Hay cifras redondas, aniversarios, que deben ser recordados. Los disturbios del Ángulo están marcados en rojo en el calendario de Ceuta, en rojo porque ese 11 de octubre del que hoy se cumplen 25 años pasaron cosas que nunca deberían haber sucedido, de esas que marcaron un antes y un después en la forma de abordar la inmigración. Después llegarían más episodios que integran esa particular historia de Ceuta como frontera sur, pero pocos de la envergadura de los ocurridos ese 11 de octubre.
La lectura de lo que sucedió aquel día en el que Ceuta copó protagonismo en todos los medios nacionales hay que empezarla jornadas atrás, cuando la población subsahariana se veía bloqueada en la ciudad, habitando las Murallas y sin posibilidad de traslado a la Península. La salida del colectivo de kurdos, auspiciada por el Ministerio del Interior y ejecutada por la Policía Nacional, fue la chispa que alzó las primeras protestas de los africanos al sentirse discriminados.
Lo ocurrido después fue una pérdida total del control: lanzamiento de piedras, disturbios, enfrentamientos entre subsaharianos y ciudadanos que se acercaban hasta el lugar, miembros de las fuerzas de seguridad que no podían contener lo que allí estaba ocurriendo... y el disparo. Antonio Arrebola Alcántara. Ese fue el nombre de la persona sobre la que se posicionaron todos los focos mediáticos, políticos y policiales. Un agente de la Policía Nacional que cayó herido de bala, herido por un disparo efectuado desde alguna de las viviendas próximas a las Murallas y al que nunca se le colocó autoría. Arrebola constituye la laguna de este episodio que, 25 años después, sigue permaneciendo en la memoria de los ceutíes que se toparon con lo nunca esperado aunque sí presagiado desde algunos sectores, sobre todo por algunos medios de comunicación que ya habían sido altavoz de la situación en que se encontraba el colectivo de inmigrantes concentrado en el Ángulo. El agente de la Policía nunca más quiso hablar sobre lo que definió como el peor día de su vida, el día que le retiró de las calles y que constituyó una auténtica pesadilla. Nadie se sentó en el banquillo por todo aquello.
Hubo más de 200 detenciones, pero no se investigaron muchas de las agresiones acontecidas, la más grave la de este policía nacional. Allí se gestó el germen de lo que posteriormente sería el campamento de Calamocarro.
Quienes tuvieron responsabilidades institucionales o políticas vivieron sus peores momentos, fueron protagonistas de ese giro radical hacia el concepto de inmigración en Ceuta.
Desde la Ciudad se tenía presente que aquello podía suceder, pero faltaba previsión. Cuando estalló el motín, a la que fuera delegada del Gobierno, Carmen Cerdeira, le sorprendió en Sevilla participando en los actos de la Hispanidad. Tuvo que regresar de inmediato, mientras las alarmas de mayor gravedad llegaban hasta los despachos de Madrid, sobre todo cuando se conoció la existencia de disparos.
No se actuó a tiempo y aquello estalló de la peor de las maneras. Si grave fue lo que ocurrió, pudo haber sido de más envergadura dado el descontrol que llegó a producirse con ceutíes mezclados con inmigrantes y una pérdida absoluta de la racionalidad.
Hoy, la historia ofrece la otra cara de la moneda. 25 años después del Ángulo, después de haber pasado por crisis como la del 6F de 2014 o la 29S de 2005, Ceuta vive sus momentos más tranquilos en cuanto a la presión migratoria, con un CETI prácticamente vacío en el que va a terminar habiendo más trabajadores que propios internos, con una migración subsahariana inexistente y un blindaje absoluto marcado por Marruecos, con financiación de Europa.