El tiempo acaba borrándolo todo, inexorablemente. No obstante, en esta ocasión, y gracias a la pericia de un cámara de RTVE, y a la valentía de un fotógrafo de la Agencia EFE, el intento de golpe de estado que tuvo lugar el 23 de febrero de 1981 se resiste a caer en el olvido más completo.
Se han cumplido esta semana 36 años de un episodio que ya muchas españolas, por su edad, hasta desconocen: la toma del Congreso de los diputados por unos guardias civiles armados a cuyo mando se encontraba el tristemente conocido teniente coronel Tejero. Emulando al general Pavía que, entrando a caballo en las Cortes, terminó con la Primera República, se pretendía cortar de raíz cualquier posibilidad de democracia en un país que aún no había logrado dejar atrás totalmente los 40 años de dictadura.
Sin embargo, esa intentona que se pretendió vender después como “chapucera y de opereta” y obra de cuatro locas, sigue evidenciando muchas lagunas y grandes preguntas que aún no han recibido respuestas.
Algunas de las claves de aquel golpe de estado están encerradas bajo siete llaves con el sello de “secreto oficial” esperando que, dentro de 200 años, una historiadora las publique en un trabajo de investigación. Para entonces, ya nada importará.
Obviamente, esta circunstancia hace que nos planteemos la pregunta de ¿por qué tanto misterio si ya casi han transcurrido 40 años?
Al mismo tiempo, otra ristra de preguntas se agolpan automáticamente con respecto a un hecho que marcó la vida política y social española de finales del siglo pasado.
¿Debemos pensar, viendo la opacidad que aún envuelve el 23-F, que no se nos dijo toda la verdad o que directamente se nos mintió?
¿Es verdad que la llamada “trama civil” del golpe iba mucho más allá de García Carrés, un ultra que fue encarcelado por aquellos hechos?
¿Es cierto que existían listas negras preparadas con nombres de políticos, sindicalistas, artistas y líderes vecinales para ser represiliadas? Por cierto, ¿es falso que, en Ceuta, algún imbécil dejó esas “famosas” listas en el cajón de un mueble de una dependencia oficial y que aparecieron, años más tarde, por casualidad?
¿Cómo es posible que aquello tuviera lugar cuando todo el mundo sabía lo que se estaba cociendo y hasta el diario El País en un editorial que hizo época (Urano entra en Neptuno) anunciaba la inminencia del intento de involución?
¿Se corresponde con la verdad que una rama del CESID (ahora CNI) brindó con champán a la entrada de Tejero en el Congreso porque participó activamente en la preparación de aquel episodio?
¿Alguien se atrevería a decir que son invenciones que las agentes de ese CESID fieles a la Democracia y al Rey que se pusieron a disposición del legítimo Gobierno fueron apartadas por sus jefas más tarde?
¿Es incierto que mientras se nos decía que sólo Valencia estaba involucrada (el teniente general Milans del Bosh, y capitán general de la zona de Valencia, sacó los carros de combate a la calle) otro teniente general se encontraba en Alcalá de Guadaira personalmente subido en un carro de combate esperando una señal para entrar en Sevilla?
¿Cuándo se contarán las decenas de mensajes cifrados que, en algunos periódicos, se iban publicando para dar consignas claras de actuación a militares y civiles el día del golpe y jornadas posteriores?
¿Por qué en España se silenció totalmente el extenso reportaje que, en torno al 23-F, publicó la revista francesa “Actuel” y que evidenciaba que las simpatías y los apoyos al golpe por parte de los militares de la época eran mucho más profundos que lo que se quiso hacer creer?
¿Es verdad que aquel intento de golpe de estado hizo que se suavizaran muchas posturas, por ejemplo la entrada de España en la OTAN?
Los años van pasando y el tiempo hace su trabajo para que el polvo del olvido vaya recubriendo lentamente la memoria.
Sin embargo, la verdadera gran pregunta sigue siendo: ¿por qué nunca se dijo toda la verdad? ¿Sería porque los nombres de las implicadas que saldrían a relucir nos dejarían a todas con la boca abierta?
Quizás haya llegado el momento de que se nos deje de tomar, en esto también, por niñas chicas que no tienen capacidad de asumir la realidad.
No sé a usted, pero a mí me corroe una duda: ¿Tantas y tan relevantes eran las implicadas para que se continúe con la política del silencio?
Es, pues, tiempo, de exigir respuestas a tantas preguntas que conforman el “otro D-Day”… claro que para ello hay que tener la voluntad de preguntar, y eso es harina de otro costal. No podemos olvidarnos de que las imágenes de televisión y de la Agencia Efe – al margen de la radio- son tremendas porque demuestran que lo allí ocurrió. De no existir esos cruciales testimonios, podrían hasta decirnos que no fue para tanto.
Como siempre, usted sabrá qué es lo que más le conviene, pero recuerde que las zonas oscuras de la democracia siempre acaban formando agujeros negros que engullen cualquier forma la libertad. Avisada queda.
Sin embargo, aún queda la última y probablemente la más importante de las grandes nebulosas de toda esta historia:
¿A quién benefició el 23-F? Usted misma.
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