Frontera e Inmigración

9 horas: del ‘Boza’ a la devolución

Unos 200 subsaharianos intentaron su entrada en Ceuta la pasada madrugada, entre ellos había varios adolescentes. 85 llegaron a la valla, encaramándose más de 60 frente a la Finca Berrocal. Tras 9 horas, fueron obligados a bajar y entregados a Marruecos, que los detuvo ejerciendo prácticas cuestionables. Solo 5 entraron al presentar heridas

Todavía no han dado las 6.00 horas. Salim Ibrahim, de Camerún, tiene solo 15 años, pero está dispuesto a sumarse al grupo de unos 200 compatriotas que preparan el camino hacia la valla. Benzú lleva meses convirtiéndose en un paso infranqueable. Tras la Mujer Muerta quedan campamentos, pero alcanzar la playa resulta imposible. Esa madrugada, los antidisturbios marroquíes están haciendo guardia en Beliones. Una madrugada más, como desde hace meses.
Esta vez las carreras, los saltos, las escapadas a la desesperada eligen otra vía, se tornan hacia Tarajal. Frente a Finca Berrocal, las vallas de más de seis metros de altura constituyen la otra meta para Salim y para más amigos adolescentes que, como él, esta madrugada se han tenido que transformar en hombres fuertes, en auténticos leones.
Es la hora. Las siete en punto. Salim tiene miedo pero corre. Son más de 200 en el grupo. Suficientes como para despistar a unas fuerzas marroquíes en horas bajas ante la proximidad de la Pascua del Sacrificio. Marruecos logró parar inicialmente a una treintena, el resto siguió y siguió llegando a forzar una de las puertas ubicada entre las vallas y utilizada para las devoluciones. Las mismas que, horas después, iban a protagonizar estas personas.
Lograron así entrar en el espacio entre vallas, algunos heridos, otros enteros, fuertes, gritando ánimos al resto. Rápidamente treparon las vallas, quedando encaramados en una y otra un total de 65 varones. Entre ellos Salim. “Tenemos miedo, quieren echarnos a Marruecos. Hay compañeros heridos y cansados. Yo estoy bien”, explica, en conversación telefónica con este medio cuando todavía permanecía subido en lo alto del vallado.
El miedo de Salim se extiende a todo el colectivo. Un miedo que se calma con los gritos de Boza, boza; también con cánticos, mirando al cielo, rezando, clamando cientos de ‘por favor’ a los guardias civiles que, en primera línea de la valla, están encomendados a seguir órdenes políticas. Por vez primera además de agentes de la Benemérita se organiza un dispositivo integrado por más fuerzas de seguridad, desde CNP hasta Policía Local, incluso se incluye a la Autoridad Portuaria y Parque Móvil. En el mar, mientras, se ordena que esté el Servicio Marítimo, en una mañana en la que Marsave tuvo que atender a un inmigrante con fractura que pudo llegar hasta la playa del Tarajal.
Se escuchan gritos, lamentos desde la altura de la valla, pero también en el suelo, en el espacio entre vallas en donde permanecen inmigrantes heridos, tendidos en el suelo, sin fuerzas para trepar a la ‘cima’ coronada de concertinas en donde están subidos ‘sus hermanos’, cual equilibristas sobre una línea: la material de la alambrada y la invisible de una ley que se interpreta según los criterios del Ministerio de Interior que se encarga de ejecutar la Delegación del Gobierno.
Pasan las horas, se repiten canciones tribales que suenan con tristeza en la doble valla. El mayor grupo de inmigrantes, unos 60, está frente a la Finca Berrocal, escenario hace unos años de muchas entradas dramáticas, de heridos, también de muertes. Unos metros más arriba, dispersos de manera más aislada, están otros compañeros. En total son 85. Algunos prácticamente desnudos porque sus prendas han quedado rotas en el camino; otros enfundados en dos y tres pantalones, que les sirven para protegerse de unas concertinas que hieren, que sangran y que pueden matar. Ya lo han hecho, aunque el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, siga bautizándolas como meros ‘elementos disuasorios’.
Salim pide ayuda. “Nos quieren echar. No vemos ambulancias. No queremos bajar...”, se lamenta. Las horas pasan y en pleno perímetro decenas y decenas de hombres se dejan atrapar en la incertidumbre de la legalidad y la ilegalidad. Desde un despacho del COS, el delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, sigue por las cámaras los acontecimientos. A pie de campo, los que están no son los mandos políticos de despacho, sino los componentes de la Guardia Civil para ejecutar decisiones tomadas por los primeros.
Las escenas son dramáticas. Inmigrantes que no pueden mantenerse en pie; otros que intentan en varias ocasiones trepar sin éxito porque les fallan las fuerzas; y los más fuertes gritando para no temer. A unos metros les esperan compatriotas residentes en el CETI, que se han enterado de lo ocurrido, que les gritan desde la distancia y que empiezan a violentarse cuando pasan las horas y nada cambia en la frontera sur. “Ayudarnos, graba, graba”, grita uno de ellos. Un pequeño grupo llega a la carrera desde la parte superior del vallado para unirse al grupo mayor. Las fuerzas marroquíes los paran, son los primeros, en torno a las 10.30 horas, en ser devueltos a Marruecos. Uno se les escapa y llega hasta donde están sus compañeros, los demás son detenidos y entregados a las fuerzas marroquíes que los llevan a rastras o en volandas a sus vehículos: uno de los míticos todoterreno que España regaló a Marruecos hace años y que nunca pudieron ser entregados por Tarajal.
Son las primeras devoluciones que ya marcan el punto y final de esta historia. La llegada de grúas del Parque Móvil sirve a los GRS de la Guardia Civil para empezar a ejecutar las devoluciones en caliente. Y así se hace, con elevadores que sirven a los agentes para llegar a la ‘cima’ de espinas que  otros hombres han alcanzado cortándose las manos. Algunos jóvenes oponen resistencia, otros sencillamente se entregan y hay quienes, vista la ‘derrota’ se dejan caer. Cinco heridos son trasladados al Hospital. Son los únicos que han logrado entrar en España tras una decisión política de no dejar que permanecieran horas encaramados al vallado.
Los mejanis se hacen cargo de los inmigrantes, protagonizando escenas violentas al golpear, incluso en el espacio entre vallas, a subsaharianos que ya carecían de fuerzas. Una actuación gratuita, sin sentido, engarzada en una frontera que no solo separa legalidades, sino también derechos y vidas.
Algunos internos del CETI, testigos del rechazo de sus compañeros, lanzan piedras. Un agente de la Benemérita resultó herido. El principio y el final: de la esperanza a la devolución
Los subsaharianos confiaban en lograr su entrada, pero les esperaba la devolución Los protagonistas de esta fotografía son dos jóvenes que integraban uno de los grupos dispersos por el perímetro. Estuvieron solos durante casi 9 horas, encaramados a la valla, sobre las concertinas. Confiaban en poder entrar en Ceuta, gritaban Boza, expresaban su alegría... pero pasaban las horas y la historia no cambiaba. Tenían a un agente de la Guardia Civil delante, controlando sus movimientos. Así hasta que en torno a las 14.00 horas se aproximaba una grúa con elevador. Sobre ella, dos componentes de los GRS, encargados de interceptarlos para entregárselos a Marruecos. Uno de los inmigrantes bajó por sus propios medios ayudándose de una escalera que le habían tendido. El otro, enganchado con sus ropas a las concertinas quedó atrapado de tal manera que ni los propios guardias podían desengancharle. Tuvieron que hacer uso de herramientas para cortar las alambradas que habían terminado por rasgar la ropa del joven. Gritaba de dolor, dolor por no poder liberarse, pero dolor también por saberse derrotado, por saber que su sueño de cruzar había terminado. La primera vez
Dispositivo de todas las fuerzas de seguridad en el terreno
Es la primera vez que sucede. En esta ocasión llamó la atención el despliegue en la zona, ya que además de funcionarios de la Guardia Civil, se movilizó a la Policía Nacional y Local, contando además con apoyo del Parque Móvil e incluso de la Autoridad Portuaria. Se iba a proceder a la devolución de todos los inmigrantes y se ordenó que hubiera un refuerzo de todos los cuerpos policiales. En altas esferas se llegó a temer que pudiera producirse alguna tangana. Los compañeros del Ceti
Un grupo numeroso de internos del Ceti acude a saludar a sus amigos Un amplio grupo de subsaharianos del CETI caminó hacia el perímetro en busca de sus compañeros, saludándoles desde la distancia y gritándoles dándoles ánimos. La situación cambió cuando vieron cómo se les entregaba a Marruecos. Algunos se pusieron nerviosos habiendo incluso lanzamiento de piedras, dejando herido a un agente de la Guardia Civil. La actuación de las fuerzas marroquíes
Detenciones marcadas por el uso de porras entre las vallas Las fuerzas marroquíes sacaron a algunos de los inmigrantes del espacio entre vallas a palos; a otros los persiguieron para, entre varios, evitar que escaparan haciendo uso excesivo de la fuerza. Hubo empleo de porras, palos y también patadas, llevándose a varios de los subsaharianos arrastrándolos hasta los vehículos. El detalle: 5 heridos
Cruz Roja fue activada en torno a las 10:00 horas a pie de línea Cruz Roja fue activada por la mañana y se le requirió en el perímetro en el momento de llevarse a cabo las devoluciones para que comprobara el estado en que se encontraban los inmigrantes a los que, previamente, la Guardia Civil había detectado que tuvieran heridas o cortes. Las entregas se hicieron de forma rápida, interceptándose inmigrantes dentro del vallado e incluso permitiéndose actuar a la mejanía en el espacio entre vallas, bajo competencia española.
Cinco personas fueron trasladadas al Hospital con contusiones, fracturas o cortes, bien por las concertinas o bien porque se precipitaron al caerse desde lo alto de la valla. La Delegación del Gobierno informó ayer de que ninguno de los casos revestía gravedad, siendo tratados en el Hospital. Después de recibir el alta pasarán a ser acogidos en el CETI, que ayer estuvo activado ante la posibilidad de que los inmigrantes entraran finalmente en la ciudad.
El dispositivo que sobre el terreno dispuso la Guardia Civil terminó una vez fueron entregados todos los inmigrantes. La demostración de que había heridos lo reafirma el hecho de que Marruecos también llevó a cabo traslados en una ambulancia. Quedaron jóvenes que no podían siquiera tenerse en pie, algunos intentaron correr para no ser detenidos pero en plena carrera terminaron desplomándose.

Fotos/vídeo: Quino/M.Mancebo

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