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Hacía años, muchísimos años, que el perímetro no registraba una entrada tan importante de inmigrantes. Lo que sucedió la pasada madrugada no se había visto desde finales de los años 90 y principios de 2000, uno de los periodos más complicados de la valla porque buena parte de la misma se había perdido por culpa de derrumbes continuados. De los en torno a 800 personas que protagonizaron el intento de entrada a Ceuta registrado pasadas las 6.15 horas, 438 pudieron acceder a la ciudad. Y de todos ellos, casi 50 tuvieron que ser atendidos en el Hospital al presentar heridas de diversa consideración, desde cortes profundos a fracturas de las que fueron operados ayer en el clínico de Loma Colmenar. Es, sin duda, la entrada más importante y numerosa de las registradas en Ceuta en los últimos 16 años. Dos agentes de la Guardia Civil también sufrieron lesiones. En Marruecos hubo componentes de las fuerzas de seguridad heridos.
Los protagonistas de este episodio migratorio, todos varones y algunos posiblemente menores según su apariencia física, se habían concentrado para protagonizar una entrada en bloque. Buscaron el acceso a Ceuta por distintos puntos, aunque la zona principal de aproximación fue la misma del pasado 31 de octubre y la que está siendo explotada en las últimas entradas por su mayor permeabilidad: el entorno de Berrocal, Finca Simón y Sidi Ibrahin.
Algunos se encaramaron al vallado, en donde permanecieron varias horas hasta que se les bajó utilizando los medios del Parque Móvil, siendo después entregados a las autoridades marroquíes que tenía a más de 250 detenidos. La amplia mayoría accedió reventando zonas del vallado, haciendo uso de cizallas para violentarlas. Elementos que el secretario de Estado de Seguridad, Jose Antonio Nieto, bautizó como “elementos sofisticados”, aunque su uso, como los clavos y hierros de todo tipo, ya han sido empleados en otros intentos de entrada.
La cantidad de personas que se había unido en esta entrada a Ceuta hizo imposible cualquier tipo de reacción. Además, el factor sorpresa volvió a jugar a favor de estas personas y en detrimento de las fuerzas de seguridad españolas o las marroquíes, que ya de por sí impidieron el acceso de cientos de varones. En este punto Marruecos ha desarrollado unas obras que han formado una vaguada por lo que la Guardia Civil no puede ver a los que llegan hasta que prácticamente están ya en el vallado. En dos o tres minutos se consigue un pase imposible de ser frenado ante tanta cantidad de personas que se ponen en peligro ellas mismas y a los que les rodean. Los resultados de esta entrada se podían ver en distintos puntos de la ciudad, pero sobre todo en las inmediaciones de la propia frontera: con jóvenes tirados en el suelo con fracturas, heridas en el rostro, manos cortadas, pies destrozados, algunos semidesnudos después de perder las ropas y todos ellos hambrientos y a su vez encorsetados en una combinación de sentimientos brutal, en la que el miedo, la tensión por el pase y la alegría explotaban al grito de Boza.
Al lado del colegio Príncipe Felipe, la Policía Nacional, con componentes de la UPR, contuvo a un grupo de más de 60 personas. Otro era parado cerca de la ITV. Era una forma de organizarlos para que el ERIE de Cruz Roja pudiera atenderles discriminando a los que tenían heridas graves o fracturas para su evacuación rápida al Hospital de los que no.
Los niños que acudían con sus padres al centro escolar se topaban con estas escenas, sorprendidos por lo que veían. Algunos vecinos sacaron alimentos y bebida e incluso ropa para los inmigrantes. Un hombre sacó una bolsa llena de panes y bocadillos a la que se ‘lanzaron’, literalmente, estos jóvenes, completamente hambrientos. Entre ellos se ayudaban a cargar con los compatriotas heridos, llevándolos a la zona del aparcamiento para que los voluntarios de la entidad humanitaria pudieran atenderles. Las escenas eran dramáticas, con tanta cantidad de heridos, de gente nerviosa, de gritos... dando forma a una situación que intentaba ser controlada por las fuerzas de seguridad.
Y esto sucedía en el entorno del colegio o cerca de la ITV, pero en otros puntos de la ciudad marchaban más grupos con el único objetivo: llegar hasta el CETI. Por el Serrallo, Tejar de Ingenieros, Juan Carlos I... iban gritando. Algunos a la carrera, otros más cansados, había quien portaba una bandera de España. Daban saltos de alegría, hacían piruetas en el aire y los trabajadores y vecinos de las distintas barriadas que en ese momento estaban en la calle se veían sorprendidos por lo que estaba sucediendo.
Las fuerzas de seguridad se repartían por todos los puntos posibles. Guardia Civil, Policía Nacional y Local... en la carretera pero también en el vallado, controlando a los grupos de encaramados que se negaban a bajar. Poco a poco la cifra de entradas fue subiendo. De los 200 que ya se conocían en torno a las 7.00 horas a los 400 que ya trascendieron a las diez. Efectivos policiales y sanitarios se coordinaban a la perfección.
El trabajo de Cruz Roja, a pie de calle, fue extraordinario, llegando a organizar particulares ‘hospitales de campaña’ pero sin tiendas, sin aparatosidad, solo contando con los voluntarios para atender a todos los presentes, para curar las heridas junto a sanitarios, para evaluar los casos más graves, para coordinar las ambulancias y los traslados al Hospital. Y allí, en Urgencias, esperaban los trabajadores para recibir a los que estaban en peores condiciones, para preparar las intervenciones quirúrgicas, para coser a los que llegaban con las manos cortadas. Dentro de una situación de absoluto caos, las piezas iban encajando como podían.
Y en el CETI también estaban todos preparados, esperando la llegada de las personas que o bien alcanzaban el centro del Jaral por sus propios medios o bien en unidades policiales. El campamento, ya de por sí saturado, se tenía que preparar a toda prisa y para ello comenzaron a montarse las literas en el campo deportivo y a instalar nuevas tiendas de campaña. Con la colaboración de la Comgeceu y de la Ciudad, se pusieron manos a la obra para habilitar nuevos espacios y estos fueron encontrados en el aparcamiento del que dispone la nueva Escuela Hípica, en donde se montaron varias tiendas militares para dar cabida a todos los inmigrantes. El CETI tiene 512 plazas y ahora mismo las duplica ya que acoge a 1.178 personas. Una situación que preocupa. Lo reconoció ayer el propio secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, tras su visita a la ciudad al conocerse en Madrid lo que había sucedido. Ya se han establecido salidas. El próximo martes hay una que estaba preparada de antemano, ahora habrá que realizar más para rebajar una presión porque no se sabe si podrá tener lugar otra entrada importante de inmigrantes.
El CETI no dispone ni de recursos ni de medios para atender a tantas personas y la fórmula de habilitar tiendas de campaña no es la más idónea, incluso por cuestiones de seguridad. En estas últimas semanas de lluvia y viento, Bomberos tuvo que acudir a retirar varias tiendas que se habían terminado cayendo por culpa del temporal. La Administración sabe que urge dar una salida rápida para que los inmigrantes vuelvan a los módulos. Ya no hay espacios comunes en el centro que utilizar, está completamente masificado, de ahí que se haya tenido que transformar el aparcamiento de la Hípica en un segundo campamento. Al trabajo realizado ayer se suma el que en las próximas horas tendrá que hacer la Policía Nacional y su brigada de Extranjería, documentando a todos los inmigrantes. La UIP permaneció ayer en el interior del campamento.
LOS ÚLTIMOS DE LA VALLA
Varios jóvenes aguantaron durante horas encaramados hasta que fueron bajados
Un grupo de inmigrantes se quedó encaramado a la valla durante varias horas. Finalmente fueron obligados a bajar con maquinaria del Parque Móvil que sirvió las ya conocidas ‘cestas’ con las que suben a los guardias civiles y bajan a los subsaharianos. En la imagen primera se aprecia los que quedaron en Marruecos.
LOS "ELEMENTOS SOFISTICADOS"
Las cizallas que fueron recuperadas por la Guardia Civil y se usaron para entrar
Esta imagen fue facilitada en la tarde de ayer por la Delegación, en ella muestran las cizallas para reventar las puertas.
A LA CARRERA POR LA CIUDAD
Los inmigrantes cruzaron por diez sitios distintos y corrieron por toda la ciudad
Juan Carlos I, el Jaral, Tejar de Ingenieros, Serrallo, el Príncipe... los inmigrantes escapaban por todos los puntos de la ciudad intentando llegar al CETI, lugar que conocían. Se les pudo ver por las calles de la ciudad, algunos incluso portando la bandera de España.
YA EN EL CETI
Muchos de los inmigrantes conocían a residentes
Los recién llegados sabían no solo donde estaba el CETI sino que además conocían a residentes que se encontraban ya en el interior. Hay cameruneses recién llegados que hablan perfectamente español al igual que oriundos de Guinea Conakry. En el CETI, esperando conocer la habitación que tenían que ocupar, se afanaban ya en sacarse fotografías con sus teléfonos móviles y comunicar a sus familiares que ya habían cruzado. Dentro del campamento se tuvo que hacer un esfuerzo exhaustivo para atender a todos los presentes, contando con la participación de muchos trabajadores del centro y de aquellos que acudieron a las dependencias del Jaral para prestar colaboración.
EL DETALLE
Besos a los coches de la Benemérita
Ayer se vivieron escenas llamativas, como la de una patrulla que se vio rodeada de inmigrantes. Algunos se subieron al techo del coche y otros se acercaron a los guardias que estaban en su interior y empezaban a dar besos sobre los cristales y la carrocería al grito de Boza.
LAS HERIDAS
Atenciones en distintos puntos
Cruz Roja se iba encontrando a inmigrantes por el camino, que presentaban heridas importantes en algunos casos. Hubo muchos cortes que requirieron puntos de sutura y traslados al Hospital. Ha habido que hacer intervenciones, pero ninguno de los casos ha sido considerado grave.
Galería de fotos de R.Ben Zakour, Quino, U. Alcázar y M. Mancebo
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