Opinión

18 febrero: Día Internacional del Síndrome de Asperger

El Colegio Oficial de la Psicología de Ceuta (COPCE) se une a la conmemoración de este día, que se celebra desde 2007 y coincide con el aniversario del nacimiento del psiquiatra austriaco Hans Asperger (1906-1980), quién describió por primera vez este síndrome de espectro autista para referirse a un trastorno del neuro-desarrollo por el cual el cerebro funciona de manera diferente a la habitual, especialmente en la comunicación e interacción social y en la adaptación flexible a las demandas del día a día. Sin embargo, estas personas poseen un lenguaje fluido y una capacidad intelectual incluso superior a la media de la población (así, ilustres científicos como Albert Einstein o el creador de Microsoft, Bill Gates, fueron niños que padecieron el Síndrome de Asperger).

El COPCE, al sumarse a esta conmemoración, persigue dar visibilidad social a este colectivo no siempre bien entendido (especialmente en ámbitos escolares) donde la función y roles del psicólogo educativo, a diferencia de la figura del orientador (compartida con otras profesiones no sanitarias) es fundamental para el correcto diagnóstico y tratamiento de estas personas, quienes requieren una atención especial por parte de un profesorado no siempre bien formado para estos menesteres. Es por ello que, además de la función diagnóstica y terapéutica, el psicólogo educativo proporcionará a los docentes las pautas a seguir para el manejo de variables ambientales, de capacitación, de individualización, de involucración familiar y de implicación entre iguales, así como de conducta y fomento de actividades que eviten o minimicen situaciones indeseables en el aula y, a la vez, optimicen el rendimiento académico y la socialización de los afectados.

Con frecuencia, y también en otros ámbitos, las personas con Síndrome de Asperger son incomprendidas y consideradas “raras” por sus peculiares modos de comunicarse, de expresarse y de moverse, o bien por sus inadecuadas reacciones a ciertas situaciones. Sin embargo, esa “rareza” suele esconder un gran potencial si los profesionales adecuados intervienen adecuadamente y se adoptan las medidas oportunas desde edades tempranas, una vez se diagnostique. Por tanto, el COPCE aprovecha la ocasión para instar a las autoridades sanitarias y educativas a tomar cartas en el asunto y activar políticas que promocionen el ejercicio efectivo de los derechos de las personas afectadas por este síndrome, así como los de sus sufridos familiares, quienes a menudo padecen como consecuencia trastornos psicológicos colaterales (estrés, ansiedad, depresión, etc,) que también requieren ser abordados desde la psicología en beneficio de todas las partes interactuantes: la persona, la familia, la escuela y la comunidad.

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