El de hoy será el 5 de agosto de la tribulación. No he conocido otro más triste para la ciudad. La fecha del calendario, que tradicionalmente estuvo llamada a ser la más alegre del año, en esta ocasión se nos muestra oscura, desoladora y llena de incertidumbres. Se me hace del todo imposible imaginar, por un momento, el alborozo y el resplandor del Real de la Feria, la multitudinaria y hermosa ofrenda floral de la Patrona, rematada al día siguiente con su emotiva y mayestática salida procesional al encuentro con su amado pueblo.
Por el contrario, me vienen a la mente las imágenes de esos dos alegres y queridos amigos del alma de toda la vida, Juan Rodríguez Barrones y Juan García Torres, tan felices ambos en cualquier caseta de ese Real, tal y como hacían puntualmente con sus particulares ‘san viernes’. Me acuerdo igualmente de la joven Samra Amar Ahmed, gozando del disfrute de sus hijos en las atracciones feriales. Y, por supuesto, de Carmen Raya Rodríguez, a sus 81 años, asomándose también a ese recinto ferial, tan a pie de su casa de Alfau. Cuatro apreciados ceutíes a los que se llevó sin piedad este maldito coronavirus.
Un 5 de agosto, en fin, que no nos liberará del sufrimiento y de las consecuencias de la pandemia en todos los ámbitos. No es cuestión baladí el cierre de comercios y los que pueden seguir la misma suerte. Un duro varapalo para tan importante sector de nuestra, ya de por sí, debilitada economía. No somos los únicos, de acuerdo. En la otra orilla el fenómeno es también desolador, mas, en nuestro caso, la postura del gobierno marroquí de ahogar a Ceuta y Melilla está siendo la puntilla con esa frontera que cuando se abra no volverá a ser jamás la que fue.
Desde 1874 cuando se instauró, coincidiendo siempre con la festividad del 5 de agosto en su epicentro, la Feria acudió desde entonces puntualmente a su cita, con el paréntesis los años 1936, 1937 y 1938, como consecuencia de la guerra civil. Volvió en 1939, una vez concluida la misma, en medio de la exaltación de los vencedores de la contienda que no duraron en prorrogarla hasta los diez días.
Pero no siempre las fiestas se celebraron en el mes de agosto. En 1963 se acordó trasladarlas al intervalo comprendido entre finales de junio y principios de julio, bajo la denominación de ‘Fiestas de Verano’. Se anulaba así también de un plumazo la primigenia nomenclatura, la que felizmente aún perdura y esperemos que sea por mucho tiempo, ‘Feria y Fiestas en honor de Santa María de África’.
Un acuerdo plenario de aquel año fundamentaba tal cambio en base a que en esas tradicionales fechas agosteñas, “las ferias de Málaga y Algeciras atraen como un espejismo a los feriantes, alejándolos de Ceuta”. Y así, efectivamente, parecía demostrarlo el vacío paulatino de atracciones que venía desluciendo el extraordinario Real del muelle Dato.
Cómo sería la cosa, que el Ayuntamiento, incluso, ofreció, a partir de entonces, tarifas mínimas a dichos feriantes, cobrándoles tan sólo la ocupación del terreno, al tiempo que se hacía cargo de la acometida eléctrica y les autorizaba precios superiores a los de la Península, para compensarles de los gastos que les suponía el paso del Estrecho.
Total, que se duplicó con creces el número de atracciones, y todos tan contentos. Menos Hadú, claro, que con este reajuste de fechas se quedó para siempre sin su simpática y concurrida feria de toda la vida, coincidiendo con los finales de junio.
Pasado un lustro, la Feria de Ceuta volvió a sus habituales fechas agosteñas, una vez esas otras ferias vecinas fueron reajustando también sus días de celebración, para beneplácito general de la ciudadanía.
Por supuesto que la Patrona jamás quedó en el olvido en medio de aquel brusco cambio que supuso la mutación a Fiestas de Verano. Antes, al contrario, se argumentaba que de esta forma se separaba lo profano de lo puramente religioso, solemnizándose también la festividad del 5 de agosto, fecha en la que la Patrona salió justamente ese día (recordemos, de 1963), al contrario que en años anteriores en los que dicha salida no tenía por qué coincidir exactamente con la citada fecha.
De tal suerte, agosto se dedicaba por entero a la conmemoración de la Virgen de África con los cultos en su honor en medio de la mayor solemnidad, sosiego y espiritualidad y sin ningún otro tipo de celebraciones profanas.
Y en medio de todo este entramado, el entonces concejal e inolvidable cofrade que fue José Antonio González, ‘Pepe Remigio’, se convirtió en uno de los más ardientes defensores del cambio. "Las fiestas de la Virgen de África no se instituyeron pensando en traer más o menos atracciones sino en honor de la Patrona".
Así de claro.
Nuestros festejos nacieron en un lejano 1874 como una modesta velada con la denominación de ‘Fiestas en honor de Santa María de África’, según se recogía en el programa oficial editado en la imprenta José Guerra, el primero tipografiado a seis tintas, que suscribía la comisión organizadora presidida por José Saavedra Rullán, siendo alcalde Demetrio Guillén Conde. Así siguió rezando en los sucesivos programas de la época, en los que la Solemne Salve y Función Religiosa constituyeron siempre una parte esencialísima de la celebración.
La Virgen de África fue oficialmente declarada Patrona en 1640, si bien existen documentos en los que hay constancia de que los cultos en su honor provienen desde el propio siglo de su llegada, el XV, y en el XVI era la cofradía más antigua de la ciudad.
Lo de procesionarla viene de muy antiguo, si bien en ocasiones excepcionales y no de forma regular como viene sucediendo desde mediados del pasado siglo. La primera salida data precisamente de otros tiempos de pandemias, la de la peste bubónica. De ahí que, para rogar por su rápida extinción, se decidiera sacarla a la calle un 8 de abril de 1602.
A la triste e inquietante situación que vivimos se nos une en este 5 de agosto el vacío de esa imagen de la Patrona sin poder salir a la calle para reencontrarse con sus devotos y pueblo de Ceuta en general, por el azote del Covid-19. Lo que no será obstáculo para que muchos se acerquen a su templo en rogativas demandando su ayuda, como sucedió en otros periodos de epidemias en la historia de su pueblo.
La ausencia procesional de la Virgen en este día se nos hizo siempre muy difícil, tal y como sucedió, aunque en otras circunstancias, entre 1992 y 1995 cuando, incomprensiblemente y aduciendo razones de conservación de la imagen tras su restauración, la autoridad civil y la religiosa de la época, no conformes con vetar su tradicional atuendo, vestida y coronada, denegara también su dicha salida procesional.
Desmontados todos los argumentos en torno a aquellas desproporcionadas medidas de protección de la talla, miles de ceutíes se congregaron en la plaza de la Constitución para exigir la vuelta a la tradición, acontecimiento del que hoy, precisamente, se cumple un cuarto de siglo.
Al año siguiente y tras un lustro sin salir de su templo, Santa María de África era aclamada entusiásticamente por varios millares de personas en una de sus procesiones más emotivas que uno recuerda.
Que sea por muchos años y que el presente sea sólo la excepción.
Terribles noticias desde la localidad de Tetuán, y es que el director del centro hospitalario…
Las novedades que la plataforma de pagos Bizum trae para el 2025, sin duda, cambiarán…
El ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, ha convocado para este jueves 28 de…
El titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Ceuta dejó visto para sentencia…
En esta jornada marcada por el desarrollo de cuantiosos actos para conmemorar el 25N y…
Instituciones Penitenciarias de Ceuta ha sido galardonada este lunes con el VIII premio María Miaja…