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75 años nazarenos

Mi Nazareno al salir
no es hermandad, es plegaria
parece una cofradía
y es un revuelo de capas
los nazarenos son velas
para ese barco de plata

Cuando apenas han pasado doce meses desde que finalizara la Semana Santa de 2013, cuando tras clausurar la Semana Mayor la Iglesia Católica vivía una Pascua que daba sentido a su fe. No os quepa la menor duda de que la Resurrección de Cristo ha sido la causa de esa alegría innata en los ojos del cristiano, que proviene de la certeza de que no está solo, de que más allá del dolor y de la muerte hay una respuesta eterna que colma la vida. Jesús triunfante ha vencido a la muerte. El sufrimiento en la Cruz no es un sufrimiento absurdo y vacío. ¿Quién de vosotros pondría sus ojos en una fe que habla de dolor, y más dolor, sin más, porque sí?
Y en los arbores de una nueva Semana Santa, en una mediada Cuaresma, en las postrimerías de un duro año de trabajo pertinaz, me veo aquí plantado frente a ustedes una vez más para ser esa voz que proclame a los cuatro vientos que Cristo sigue siendo el mismo ayer, hoy y siempre, que como la primera vez que me agarré a un ambón allá por 1993, hace unos veinte años, me siguen temblando las piernas, me siguen sudando las manos y  ¿cómo no? Sigue desbocándose mi frágil y débil corazón en un galope tendido ante la impaciencia de recordaros lo inenarrable, ante el orgullo y la satisfacción personal de poder hablaros una vez más de lo que da sentido a nuestras vidas, el Principio y Fin de todo lo creado, el Alfa y el Omega, el que Era y el que Es, el que cabalga por mis venas con un trote parsimonioso y hace que ponga pasión en todo lo que hago, perdón; no es sólo pasión, es la intuición, la Ilusión...
El hombre sólo se puede comprender a partir de Dios, y sólo viviendo en relación con Dios su vida será verdadera. Pero Dios no es siempre desconocido y lejano, Él nos muestra su rostro en Jesús, desde que tenemos a Jesús presente, Dios, Nuestro Padre, es distinto, se nos muestra tal como es para que lo conozcamos en profundidad, al contemplar su obra y su voluntad reconocemos los pensamientos de Dios mismo.
El cristianismo es mucho más que una cofradía, eso es obvio, evidente, y si me apuráis parece absurdo recordarlo, está claro que no existirían las cofradías sin el cristianismo, pero gracias a ellas se han forjado buenos y convencidos cristianos que siguen a Cristo desde esa perspectiva de vida comprometida que supone pertenecer a una hermandad de penitencia.
De las cenizas de un cofrade quemado por la sociedad y la gente que lo rodea en su quehacer cotidiano, urgido por la amenaza de sus propios hermanos, surgieron focos que crearon la luz para pequeños grupos del pueblo que a su vez son luceros dispersos que alumbran la vida diaria de sus gentes, fundamentándose en el ideal de reconocimiento de la dignidad de toda la persona creada a imagen y semejanza de Dios uno y trino, trino y uno.
Desde siempre, hubo más aportaciones con las cofradías como argamasa para unir hermanos dispersos en la sociedad materialista, consumista y pagana que nos corroe como un cáncer; la auténtica fe no niega nada de lo que hay de bueno, bello y verdadero en cualquier cultura. Hoy tenemos una España empeñada en borrar todo rastro de sus raíces cristianas, en cambio, sólo se puede encaminar hacia su disolución mientras se convierte en implacable depredador para el resto del mundo.
Y por ello, hoy, nuestra hermandad quiere seguir siendo, ¡nada más y nada menos!, que una luz que ilumine la existencia y que invite al bien y la verdad. Es la invitación que reclama lo más hondo de todo corazón humano, por muy ofuscado y reventado que tenga la incristianidad actual negando la respuesta a su sed infinita. El agua que sacia esa sed está en la Iglesia: he ahí el ser de la cofradía, Cristo mismo, Nuestro Padre Jesús Nazareno, el Nazareno enamorado de su pueblo. Sin Él, no hay cofradía, ni cristianismo, ni hay humanidad verdadera alguna.
¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?, nos preguntamos como Pedro cuando asustado, agarrado a su barca le veía acercarse andando sobre las aguas  y haciendo que se calmara la tempestad.
La túnica morada del Espíritu de Dios hilvana sus hilos y en un vuelo, desde la capilla se posa en las costuras del santuario de Santa María de África. Mi Jesús caído se levanta, y ayudado por una corte de cirineos morados con agudos capirotes que taladran el cielo del martes santo caballa, se convierte en el Señor de la cofradía, el Padre de tantos cofrades, en el amor de sus hijos. Es un Nazareno puro, inmaculado que rezuma bondad por los cuatro costados, redención y serenidad, que va derramando esperanza y salvación por los poros de su túnica morada...
A mi Cristo lo recuerdo desde siempre, en los primeros años de mi infancia temprana allá por la segunda mitad de los años 70, andaba yo rondando los nueve años y gracias a un cúmulo de circunstancias aterricé en las manos del que ha sido mi maestro cofrade, don José Serón Sánchez, Pepe Serón, el inaccesible, el cercano, el prioste de priostes, ese loco que me contagió su amor hacia las imágenes de Ceuta, pero en especial a esa Niña morena que lo llena todo cuando te enfrentas a su penetrante mirada cegadora de azabache que taladra mis retinas y me inculca en lo más hondo del corazón que lo último que se pierde es la Esperanza.
Sí, es lo último que se pierde aunque te pesen las cruces de cada día, aunque parezcas desfallecer, aunque no veas aparecer en el horizonte a ese Simón de Cirene que apuntale tu espíritu débil, quebrantado por el peso de tus pecados y te suavice el tortuoso camino de espinas y cardos que encontramos a lo largo de nuestro peregrinar por estos vaivenes del río de la vida, pero cuando parece que tus rodillas flaquean, cuando tu hombro izquierdo llagado y sangrante te recuerda que sin El no eres nada; extenuado por ese run run que punza nuestras sienes cual corona de agudas espinas que nos atormentan, cuando la soga al cuello se hace insoportable y no te deja a penas respirar; cuando tus pies descalzos no soportan la frágil carga de tu cuerpo, entonces aparece como un relámpago fugaz, envuelto en un halo púrpura, como un lirio temprano de los que nacen al borde del camino, de ese camino que nos lleva hacia Ella, entonces empiezas a notar que lo que te oprime el pecho ya no es la fatiga sino las ansias de vivir a otra velocidad, el estómago se te sube a la boca y esas mariposas que nacen con la primavera, empiezan a revolotear haciéndote cosquillas en las entrañas, porque tu cruz ha dejado de pesar pues la está llevando a tu lado la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ese Bravo León de Judá, el Rey de Reyes...

Yo soy Jesús Nazareno
el Padre de los designios
el que carga con las penas
sin papeletas de sitio
el que de amores se muere
el del color de los lirios
el que en su túnica lleva
a toda Ceuta cosido
con hilvanes de promesa
y devoción en sus hilos.
Yo soy Jesús Nazareno
aquel que te da el pellizco
cuando alzas la mirada
descubriendo en su martirio
que por su pecho trasminan
las puertas del paraíso.
Yo soy Jesús Nazareno
en este templo yo vivo
y la Señora del martes
la Madre de mis delirios
la hermandad de mis amores
cuida la fe que ha nacido
entre orillas y las playas
de paraísos perdidos.
Yo soy Jesús Nazareno
soy la gloria de Dios vivo
y en Ceuta me quedo yo
por los siglos de los siglos

Te hicieron de madera y lejanía, siempre vigilante, te situaron en una plaza desde la que se otean ambas bahías y te rodearon de cera, incienso y flor. Hoy esa coqueta capilla es un pequeño tesoro que guarda el brillo de su historia. Lo que golpea mis neuronas, lo que me eriza la piel, lo que acelera el pulso de mis arterias, lo que me hace estar vivo es una historia reciente y tan lejana ya... Un álbum de familia entrañable, son retazos de una corta, pero intensa vida cofrade.
Qué no daría yo por empezar de nuevo a subir y bajar esa escalera del cuartillo para traerle a Pepe una llave, los alfileres o algún encaje...
Qué no daría yo por empezar de nuevo a deshojar tardes en la Plaza de África esperando la llegada del Domingo de Ramos, preludio de un Miércoles Santo que con los años pasaría a ser el Martes Santo soñado.
Qué no daría yo por ver pasar el tiempo y observar de cerca cómo tu gente ha ido pasando cerca de los respiraderos de tu paso...
Qué orgullo, y que satisfacción más grande siente este nazareno por sus capataces y costaleros. Vosotros sois y significáis algo muy importante para mí. No pasa el día en que no se me llene la mente de recuerdos, ante esas chicotás que sólo vosotros sois capaces  de crear con vuestro esfuerzo y vuestro arte; chicotás de las que quitan las telarañas del sentío, y ponen los pelos más erizados que un manojo de capirotes. Es impresionante el recuerdo de vuestro trabajo...
Casi sin darnos cuenta, Dios Padre ha hecho calar en nosotros todo un tropel de experiencias que nos adentrarán en el milagro de su pasión redentora una nueva primavera. El corazón de cada cofrade se irá preparando durante la cuaresma para que Dios hecho carne se convierta en Sacramento vivo el próximo Jueves Santo. Seguimos  preparando el camino saboreando una Trinidad perfecta que nos envía su Segunda Persona, hecha hombre, renovando el don de la fe, recreándonos en la llamada del Padre por medio de nuestra hermandad hecha cofradía en la calle, alentando la conversión de cada corazón que se enfrenta con su humilde mirada o la de su Bendita Madre Corredentora.
Setenta y cinco años  de historia contemplan a nuestra hermandad, Ella es nuestro aval y nuestro reto de cada día, nuestro más preciado legado,  tenemos nuestras luces y nuestras sombras, hemos sido criticados, denostados, incomprendidos..., pero aquí seguimos; contra viento y marea, aquí estamos. Somos cofrades del Nazareno por vocación y moriremos cofrades por convicción. Todo esto nos obliga y nos compromete. No podemos dejar que se apague la llama que durante siglos ha permanecido encendida, y que ha sido colaboradora constante en la catequesis de la Iglesia.
Cierto es que hemos de actualizar nuestro mensaje para ser comprendidos, la hermandad debe aprovechar el enorme caudal humano que llama a sus puertas, e involucrarse decididamente en la ayuda al hermano. En su seno debe generarse el clima necesario en que apoyarse, para buscar respuesta a los problemas de cada día. Sólo deseo, que aquellos cristianos que no entienden nuestras manifestaciones de religiosidad popular, que no comprenden la catequesis de nuestros pasos en la calle; se abstengan de opinar sobre algo de que nada saben.
Ceuta, el Señor saldrá de su casa, recorrerá tus calles, tus plazas, tus esquinas, irá hasta la Catedral, exhalará su Espíritu de pasión y con la primavera en el suspiro volverá a su templo, a el Santuario de Nuestra Madre y Patrona, Santa María de África, para quedarse por siempre en las entrañas del Nazareno Enamorado.
Aquí estoy Nazareno, para arrodillarme ante el poder de tu mirada, y con tu venia pedir por esta tierra cofrade que te espera en las calles. Aquí me tienes Padre infinito, conquistador de la muerte, Señor de la ciudad, faro de sus pesares, terremoto de pasiones, Varón de amarguras.
Levantad cruces de guía y allanad los caminos del Señor, tomadlas en vuestras manos y seguidle y si no encontráis la Cruz haceos cirineos para que la Cruz de Cristo descanse sobre vuestras manos cuando el martes santo salga Jesús Nazareno a nuestras calles...

El Senatus se elevó
se contoneaba al viento
la tarde cargó su Cruz
en una esquina del templo
ya se acabaron las cuentas
en ese reloj del tiempo
y Machín se despertó
de su aletargado sueño
se cubrieron los hermanos
con sus capirotes nuevos
y el duende de una saeta
quebró el silencio del viento
con un nudo en la garganta
que se quebró en un lamento.
Se abrió otra vez esa puerta
y en la calle un hervidero
de arremolinadas gentes
que iban clamando a los cielos
se ciñeron costaleros
con la faja en un momento
y en lo hondo de sus almas
sólo un nombre repitieron
ese que dicen sus padres
ese que claman sus viejos
el mismo que está grabado
al fuego de su consuelo
al yunque de sus dolores
al zanco del costalero
el mismo que se repite
 al rezar el Padrenuestro.
Eres el Padre Bendito
el consuelo, el alimento
el pañuelo del que sufre
la salud de los enfermos
la fuente de vida eterna
y alivio del sufrimiento.
Eres el Padre Bendito
devoción de mis ancestros
que han sabido así llevarte
por los anales del tiempo
rezandote sin descanso
al calor del Padrenuestro

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