Sufian, Munir y ahora Mohamed Ennakra. Tres nombres que además ponen rostros a otras tantas tragedias saldadas con muertes por disparos en los apenas ocho meses que han transcurrido de 2014.
En total, más de una decena de episodios ya con armas de por medio que han dejado heridos o han segado vidas en la ciudad. Casi en la totalidad de los casos, además sin que la Policía haya podido esclarecer quién estaba detrás de ellos pese a las investigaciones abiertas y las indagaciones realizadas.
2014 incide así, aún más, en esa ola de violencia en la que parece haberse sumido parte de la ciudad. Es la crónica negra de Ceuta, la de los supuestos ajustes de cuentas que se saldan con sangre y golpe de balas. Hace ya dos años fue el asesinato de Tarek, de un tiro en la nuca, el que sobresaltó a los vecinos del Príncipe hace dos años. Y a partir de ahí, una lista de heridos de bala sin que los culpables de las acciones hayan pasado por el banquillo. Ha habido detenciones, pero la escasez de pruebas o la endeblez de los testimonios han impedido que eso luego se haya traducido en condenas.
Primero fue Munir, el joven al que dispararon en el corazón y que suscitó una oleada de repulsa ciudadana, con una manifestación incluida que debía acabar en la Plaza de la Constitución pero decidió mostrar su malestar ante las mismas puertas de la Delegación del Gobierno. Luego llegaría el asesinato de Sufian A. C., Ribery, y por el último capítulo de 2014 se escribió en la madrugada del domingo.
¿Quién está detrás? La Policía no descarta que las órdenes y los dedos que aprietan los gatillos sean idénticos a los que se ocultan tras los hechos acumulados desde 2013. De hecho, fuentes cercanas a las investigaciones asumen que se repiten demasiados factores coincidentes: jóvenes encapuchados que se dan a la fuga a pie o a borde de motos; también el ansia de venganza , aunque cada caso puede esconder distintos detonantes.
Sobre la mesa de los investigadores policiales hay varios nombres de posibles pistoleros y de los elucubradores de los delitos a los que se intentará poner entre rejas cuando el volumen de pruebas así lo permita. De momento, las Fuerzas de Seguridad solo pueden seguirles la pista. Respecto a los pistoleros, que son las que en definitiva acaban con las vidas ejecutando las órdenes que reciben, se estima que puedan manejar una veintena de armas. Las utilizan en sus acciones y posteriormente son recogidas y custodiadas por menores que cobran por esconderlas a buen recaudo. La Policía maneja informaciones sobre posibles zulos donde se ocultan, pero sin éxito en su localización de momento. También se cree que varios de los disparos mortales han podido ejecutarse con las mismas armas.
La sensación ciudadana, sobre todo en el Príncipe, es que el problema se ha enquistado y que la lista podría seguir creciendo a costa de más vidas.
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