Ver de cerca un imponente buque. Mirar cada detalle de un velero. Oportunidades que son posibles a través de las maquetas de Luis Gabarrón, que expone todas sus piezas hechas a mano en el Museo del Revellín de Ceuta hasta el 1 de septiembre.
Sonriente y afable, muestra toda su colección, hecha entre sus manos. Horas de dedicación en las que se sumerge en cada navío. Fundamentalmente, están elaborados con madera, pero no descarta usar materiales que encuentra por la calle.
Todo es valioso para este aficionado, que se convirtió en un apasionado de las miniaturas a través de su nieto. Un trabajo del colegio fue el detonante que despertó su interés en este campo. Se ha dedicado a hacer pequeños pasos de semana santa y navíos. Manifiesta que, en breve, cambiará de tercio y aplicará otra temática.
15 años
Ex celador, lleva ya quince años sentado en una mesa hasta darle forma a sus creaciones. Explica con naturalidad el esfuerzo que conlleva desarrollar este tipo de artefactos y los momentos en los que sufre algún revés.
“A mí no me ha enseñado nadie, por suerte. Yo me siento y hago lo que me sale de la cabeza. Me da por hacer una cosa y la hago más o menos” indica. “Soy una persona a la que le gusta lanzarse. No sé si lo hago mejor o peor. Mi forma de pensar es esa, hacerlo a mi manera. Que me gusta, bien, que, lo tiro y lo paso a otro más. Así sucesivamente” detalla.
A pesar de ello, se toma con optimismo su tarea y admite que, si no sale bien, se repite sin problema. La clave para generar esta prolífica producción no es otra que la paciencia.
Historias de infancia
Cada navío cuenta a sus espaldas con un recuerdo. Retales de vida, de personas que pasaron por sus cubiertas o estuvieron durante horas en camarotes. Él también forma parte de esa memoria vinculada a la navegación. Su padre era cocinero de la embarcación Capitán Parra y, como no es de extrañar, lo acompañaba en sus viajes.
Era un carguero de trigo que cada año lo llevaba a la feria de Tarifa, un buque que se vio envuelto en un episodio difícil. Un día el temporal provocó desviaciones, pero, afortunadamente, todo quedó en un susto.
Una revisión estimó que el barco debía llevar a menos personas en su interior y determinó que no era seguro ya que, como cuenta Gabarrón, carecía de chalecos salvavidas o botes en caso de emergencia.
Hoy lo narra con vívidas palabras, al igual que la historia de ‘El Lobo’, tres barcos que sufrieron una tragedia en el mar. Aquella afrenta con el oleaje, por desgracia, se saldó con la vida de quienes iban a bordo.
Lo explica con cierta tristeza y señala aquellas maquetas que son las que más le gustan. “Era joven, tenía 8 añillos. Fueron a pescar las criaturas y cuando vinieron para acá, en vez de tirar a mar abierto afuera, se metieron en el cementerio”, expresa.
‘Surcando el mar’ llega a Ceuta para dar a conocer el mundo de la navegación y para recorrer distintas embarcaciones a través de la mirada de Gabarrón.
Una exposición que merece la pena ver