El día 24 de agosto Juana nos dejó para siempre.
Juana ha dedicado su vida a sus hijas y su marido. Pero nunca la oí quejarse. Lo hacía con gusto y no le pesaba porque lo hacía por amor. Pienso que hay seres que los elige Dios. Y, sin lugar a dudas, ella era una de ellas.
La conocí a través del grupo con las que suelo ponerme todos los veranos en la playa. Y desde el primer día conecté con ella de una manera especial. Me di cuenta la clase de ser humano que era. Educada, discreta... Siempre dispuesta a ayudar a los demás. Cuando me dijo que era enfermera, pensé que no podía haber elegido mejor su profesión. Por su comportamiento exquisito, algo que un enfermo necesita.
Creo que todavía le quedaba mucha vida por delante, y sobre todo porque sus hijas la necesitan. Las Madres son los soportes de los hijos y no deberían dejarnos nunca. Pero tenemos que aceptar los designios de Dios y pensar que ella está en la Gloria y desde allí velará por sus hijas.
El verano que viene cuando volvamos de nuevo a la playa nos acordaremos de ti, Juana, porque has dejado huella.
Besitos al cielo