Desde que, hace ya varios años, leí en la prensa que unos científicos británicos habían creado un “androide”, un robot capaz de pensar, no he parado de imaginar cómo una máquina se respondería a esa pregunta que a veces nosotros nos hacemos sin responderla de una misma manera. En la actualidad podemos comprobar cómo las neurociencias y las ramas de la biogenética nos proporcionan unos descubrimientos importantes aplicables a las Ciencias Humanas. Todas estas disciplinas asumen que, gracias a las conexiones de las neuronas, somos unos “cuerpos orgánicos” y, también, unos “yo humanos” que pensamos y sentimos, amamos y odiamos, somos generosos o egoístas, felices o desgraciados según funcionen nuestras respectivas neuronas. También se sabe que los comportamientos alteran el funcionamiento del cerebro modelando las neuronas y sus relaciones mutuas. Como resumen podríamos afirmar que las neurociencias demuestran la doctrina de Aristóteles: que el ser humano es un ser social y que mejora gracias a su capacidad de pensar, de sentir, de expresarse y de comunicarse a través de la palabra.
En esta obra Lydia Feito, profesora de Bioética y Humanidades Médicas en la Universidad Complutense de Madrid, explica la importancia del conocimiento de los factores biológicos y culturales en los procesos de aprendizaje de responsabilidades morales. Parte del supuesto de que el conocimiento de las bases neuronales del juicio moral nos permite entender cómo funciona el cerebro y cómo interactúan los impulsos racionales y emocionales. Tras describir los contenidos de la Neuroética y su creciente desarrollo, plantea los problemas suscitados por la aplicación de técnicas de “neuroimagen” y los desafíos generados por las posibilidades de “intervención y mejora del cerebro”. Analiza las investigaciones neurocientíficas sobre la moral y señala, cómo gracias al afán “localizacionista” de los procesos de la toma de decisiones, es más frecuente asumir que es el resultado de la interacción de diversas áreas.
Esta obra proporciona información sobre investigaciones actuales y orientaciones para explicar las raíces de nuestros comportamientos éticos y para comprender a otras personas propiciando el respeto mutuo, la tolerancia y la resolución pacífica de los conflictos. Parte del supuesto de que las emociones juegan un papel crítico en las conductas y guían el desarrollo de capacidades morales, reconoce que el juicio moral no descansa sólo en datos afectivos, sino que requiere capacidad para advertir los estados mentales de otras personas y para analizar las consecuencias de sus acciones.
En mi opinión estos análisis nos confirman que la Neurología ayuda a reconocer que, en cierta medida, influimos en nuestra constitución personal, porque somos el producto y a la vez los productores de nuestras arquitecturas cerebrales y de los entornos en los cuales evolucionan nuestros cerebros. Esta concepción dinámica e interactiva posibilita la elaboración de programas científicos interdisciplinarios, y, a través de ellos, propicia una vía de desarrollo cultural de los valores humanos.