No es la primera vez que se cuela en las líneas de este periódico que el alga invasora acarrea una serie de problemas para las costas de Ceuta. Sin embargo, hay quien, dentro de la oscuridad siempre trata de sacar un rayo de luz.
Es la premisa del experto de la Universidad de Sevilla José Carlos García, quien ha iniciado la primera charla de las Jornadas sobre los resultados de la acción de control sobre esta especie en la zona del Monte Hacho.
Este profesional recuerda que la especie trae consigo un impacto medioambiental y económico. Es este el motivo que le ha llevado plantearse sacarle una salida que sea beneficiosa ya que, su presencia, está más que asentada.
Un ejemplo es el que desarrolla junto a su equipo científico, que trabaja en técnicas de compostaje, es decir, convertir esta materia natural en otro elemento que pueda ser útil. “Estamos con eso, con la producción de fertilizantes”, menciona. Otra de las alternativas es generar biogás. “Estamos haciendo las primeras pruebas de obtención de biometano”, añade.
Son ideas que pretenden encontrar una compensación económica a todo el gasto que supone tener estos ejemplares esparcidos por la playa, en especial, de los llamados arribazones, es decir, cúmulos en las orillas de las zonas de baño, que dan problemas de salubridad y de mal olor. Es una reclamación que incluso ya han manifestado los propios vecinos de la ciudad.
Consecuencias de la invasión
“Tiene un impacto en el turismo y cuesta dinero limpiar eso”, señala. “Los ayuntamientos no tienen recursos suficientes y lo que hay que intentar es cuanto antes conseguir sacar utilidad de eso”, explica.
Extraerla es también un importe financiero elevado y tampoco es tarea sencilla. “Hay que intentar dar con la tecla lo antes posible. Ya se están haciendo muchas cosas. Después, está la otra parte de la película la sostenibilidad económica, los costes que tendría ponerlo en el mercado, etc. Es todo un camino que siempre es así, para todo”, especifica.
A nivel marino son múltiples las consecuencias. Esta especie tiene una capacidad de reproducción rápida que permite su expansión con cierta velocidad. Quita espacio a otras algas nativas e incluso es agresiva con otras que tampoco son autóctonas y causan daños en el medio.
A su vez, deforma el paisaje del entorno y también afecta a otros seres vivos. “Tengo numerosas fotografías de bancos de peces que han quedado acorralados y se ha descontrolado. De pronto les viene una nube de alga, no saben salir de ella; pierden oxígeno y todos mueren”, concluye.