Hay muchas energías que favorecen y realzan el ánimo. Pienso en una: la ilusión por aprender. Por el contrario, se me cierran los puños de rabia cuando observo que esto pasa desapercibido a los ojos de nuestros jóvenes. Una vez más recurro a mi experiencia personal como fuente de conocimiento.
Si he de establecer un punto de inflexión en mi oficio y deriva como estudiante ese fue el tema de los logaritmos, con el padre Javier. Por primera vez sentí que no tenía el control. Una sucesión de símbolos que dejaban frío mi intelecto; un extraño saber del que no entendía de dónde venía y hacia adonde me conducía. (Otra vez la filosofía como en el origen de las cosas).
Hasta entonces yo era un estudiante ejemplar; el delegado de curso desde 1º de EGB hasta bien entrado el bachillerato. (Tan solo eclipsado por la brillantez y disciplina de un fuera de serie como José Luis Chaves).
El caso es que mi impulso de la EGB, con notas de sobresaliente, empezó a diluirse, y llegué a COU y selectividad pidiendo la hora (tan solo apuntalado por mi suficiencia en inglés, mi pulcritud en los análisis sintácticos y comentarios, y esa cosa arcana que algunos llaman filosofía, que algunos otros sitúan como origen de la ciencia y la democracia, y que el sistema educativo se empeña en desaprender).
Debido a mi bajón en 3º de BUP y COU pasé del sobresaliente al notable, alcanzando una nota media del 7,8. El final estaba próximo: tenía 20 días para preparar la selectividad y mantener la nota, ya que la necesitaba para estudiar en el Instituto Nacional de Educación Física, mi verdadera vocación.
Sin embargo, una falsa autoconfianza y unos conocimientos destartalados en física y matemáticas, me jugaron una mala pasada y pasé el corte de milagro. Saqué un 4,9 global, lo que me rebajó la media a poco más del 6,3: el inicio de mi apatía por el saber.
En el sentido opuesto, mis compañeros, los que venían del bien y el suficiente, apretaron los dientes y consiguieron sus objetivos: es el premio de la perseverancia.
Todo esto que digo encierra una pregunta: ¿Es justo que cuatro años de estudio, manteniendo el tipo, valgan para la media lo mismo que un par de días de examen? La respuesta está en el aire (que diría el trovador).
Fueron de menos a más y ahora González Muñoz es médico, Fernando Campos es notario y Cerdeira es catedrático de derecho (José Luis debe ser ya teniente coronel o así).
Y yo, hasta hace bien poco en tierra de nadie. Menos mal que recuperé, algo viejo, la ilusión por aprender y me apliqué al tenis de mesa y al gusto por la redacción. Al fin, espero que mis compañeros estén orgullosos de su delegado.
En cuanto al sistema educativo, hay que hacer ver que estamos en una sociedad globalizada e hiper competitiva y cuanto antes un joven español lo tenga claro, mejor. Tan cierto como que, a un joven que destaque por su aplicación y que provenga de una familia humilde, hay que ponerle un piso con biblioteca particular.
Si no fomentamos la ejemplaridad y la adherencia al estudio corremos el riesgo de que la sociedad educativa se fracture entre los que aguantan el tirón y los que tiran la toalla: el génesis de la desigualdad.
Gran parte del paro estructural es por deficiencia en la formación.
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