Categorías: Opinión

25 de noviembre

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, la violencia de género es la primera causa de muerte en mujeres de 15 a 44 años, por encima de las guerras los accidentes de tráfico o los distintos tipos de enfermedades, trasciende culturas, niveles de renta y áreas geográficas y se produce en todos los países del mundo. No es un problema de personas adultas, los primeros síntomas se manifiestan en las relaciones de noviazgo con el control de amistades, amenazas, imposiciones sexuales, control del aspecto y de la ropa.
En la mayoría de los casos de violencia de género, las agresiones suelen aparecer de manera gradual, con unos primeros indicios, como el aislamiento, el control, agresividad o humillación, descalificación, antes de llegar a la convivencia que es cuando se manifiesta de forma más evidente.
Una vez dentro de una relación donde existe violencia de género a una edad temprana, es complicado salir de ella, primero la joven necesita darse cuenta de su propia situación, de las consecuencias de estar en ella, así como necesita admitir sin vergüenza y sin tapujos lo que está sucediendo, sin culparse por ello, aunque a veces para esta valoración puede faltar información o experiencia. Hombres y mujeres somos sujetos de los mismos derechos y obligaciones, somos iguales ante la ley, pero la realidad es muy diferente, actualmente siguen siendo miles las mujeres que viven cada día un infierno difícil de imaginar para alguien que nunca se ha tenido que enfrentar a él.
La violencia de género se encuentra anclada en la desigualdad y para acabar con ella hay que cambiar los valores sociales, culturales, los patrones y las conductas basadas en el dominio masculino y la falta de equidad entre mujeres y hombres. Este tipo de violencia no es responsabilidad de quien la sufre, sino de quien la ejerce, la solución no está en manos de la víctima sino de la sociedad en su conjunto.
Afortunadamente cada vez son más las mujeres que reaccionan ante el maltrato, las que denuncian, las que escapan de la violencia, y las que son capaces de decir no ante el primer intento de dominación, gracias a una Ley que las ampara, gracias a la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Cada vez es mayor el rechazo social hacia el maltrato y el maltratador. La violencia sobre las mujeres ha dejado de ser algo de la intimidad de la pareja para convertirse en la conciencia de los ciudadanos como el problema social que es, que a todos y todas nos compete, y a la que le tenemos que poner freno.

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