Cada vez que alguien tiene un problema también tiene la tentación de creer que no existe solución. Es una sensación pasajera, a veces un ligero instante de duda que inyecta adrenalina y acelera el corazón, pero que no es real. Sabemos por experiencia que, si exceptuamos los impuestos y la muerte, lo demás suele tener solución. La única duda es saber cuál es el nivel de esfuerzo, tiempo y recursos necesarios para conseguirla.
Para cualquier ceutí... no, discúlpenme, dejen que reformule la frase: para la mitad de los ceutíes (eso sí, mucho mejor), los problemas derivan de una misma preocupación. ¿Cuál va a ser nuestro futuro? ¿Cómo podemos garantizar un desarrollo económico viable para la ciudad? ¿Cuánto va a durar ese grifo milagroso de fondos públicos que llena dadivosamente nuestras vidas? ¿Qué camino tomaremos para poder garantizarnos nuestra propia subsistencia?
Aunque sean muchas preguntas, no son más que el reflejo de un único problema, para cuya solución algunas personas trabajan en esta ciudad. Pero a veces trabajar no es suficiente.
Me gusta poner siempre un mismo ejemplo que creo que ilustra perfectamente la situación que estamos viviendo y lo poco productivo que a menudo resulta el esfuerzo que se realiza.
Imaginemos que nos enfrentamos a un gran incendio forestal. De repente, viene alguien con un cubo de agua, y al cabo de un rato llegan dos personas con sendos cubos de agua más. A las dos horas llega otra persona con otro cubo de agua, y al final del día vemos cómo hay ocho o nueve cubos de agua que se han invertido en apagar el incendio. La pregunta es ¿se apagará el incendio? No, es evidente que el incendio no se apagará así.
En Ceuta nos empeñamos en traer cubos de agua bajo la premisa de que el agua es buena para el fuego, y eso es cierto. Hay muchas personas que traen uno, dos, tres, o incluso diez cubos de agua que sabemos que no perjudican, que incluso pueden ser fugazmente beneficiosos. Pero no solucionarán ningún problema. ¿Por qué? Pues porque el incendio necesita hidroaviones, mangueras, cortafuegos, limpieza de maleza en los montes y muchas horas e incluso días de esfuerzo de profesionales, todo a la vez. Y todos esos recursos y trabajo, orientados a una meta bien definida y consensuada por todos, es lo que apagará el incendio.
Pero me asalta la duda. ¿Será que tenemos un incendio tan desproporcionado que se convierte en un problema irresoluble? ¿Estaremos abocados a la desaparición como ciudad milenaria? ¿O es que, simplemente, no estamos más que echando muchos cubos de agua sin ninguna coordinación o sin haber planificado los recursos que harán falta para apagarlo?
Para asegurarme de que no es una mera sospecha mía ni una consecuencia de una indigestión nocturna, me he tomado la libertad de preguntarle a la Inteligencia Artificial, que a no ser que nos destruya en una rebelión distópica y muy cinematográfica, parece que es la nueva voz sabia de nuestra era, una suerte de mezcla ochentera entre Ramón Tamames e Isaac Asimov de la que está de moda fiarse.
Pues con esa inquietante confianza le he preguntado a la IA cuáles son las recetas mágicas para nuestro futuro económico en Ceuta. Y la respuesta ha sido curiosa.
Según me contado (en confianza), la economía de Ceuta enfrenta diversos desafíos estructurales, como el desempleo, la dependencia excesiva del sector público en detrimento del privado y la falta de diversificación económica. Hasta aquí no le he encontrado objeciones. A continuación, la IA ha propuesto algunas soluciones para mejorar el futuro económico de Ceuta, tanto a corto como a largo plazo. Entre esas soluciones ha relacionado la diversificación de la economía y desarrollo de sectores estratégicos, como el tecnológico, la digitalización, el desarrollo del sector marítimo y portuario, el comercio online, potenciar el turismo mejorando infraestructuras, nuestros incentivos fiscales, creación de zonas francas, mejorar la Educación y la FP o mejorar las conexiones entre Ceuta y la península, entre otras medidas. Y, es curioso, porque como conclusión finaliza diciendo que Ceuta necesita una estrategia integral que de sentido y coordine todos esos objetivos y medidas, con un seguimiento y redefinición periódicos de todos ellos.
Sí, lo sé. He pensado exactamente igual que ustedes. Me ha invadido una absurda sensación de inesperado respeto hacia esos duendes digitales que habitan dentro del ordenador (creo que funciona así, no estoy seguro). Tiene que haber truco, alguna trampa para que un sistema artificial “tonto” nos genere una respuesta tan obvia, tan conocida, y a la vez tan ignorada. Será porque se nutre de información que está disponible, y articula una respuesta contrastada, lógica y fácilmente comprobable.
El esfuerzo sin resultados genera frustración y también una inercia peligrosa de utilización de recursos inconexos que se pierden por el camino. El agua es demasiado valiosa para verterla cubo a cubo en unas llamas excesivamente grandes. Al menos la IA tiene bastante claro cuál es el camino que todos deberíamos seguir para garantizar nuestro desarrollo. ¿Tendrá razón o la han hackeado?
Lo que de verdad me preocupa de toda esta reflexión es que el siguiente paso en la evolución tecnológica sea añadir a las personas física y jurídica el reconocimiento de la “persona digital” y que la IA decida utilizar toda su lógica para presentarse a unas elecciones locales, autonómicas ¡o incluso nacionales! Dios me libre de ser alarmista, pero sería interesante ver el resultado.