Pepita, la hermana del sargento David Morenza, con destino en Ceuta, pero agregado al Regimiento de Ceriñola, en Tetuán, recibió en su casa de Santander, el 16 de noviembre de 1936, un escueto telegrama “fallecimiento su hermano sargento de este batallón”. Preguntaron, indagarón, pero nada supieran de su muerte. Debido a la guerra civil, no podían trasladarse a Ceuta, para saber más datos, y las circunstancias de su repentino fallecimiento, ni donde fue sepultado.
Una vez finalizada la guerra, el miedo hizo que guardara silencio. También el fallecimiento de su padre y quedarse Pepita sin el apoyo de sus hermanos varones, era soltera, sabemos las dificultades de una mujer sola en aquella época. Otro hermano suyo, Severino, también militar, había luchado a favor de la República y se ignoraba su paradero.
Pepita y su familia tenían una clara vinculación con las ideas de libertad, lo perdieron todo. Primero, la dignidad a través del miedo y después los recursos económicos de los que disponían, consecuencia de una vida de trabajo y ahorro. A nivel social existe la falsa idea de que la República, con sus ideales de libertad y democracia, era sólo apoyada por el campesinado y el proletariado. Sin embargo, no es así; una parte importante de la clase media también se mantuvo del lado de la República y, lo que es más importante y debemos poner en valor: una parte importante del Ejército.
Han tenida que pasar ocho décadas para que la familia Morenza, pusiera memoria a esta historia. Y todo debido al incansable trabajo de la escritora e investigadora gallega Gemma Vázquez, que tras muchos meses, consiguió todos los datos de una historia terrible, con el descubrimiento de que David Morenza, fue fusilado en Tetuán por no sumarse al golpe del 36.
David Morenza, se incorpora al ejército con 17 años, en 1923, procedente de la clase de paisano. En agosto de 1924 ascendió a Sargento de Infantería, siendo destinado a Ceuta, al Regimiento de infantería del Serrallo nº 69, (actual campus universitario). Estuvo luchando en diferentes frente, Ben-Karrich, Tasarines, Beni-Madam, Tazarinas, Zoco Arbaa...
Recibió la Cruz del Mérito Militar con distintivo bicolor. En 1927, era el secretario de causas en el juzgado militar de Ceuta. Hasta que en 1935 fue destinado a la capital del protectorado, Tetuán, al batallón Cazadores de Ceriñola nº 6. En noviembre lo visitan su hermano y padre.
Al caer la tarde del 17 de julio de 1936, David estaba de guardia en el acuartelamiento de Rekaima, en las afueras de Tetuán. Al ver el movimiento de tropas comprendería que una parte del ejército se ha sublevado contra el gobierno constitucional de la República. Al terminar su servicio, sobre las 9 de la mañana del 18, permaneció en el cuartel hasta las 12 horas, aguardando al cajero, capitán Luis Ferrer, para solicitar un anticipo de cincuenta pesetas, que obtuvo.
El 18 de julio, estuvo todo el día en el café Imperial, esperando acontecimientos. David, al comprobar que Tetuán está tomado por los sublevados decide no incorporarse al cuartel y se hospeda en una pensión, y esperar acontecimientos. Antes se llegó a su casa para coger el dinero que tenia ahorrado y algunas prensas de paisano.
Desde el 22 de julio, por parte de sus jefes, se ha ordenado una orden de busca y captura, su casa es registrada, encontrándosele bastante documentación sobre las denuncias que había formulado contra varios oficiales de su regimiento por atropellos y mala gestión en el cuartel. Algunos de los cuales serán miembros del tribunal del Consejo de Guerra que lo condenará a muerte.
En la madrugada del 29 al 30 de agosto de 1936, David es detenido por personal de la jefatura local de policía, en el piso último de la pensión de la plaza de España, cuya dueña son Remedios Pro y Ana Fernandez Pro, siguiendo indicaciones confidenciales, hallándosele escondido debajo de una cama.
Tras su detención el 30 de agosto, se comienza la causa que dará lugar al consejo de guerra, donde el inspector de política indica “... parece que su ideología política es de izquierdas sin poderse determinar matiz de la misma, pero sus contertulios de café eran de significación de izquierdas”. Se le acusa del delito de deserción frente al enemigo y abandono de destino. El 3 de septiembre de 1936, a las 6,30 de la madrugada fue fusilado en la zona conocida de Tetuán como paseo de las Palmeras.
Familia militar “David Morenza tenía un hermano militar, que luchó a favor de la República”
David tenía dos hermanos, Severino y Pepita. Severino nació en 1899 y David en 1905. La hermana mayor era Pepita, quien nació el 20 de abril de 1893. Su madre, Josefa, era natural de Santander, hija de José, un marino mercante que llegó desde Huelva en busca de fortuna y de María, fallecida joven. Su padre, Severino, era natural de una pequeña aldea de Ourense: San Cosmede, sus padres, Inocencio y Vicenta, eran labradores, por lo que, siendo Severino el mayor de cinco hermanos, poco pudo asistir a la pequeña escuela del pueblo. Severino, el padre, en sorteo de quintas celebrado en su municipio en el mes de abril del año 1883, es alistado para el servicio del ejército. Desde ese momento no lo abandonara jamás. Participó en la guerra de Cuba, de donde regresó con una extrema delgadez, consecuencia del paludismo, un par de Cruces pensionadas y el grado de teniente. Se retiraría como comandante, en el año 1926. Disciplinado, en ocasiones autoritario, fue un hombre que se forjó a sí mismo. Cuasi analfabeto a su entrada en el ejército, acabó desempeñando puestos de responsabilidad como secretario del Gobierno Militar de Palencia. Severino y David siguieron los pasos de su padre, aunque con resultados muy diferentes. El hermano de David, Severino se incorpora al ejército en 1920, ingresando en el Regimiento de Infantería Saboya nº 6, con base en Madrid. Los dos coincidirían en sus respectivos regimientos en el Protectorado Español de Marruecos.
Gemma Vázquez: “Ha sido como tocar la historia y reconocer sus silencios”
La escritora Gemma Vázquez, después de muchas entrevistas con los familiares, rebuscando en los archivos, biblioteca… pudo unir las piezas de un complejo puzle. Y dar a conocer, ochenta años después de los hechos, a sus familiares la historia sin memoria de David.
¿Y cómo llegué a investigar? Sucedió una de esas casualidades maravillosas que tiene la vida: Un día, en una reunión de un grupo de teatro al que pertenecemos Nieves Morenza y yo (a Nieves la conozco desde que yo era pequeña, ella es mayor), habló algo de un primo de su padre piloto militar, periodista, que desapareció en el 39. Nadie, excepto yo, prestó demasiada atención. Recuerdo que alguna de las mayores dijo lo de siempre: “Deja esas cosas viejas que no interesan”.
Le hice preguntas, me contó algo y le pedí que me enseñara los documentos y fotos que tenía, que me interesaba el tema. En aquel momento me dijo que sí, pero así se quedó. Se olvidó el asunto. Hasta que un tiempo después, ante mi insistencia, me enseñó los recortes de periódico, las fotos, las cartas…
Para mí fue como tocar la Historia, como acariciarla con las manos, reconocer esos silencios allí, en aquellos papeles viejos; en las cartas de Severino a su hermana; en las cartas de José desde la prisión a su hermana Aurora…
Entonces le dije que iba a buscar a Severino. Me habló de David. Pues voy a buscar a David también. Me habló de su padre. Pues voy a investigar también. Fue algo repentino. No sé porqué lo dije, no puedo dar una razón… tal vez empecé, por qué se ha convertido en una obsesión y por qué sigo hurgando.
Quizás a través de Severino, David, José, de Pepita…voy descubriendo la historia de mi país, que al fin y al cabo no es más que la historia de la sociedad en la que vivo, no es más que la historia de mi familia, también.
Voy descubriendo las falsedades sobre las que se ha asentado mi educación. Mientras más averiguo, más tengo la sensación de vivir en un territorio desconocido, lleno de incertidumbres. La transición, el 23F, la Monarquía, la Constitución. Son cosas que están ahí, pero ya no me generan ni seguridad ni certeza. No lo digo como que, la inseguridad ante el relato de acontecimientos o hechos sobre los que se construye una identidad, sea algo malo. No, para mí es al contrario, me ha hecho avanzar más. Intentar ir más allá de lo que me han contado y, sobre todo, de lo que me han dejado de contar, genera más preguntas y la búsqueda de más repuestas, sin embargo, a la vez, me da seguridad para intentar crear una visión que dé forma a esos 80 años de vacío, de desmemoria, de “no hables, no preguntes”. Supongo que en eso consiste la Memoria Histórica.
Ochenta años guardando un telegrama
La hermana de David Morenza, guardaba en lugar preferente el telegrama que recibió con la trágica noticia, un 16 de noviembre de 1936, según cuenta la familia cada vez que lo leía se preguntaba por el paradero del cuerpo de su hermano y sobre lo que le sucedió. Pepita, nunca supo dónde estaba enterrado su hermano, ni las causas exactas de su muerte. La madre de David había fallecido en 1932 y el padre en 1939. Según las cartas de Pepita, sumido en la desesperación y la tristeza por sus hijos (David fallecido, sin conocer muy bien ni las causas ni el modo, y Severino desaparecido durante tras la guerra civil). Respecto a David, sus primos le recuerdan con muchísimo cariño: “Cuando venia al pueblo traía una maleta llena de libros y enseñaba a los niños del pueblo a leer y les dejaba libros”. Pepita, la hermana, falleció en 1978. Llevaba más de 20 años encamada, sin salir de su habitación. La cuidaron sus primos José y Aurora, y la hija de José: Nieves, persona que ha sido pieza fundamental al facilitar a Gemma Vázquez toda la documentación y datos. José, el primo y padre de Nieves, era guardia de asalto el 18 de julio. Luchó en el bando republicano, en el frente de Asturias. Escapó a Francia. Volvió a entrar por los Pirineos. Participó en la Batalla del Ebro. Detenido, juzgado, condenado a muerte, preso en la cárcel de Ocaña… No regresó a su pueblo hasta 1943.
Como el sargento David Morenza, hubo otros muchos ciudadanos de a pie que no aparecen en los libros de historia, fueron héroes anónimos que lucharon por un pais en democracia y en libertad y lo pagaron con su vida.
La capital del Protectorado, en aquella tarde del 17 de julio de 1936, los dirigentes políticos y sindicales tetuaníes, tras tener conocimiento de las primeras noticias de la sublevación en Melilla, se reunieron en el Centro obrero republicano, situado en la céntrica calle de La Luneta. Su presidente, el maestro nacional Elíseo del Caz Mocha, organizó patrullas para que recorran la ciudad e informen de los movimientos de las tropas, y estos a su vez lo comunicarían al Alto Comisario, leal a la República.
Cada patrulla se componía de cuatro personas y el dirigente Tomás Ureña, -oficial de hacienda-, era el encargado de recibir los informes. Hasta la medianoche del 17 de julio estuvieron realizándolos. Sobre 00,30 de la madrugada del 18 de julio, tropas de Regulares, asaltan el Centro Obrero, en su interior se encontraban unas trescientas personas, deteniendo a todos y permaneciendo la noche allí encerrado hasta que por la mañana, comenzaron a tomar declaraciones, la mayoría fueron enviados, primeramente a la cárcel europea y con posterioridad al Campo de concentración "El Mogote", donde cerca de 200 fueron fusilados.
La guerra, la guerra, que tristeza deja a su paso, que dolor y silencio en las familias, en el tiempo, la muerte sorprende a muchos sin dar un alivio durante la vida, a los supervivientes. Los vivos tienen un dolor que nunca se lo van a poder quitar, sólo disminuirlo en algo con el conocimiento de la verdad. Al cabo de los años todos debiéramos preocuparnos por ayudar a buscar el antídoto a ese dolor.
Aconsejar el olvido es sencillo cunado el dolor no te ha afectado, dolor que vuelve y vuelve ante la incomprensión ajena.
Gracias a Gema Vázquez, tu labor seguro que muchas veces incomprendida nos da la verdadera felicidad tanto para el que recibe la noticia como para el que la da. Muchas veces también este último incomprendido.
Gracias a ambos