Opinión

2024: Odisea en el Puerto

En 1968 se estrenó una película de culto británico-estadounidense dirigida por Stanley Kubrick titulada “2001: A Space Odyseey” (Una odisea del espacio en España). El filme comienza con cerca de tres minutos de pantalla en negro con una banda sonora que pone los pelos de punta y que alude a la nada misma. A continuación, se inicia la primera parte de la película titulada “el amanecer del hombre” en la que un grupo de homínidos buscan comida y son atacados por un leopardo que acaba con la vida de uno de los miembros de la manada. El peligro acecha a este grupo de homínidos en la oscuridad de la noche. A la mañana siguiente, uno de los homínidos se despierta con el sonido procedente de un extraño monolítico que al acariciarlo le otorga cierto grado de conciencia, entre ella la posibilidad de matar animales para comer carne. La violencia aparejada al despertar de la conciencia es pronto utilizada para acabar con la vida del líder de la manada rival. Para ello utiliza un hueso como arma que el asesino lanza al aire y se transforma en un satélite espacial que orbita entre la tierra y la luna en el año 1999.

La película “2001: una odisea en el espacio” es ciertamente compleja y ha dado lugar a múltiples lecturas e interpretaciones. En la parte central del filme un grupo de cinco investigadores -dos despiertos y tres en hibernación- viajan hasta Júpiter en una nave espacial conducida por un supercomputador de última generación, llamado HAL 9000 que gobierna la nave utilizando inteligencia artificial. La vida de los dos tripulantes que no están en apariencia “muertos”, es tediosa y aburrida. Según se acercan a su destino, el superordenador se revuelve contra los tripulantes de la nave y solo uno de ellos consigue salvarse desconectando a HAL 9000. Es entonces cuando se desvela su misión que es investigar el origen de la señal recibida por el monolito TMA-1 en 1999, emitida desde un punto cercano a una de las lunas de Júpiter. Este monolito es el mismo que descubren el grupo de homínidos en el “amanecer de la humanidad” y al adentrarse en su interior es capturado por los creadores del monolito e “incubado” para transformarlo en un ser con poderes sobrehumanos.

El recuerdo de la mencionada película y de su extraño argumento acudió enseguida a mi mente cuando esta semana se ha hecho público el acuerdo del Consejo de Gobierno de autorizar un gasto plurianual de dos millones de euros para la financiación de un proyecto de la Cámara de Comercio de construir un edificio que sirva de incubadora de alta tecnología en el sector turístico y que lleva por nombre “Odissea”. Según la nota de prensa oficial del gobierno de la Ciudad Autónoma de Ceuta, este nuevo edificio estará destinado al “emprendimiento, el networking, la formación y con laboratorios tecnológicos que permitirá viabilizar las empresas incubadas y generar y atraer empresas tecnológicas e innovadoras del sector turístico en Ceuta”. El inmueble, continua el comunicado oficial, “en tres niveles, se ubicará en el Muelle España, en el Puerto de Ceuta y contará una superficie total de construcción de 1.852 m², y contará, entre otros espacios, con sala de exposiciones, aula de conferencias, salas de coworking, laboratorios, salas de reuniones, oficinas de gestión y cafetería”.

El proyecto arquitectónico fue presentado el pasado mes de septiembre en el transcurso del II Foro Económico del Español por el presidente de la Cámara de Comercio y por el arquitecto Aurelio Cazenave, director de Urbanz, estudio ganador del concurso para la construcción de este inmueble. La presentación estuvo acompañada por el visionado de una infografía del proyecto en el que se puede apreciar que responde a un diseño de tipo futurista con formas poligonales y angulosas y grandes aberturas laterales para aprovechar la luz circundante. Recuerda mucho a los proyectos firmados por Frank Gehry, incluso en la mezcla de amplias superficies metálicas y su combinación con ventanales. La impresión que da es que se trata de un edificio para ver, más que para usar, lo que encaja con el concepto de “no lugares” acuñado por el sociólogo Marc Augé.

El tipo de arquitectura en el que encaja el proyecto “Odissea” fue retratada de manera magistral por el periodista Llàtzer Moix en su obra “Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim”. El Guggenheim, que parece ha inspirado al autor de “Odissea”, se convirtió en el icono de muchos alcaldes y presidentes autonómicos en sus respectivos proyectos de renovación urbana y económica. Nuestros políticos quisieron dar visibilidad a sus iniciativas económicas encargando edificios espectaculares a arquitectos de renombre internacional, como Foster, Eisenman, Calatrava o el mencionado Frank Gehry. Muchos de estos edificios terminaron convirtiéndose en auténticos fiascos y en cascarones vacíos sin ninguna utilidad práctica. Lo importante, en este tipo de edificios, era el envoltorio y la firma del arquitecto estrella. Las facturas de estos inmuebles fueron elevadísimas y todavía lastran las cuentas públicas de muchas comunidades autónomas.

En una obra no menos reveladora que la de Llátzer Moix, el crítico de arquitectura londinense Deyan Sudjic escribe, en la conclusión de su libro “La arquitectura del poder. Cómo los ricos dan forma a nuestro mundo”, que “la construcción no sólo tiene la finalidad práctica de dar cobijo, ni la de crear las infraestructuras modernas de un estado […]. También es un medio de hinchar el ego humano a la escala de un paisaje, una ciudad o incluso una nación. Refleja las ambiciones, las inseguridades y las motivaciones de los que construyen y, por eso, ofrece un fiel reflejo de la naturaleza del poder, sus estrategias, sus consuelos y su impacto en los que lo ostentan”. Es por ello, como concluye D.Sudjic, que la arquitectura “tiende a atraer a los individuos poderosos que quieren dejar su impronta”.

El muelle de España no cabe duda que es un lugar privilegiado de la ciudad de Ceuta. Al entrar y al salir del puerto es lo primero que capta nuestra mirada. Lo que el ojo percibe es lo que conforma imagen de un sitio. En nuestra sociedad del espectáculo, como la describió Guy Debord, el artificio se impone a la realidad. La conformación de un decorado artificioso de cartón piedra que oculta y disimula la verdad de una ciudad con graves problemas ambientales, económicos y sociales. A base de foros y encuentros empresariales pretenden hacernos creer que Ceuta ha tomado la senda de un modelo económico azul, verde e inteligente. La verdad es bien distinta. En estos años del gobierno del Sr. Vivas no se avanzado absolutamente nada en ordenar los espacios naturales protegidos por la Unión Europea, incluyendo su medio natural. Tampoco se han aprobado los planes de protección de los conjuntos históricos declarados en Ceuta hace más de un cuarto de siglo. Buena parte de nuestros recursos naturales y culturales están abandonados y en proceso de degradación. Las construcciones ilegales siguen tomando terreno, nunca mejor dicho, y la gestión de residuos se limita a empaquetar la basura y trasladarla a la península.

A Ceuta no le faltan atractivos paisajísticos, naturales, arqueológicos, históricos y gastronómicos, pero, a día de hoy, presenta unas condiciones que hacen inviable su aprovechamiento turístico. Por otro lado, carecemos de un museo arqueológico y el proyecto del Museo del Mar -que fue objeto de un concurso público y encargado a un equipo de arquitectos de Ceuta- ha sido descartado para dejar espacio a la nave “Odissea”. Parece evidente que las decisiones sobre la dotación de equipamientos culturales se adoptan siguiendo los deseos egoicos y a los caprichos de la élite política y empresarial de la ciudad, más que a las verdaderas necesidades de nuestra ciudad. ¿De verdad necesitamos en Ceuta un laboratorio y una incubadora de empresas turísticas en Ceuta? ¿Dónde están esas empresas que reclaman un espacio para sus proyectos innovadores? Yo conozco algunas iniciativas empresariales relacionadas con el turismo, que eran muy interesantes y fueron “incubadas” en el Open Future de las Murallas Reales, que han fracasado por falta de apoyo institucional y por la escasez de flujo de negocio en una ciudad con escaso protagonismo en el mercado turístico regional.

Lo cierto es que el turismo es un sector con poco peso en la economía local debido a factores como el elevado precio del barco o la escasa presencia de empresas especializadas que oferten rutas turísticas. Para ello no hace falta construir un macro-edificio que realmente no sabemos cómo va a contribuir a resolver problemas y a potenciar el mercado turístico en nuestra ciudad.

Al final de la película “2001: una odisea en el espacio”, el protagonista, David David Bowman, adopta la forma de un feto dentro de una esfera transparente y flota en el espacio sideral sobre la tierra, es decir, en la nada. Éste fue el resultado de su “incubación” en un monolito metálico que recuerda al proyecto “Odissea”. Podemos trabajar en crear imágenes sirviéndonos de la inteligencia artificial, pero la realidad no se puede ocultar tras un edificio vacío de contenido y de sentido.

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