasificará el pescado para su posterior traslado a tierra.
Los buzos, por su parte, desarrollan labores de preparación de equipos de buceo, reguladores, trajes, recargar botellas de oxígeno y cargarlas en la lancha.
Una vez este trabajo está efectuado se pone rumbo hacia la Almadrabeta para trabajar en la ‘levantá’, un viaje incierto en el que la marea y el temporal serán definitivos para su realización.
El viaje hasta llegar a ella es espectacular, el barco transporte tira de dos barquitos pequeños, el capitán y Foncubierta, patrón también, capitanean este barco y si lanzan la vista atrás pueden ver a los marineros disfrutando del viento y de la maravilla de vistas que deja Ceuta y la inexplicable sensación de navegar por el foso de camino al trabajo.
4.000 kilos de pescado se cogen de media en la 'levantá', siempre y cuando los encargos no los obliguen a hacerse con más kilos
El barco deja rastro que el mar borra, y cuanto más te adentras, menos quieres mirar a tierra. Ni para los marineros todos los días son iguales, cada mañana es un encuentro nuevo con lo rocambolesco del mar.
La decisión sobre la llevada a cabo de la ‘levantá’ es únicamente del capitán, quien valora los factores desfavorables y los riesgos que podría sufrir el personal. Esta decisión es tomada una vez han llegado al lugar, en la zona del Recinto.
En la Almadrabeta
Aquellos días en los que la marea y el temporal es favorable, según explica a FaroTV el capitán Rafael Ariza, “cuando llegamos vamos preparando al personal para meter unas redes que se llaman las redes de ‘ahorrá’ y, a continuación, todo el pescado lo arrastramos para el este, que es para levante, para el copo y desde ahí empezamos a sacar pescado”.
Mientras Ariza hablaba era complicado mantener el equilibrio, el viento hacía balancearse el barco como si de un péndulo se tratara y todos los allí presentes tuvieron que agarrarse fuerte para no caerse en el barco ni al agua.
Juan Jesús Galán, marinero de la Almadrabeta y patrón de los buzos, matiza que desde el barco en el que marchamos hasta la Almadrabeta no se ayuda a los buzos, deben ocupar otros más pequeños que sean indicados para desarrollar el trabajo requerido.
El paso de unos barcos a otros también es toda una aventura en el mar, sobre todo si el temporal no es muy favorable. Todos deben achichar agua que entra debido al balanceo y tienen que recurrir a la astucia para no acabar empapados hasta arriba.
Independientemente de que la ‘levantá’ salga adelante, el trabajo de los buzos se realiza diariamente. Según Chema Vierna, de los cuatro buzos disponibles, dos se encargan de revisar la rabera (las redes instaladas bajo agua) que son de unos 600 ó 700 metros, mientras un tercero dirige la lancha y otro va “colgado” tras ella.
Recién llegados a la Almadrabeta, el trabajo de los buzos se dirige a la búsqueda de peces luna y tortugas que puedan haber quedado atrapadas en las redes para su liberación. También son los responsables de detectar posibles roturas. Este trabajo de revisión se realiza todos los días para mantener las redes en “perfecto estado”.
Los buzos viven la excitante experiencia de salvar a ciertas especies de la fauna marina que su destino ha llevado hasta estas redes, no siendo este un lugar para ellas. En esta peculiar vivencia que tuvimos el placer de vivir, observamos a dos buzos soltando dos peces lunas al mismo tiempo, un momento mágico.
Sergio Guzmán, jefe de equipo de los buzos, aclara que son ellos mismos los que el día previo a la ‘levantá’ “se tiran al cuadro”, la zona en la que el pescado se queda atrapado.
“Tenemos que tirarnos en el cuadro para ver qué tipo de pescado y qué cantidad hay aproximadamente para avisar al capitán para preparar las tinas de nieve necesarias para hacer la ‘levantá’ al día siguiente y sacar el pescado”, traslada.
Los buzos son siempre los primeros en salir, así lo cuenta Miguel Ángel Guerrero, otro de estos profesionales.
El proceso de dirigir al pescado
El momento de la ‘levantá’ puede parecer un proceso fácil y rápido, pero nada que ver con la realidad, hasta cinco horas puede llegar a alargarse este proceso.
Antes de sacar el pescado del mar, además del trabajo de revisión previo de los buzos, se debe dirigir al pescado hacia el copo, el lugar a donde debe concentrarse (y atrapar) todo el pescado antes de su subida.
Como peces en el mar, los buzos nadan junto a estas criaturas, viviendo cada día el sueño de muchos.
Además de las redes existentes en la Almadrabeta, para el proceso de la ‘levantá’ son necesarias otras cuya función es protagonista en esta labor. Son lanzadas al mar por los marineros a la orden del patrón y estas redes se denominan “redes de ahorrá”.
La 'levantá' puede alargarse hasta cuatro horas si la cantidad de pescado es considerable
Cuando este proceso va a comenzar, Galán adopta el papel de patrón de los buzos, embarca la lancha de éstos y los transporta hasta “su sitio” mientras se queda “arriba con la lancha dando vueltas “ayudándolos a dirigir el pescado”.
Es con el arranque de la acción en el proceso de dirigir al pescado cuando comienza toda una odisea para el que nunca lo ha vivido de cerca.
De repente sientes que tienes seis años y que estás en el patio del colegio leyendo un libro sobre aventuras de marineros que se han enfrentado a monstruos marinos y han descubierto ciudades bajo el mar.
Desde arriba, los marineros esperan a que el jefe de los buzos, Sergio Guzmán, “suelte una boya, los marineros arrían una red al grito de ‘¡arría, arría!’ y esperan a que salga una segunda boya, indicadora de que pueden ser arrastradas con la grúa hasta la red de ‘ahorrá”, adelanta.
No esconderé que Galán tuvo que detenerse durante la entrevista, pues sus compañeros no paraban de hacerle bromas, aguantó la risa hasta el final, pero el buen ambiente de ese barco (que no se pierde ni con oleaje) hizo de las suyas, terminando en risas para todos.
Guzmán transmite que los buzos se lanzan al cuadro (donde está el pescado) “desde la parte de la cámara”. Las partes que componen esta zona son: cámara, buche y el copo, esta última es la única que “tiene red completa”, los demás tienen “paredes” (boyas arriba y cadenas abajo).
Es enriquecedor descubrir nuevos términos, un nuevo lenguaje que solo se usa en el mar, el gran desconocido de muchos y fuente de mitos, inspiración para poetas y donde muchas miradas se pierden buscando respuestas.
Dicho esto, continuamos con la aventura que supone ser un buzo de la Almadrabeta. Cada uno de ellos se lanza al mar a su manera, siendo todo un evento para el que lo ve y comenzando así la gran experiencia de sumergirse.
“Empezamos desde la cámara, nos tiramos los cuatro buzos, con la lancha desde arriba comienzan a dar vueltas para asustar al pescado y nosotros desde abajo con unos pitos que llevamos en las botellas intentamos también asustarlos para dirigirlos a la parte del buche”, explica.
“Vamos a medias aguas del fondo. Hacemos una pantalla de burbujas, los pitos suenan debajo del agua como un pato ‘cua cua’ y así empujamos el pescado hacia el buche”, añade Vierna.
Contarlo es una cosa y vivirlo otra completamente muy distinta. Y entre ellas se encuentran quienes a través de las imágenes pueden acercarse a la realidad inaccesible de la vida bajo el mar, un placer para muchos y un agujero negro para otros tantos.
Tras esto, los buzos sueltan una boya. Esta boya es una indicación para los marineros que esperan arriba de que deben echar las redes de la “ahorrá”. El arriado de esta red forma “una pantalla”, continúa Guzmán.
“Ahora, los buzos nos vamos a los laterales de la Almadraba que se llama la faja. Están la ‘faja de tierra’ y ‘faja de fuera’. Lo que hacemos es cerrar los laterales y empujar el pescado hacia el copo”, aporta Vierna, un buzo con porte de aventurero entusiasta.
Una vez en el copo, los buzos deben arrastrar una cadena hasta pegarla a otra llamada “puerta sotana”. Una vez hecho esto se tira de un cabo, arriba está lo que llamamos la “zacá”, que va con unos “maquinillos”, los compañeros desde arriba arrancan los motores y suben esa puerta una vez está todo el pescado encerrado. Es entonces cuando comienza el proceso de la ‘levantá’ del pescado.
La 'levantá'
Dos lanchones, la “zacá” y todos los compañeros se unen para tirar de las redes hasta llegar al “matador”, donde con una zaranda ubicada en uno de los barcos “se va cogiendo el pescado”, adelanta Vierna.
Los buzos salen a flote y junto a sus compañeros, un equipo formado por más de veinte personas, ya todos arriba y alineados, tiran de las redes hasta llegar al matador donde “muere el pescado”.
“Una vez muere el pescado ahí, el marinero y el gruista profesional con el salabar empiezan a coger el pescado, varios marineros nos metemos en las tinas y empezamos a clasificarlo, según como nos diga el capitán y vamos llenándolos uno a uno. A la vez que clasificamos vamos echando nieve”, relata el marinero al que no le falta una sonrisa, Juan Jesús Galán, que también dedicó algún cante a los compañeros de El Faro en la mar.
F. José Foncubierta, buzo profesional y patrón: "La misión más importante es procurar que no se escape el pescado en la 'levantá"
Advierte el buzo profesional Francisco José Foncubierta de que una vez llegados al proceso de la ‘levantá’ y se procede a sacar el pescado, la misión más importante es procurar que éste no se salga de las redes.
Es inexplicable, incluso un tanto desagradable para los más sensibles, pero una vez está el pescado en el copo, comienza a sangrar dejando una piscina roja en mitad del mar.
Rafael Ariza, capitán: "El trabajo de los buzos es primordial porque ellos son los que arrastran el pescado"
En días en los que la cantidad de pescado es considerable, el proceso de la ‘levantá’ se llega a alargar hasta cuatro horas (o más) hasta que los trabajadores pueden volver a tierra con las tinas llenas de pescado, asegura el capitán Ariza.
De este pescado “se deja una pequeña cantidad en la lonja de Ceuta y el resto va para la península”.
Ariza recuerda que el trabajo de los buzos es primordial “porque ellos son los que arrastran el pescado y los que nos avisan cuando ya está para cogerlo.
¿Es duro este trabajo?
“Es un trabajo peligroso”, apunta Foncubierta.
Juan Jesús Galán, marinero: "Es muy duro porque la mar es dura. Cruzar el Estrecho todos los días no es fácil"
“Es muy duro, porque la mar es dura, hay gente en tierra que no entiende ni ‘papa’ de estas cosas y la verdad es que es muy duro, sobre todo para nosotros, los que vamos a navegar. Todos los días cruzar el Estrecho no es fácil”, recoge el marinero Galán.
Miguel Ángel Guerrero, buzo profesional: "Debajo del agua hay que hacer el doble de esfuerzo que en tierra. A nivel físico es cansado"
“A nivel físico es bastante cansado, es un trabajo de mucho esfuerzo. Debajo del agua hay que hacer el doble de esfuerzo que en tierra”, traslada el buzo Miguel Ángel Guerrero.
Sergio Guzmán, jefe de equipo de los buzos: "Cuando el agua está turbia y no se ve, no sabes lo que te puedes encontrar"
“Lo más difícil de ser buzo en la Almadrabeta es el tema de las redes. Te puedes enganchar con la botella, los días que está el agua turbia no se ve y no sabes lo que te puedes encontrar. Algunas veces nos hemos encontrado un tiburón, un día nos sorprendió un tiburón martillo y hace unos años otro ballena. También un pez espada, con el que hay que tener cuidado”, cuenta Sergio Guzmán.
También ha confesado que a veces se dan algún susto que otro debido a una gran sombra, que termina siendo pez luna gigante, como aquel encontrado hace unos meses, uno de los peces luna más grandes del mundo, con un peso de 2.500 kilos.
“El tema de redes es bastante fastidioso, sobre todo cuando no se ve nada. Te puedes llegar a enganchar y, por ejemplo, como nos pasó hace poco, de repente cambió la marea y la red se nos echó encima, nosotros gracias a dios contamos con experiencia de varios años y sabemos solventar esos problemas, pero si le pilla a alguien nuevo puede llegar a pasarlo mal e incluso no contarlo”, asegura Chema Vierna.
En sintonía a lo mencionado por Vierna, las mareas pueden llegan a influir tanto en los buzos como en el proceso de la ‘levantá’.
Cómo influye la marea y el viento
Según Foncubierta, la marea influye “bastante”, ya que significa mucho más trabajo para todo el equipo en el caso de que la ‘levantá’ se lleve a cabo.
El capitán Ariza habla del viento, del que dice que influye “muchísimo”, ya que “los barcos tropiezan unos con otros y se rompen. Tampoco podemos hacer el trabajo como queremos hacerlo”.
Rafael Ariza, capitán de la Almadrabeta: "Si el viento es muy fuerte y no cesa, nos vemos obligados a volver a tierra"
El viento influye considerablemente en la pesca. Asegura Ariza que, si el viento es muy fuerte y no cesa, deben volver a tierra “porque esto tiene que estar en calma para que nadie se accidente y los barcos no se rompan”.
A pesar de que en ocasiones los marineros y el capitán deben volver a tierra debido al viento o la marea, los buzos desarrollan labores todos los días. Revisar la rabera de unos 700/800 metros, así como la presencia de algún pez luna o tortuga que se hayan podido quedar atrapados, entre ellas.
“Lo malo de este temporal ha sido el vendaval, al no ser un viento ni de poniente ni de levante, al venir de vendaval, puede llegar a romper las redes y además salir algún compañero herido” dijo refiriéndose al temporal del mismo día en el que El Faro embarcó hacia la Almadrabeta, un primer día en el que este medio constató las consecuencias que el temporal tiene en este oficio, teniendo que volver a tierra sin realizar la ‘levantá’, acompañando un segundo día a los pescadores para la realización de este reportaje.
Miguel Ángel Guerrero, el buzo más joven de la Almadrabeta, añadió que debajo del agua no influye tanto el viento, al contrario de las mareas.
La diferencia entre la Almadrabeta de Ceuta en comparación con otras de la península reside en el tamaño, de ahí que, en nuestra ciudad, se le llame Almadrabeta y no Almadraba, como sería realmente.
Chema Vierna, buzo profesional: "Lo más bonito que me ha pasado fue cuando encontramos un tiburón ballena y lo sacamos"
En el plano de las confesiones, el buzo Chema Vierna no quiso guardarse dentro uno de los momentos que lleva grabados en su retina: “A mi lo más bonito que me ha pasado fue cuando vimos un tiburón ballena, era de unos 11 o 12 metros y tuvimos que sacarlo. La gente paga para irse a otros países para ver ese tiburón y nosotros hemos tenido la suerte de tenerlo aquí, eso ha sido para mí lo más bonito”, explica emocionado.
Para este reportaje hemos contado con la participación de Rafael Ariza, capitán de la Almadrabeta; Sergio Guzmán, jefe de equipo de los buzos de la Almadrabeta; Francisco José Foncubierta, buzo profesional de la Almadrabeta y patrón; Juan Jesús Galán, marinero de la Almadrabeta; Chema Vierna y Miguel Ángel Guerrero, buzos de la Almadrabeta.