Cuando un político se repliega en la mentira como único recurso dialéctico, es porque desprecia al pueblo que gobierna. El PP, soberbio y altanero, tiene la absoluta convicción de que los españoles forman una sociedad iletrada, amorfa, corrupta y sin espíritu a la que resulta muy sencillo manipular utilizando con habilidad algunos resortes de poder. Ceuta es un pequeño laboratorio en el que aplican y comprueban este insultante experimento sociológico. Su versión más genuina y explícita.
Esta forma de pensar, interiorizada como metodología, no es fruto de la improvisación ni de la elucubración, sino que obedece al decepcionante comportamiento público observado por el pueblo español en relación con los valores éticos, durante nuestra breve democracia. La mentira y la corrupción nunca han sido sancionadas por el cuerpo electoral, favoreciendo por omisión su contagiosa extensión., hasta pudrir los cimientos del sistema. Los partidos políticos del sistema (PP y PSOE) se han ido amoldando a esta repugnante realidad. Han llevado a la ciudadanía a creer que el robo y la mentira forman parte indisociable de la actividad política. No hay salida, todos son iguales, porque la corrupción es consustancial con la vida pública.
Lo que todavía no han terminado de comprender los dirigentes del PP (tampoco los del PSOE) es que todo tiene un límite. En este caso, el límite está en la involución económica, social y política en la que estamos sumidos. Si algo positivo se puede extraer de esta monstruosa crisis (tan moral como económica), es que sirva para remover conciencias dormidas. Son cada vez más los ciudadanos que comienzan a horrorizarse al tomar conciencia de los efectos de la laxitud moral de un pueblo narcotizado por una repentina prosperidad, que no hemos sabido acompañar del deseable cambio cultural.
Para los políticos que “tocan moqueta”, cegados de vanidad, todo cuanto está sucediendo es coyuntural. Basta con esperar pacientemente, aguantando con la mayor entereza posible, a que la crisis remita, se recupere la senda del crecimiento, y los ciudadanos abandonen este sentimiento de indignidad efímera, para que ellos puedan seguir ejerciendo el poder impunemente, de la única manera que saben (y quieren) hacerlo: robando y mintiendo.
Esta confianza en que el grito de la ciudadanía no se traducirá en un cambio social, es lo que explica algunas actitudes que abundan en mentiras flagrantes expuestas con un cinismo delictivo.
Quien ha querido, ha podido ver en las primeras páginas de los diarios nacionales, las trampas económicas del partido que gobierna España. El gestor de tamaña red de corrupción, tiene una cuenta con veintidós millones de euros (tres mil setecientos millones de pesetas) en la banca suiza. La respuesta del PP ha sido la mentira de costumbre. Insultan e irritan a la ciudadanía negando la evidencia con absoluta naturalidad. Recuerda a la declaración solemne del Presidente de Ceuta explicando la dimisión “por motivos personales” de su Vicepresidente, cuando en los periódicos de toda España se publicaban fotos y reportajes contando la verdad. Cuestión de método. Mentir, mentir y mentir. Con la mayor y más refinada hipocresía posible.
Coincidiendo en la cantidad, la semana pasada, este diario publicaba en su portada de manera rutilante, que Ceuta ha tenido un superávit de veintidós millones en el año dos mil doce. En una Ciudad con más de catorce mil parados e infinidad de problemas sociales de toda índole (más del cuarenta por ciento de la población bajo el umbral de la pobreza), el Gobierno ha “ahorrado” veintidós millones. Es el mismo gobierno que, alegando falta de recursos, ha rechazado planes de empleo, recortado presupuestos a asociaciones que trabajan con discapacitados, suprimido subvenciones al transporte escolar, restringido ayudas al alojamiento alternativo, reducido el importe de contratos de servicios propiciando despidos, abortado iniciativas para la reactivación económica, suprimido inversiones…. ¿Se puede decir simultáneamente, a los mismos ciudadanos, que asuman con resignación los recortes en políticas sociales, y que han obtenido un superávit de veintidós millones de euros? Mienten sin pudor. Faltan al respeto a la ciudadanía.
Lo que nos queda, y debemos alentar entre todos, es que estos motivantes destellos de rebeldía, provocados por la indignación generalizada, no sean flor de un día. Este movimiento de regeneración ética debe ser el inicio de un nuevo orden, basado en una idea muy sencilla, que se enseña a los menores desde la más tierna infancia: no se debe robar, ni mentir.
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