En las Fuerzas Armadas los que un día pasamos cumpliendo los deberes con la Patria, así como desde el general hasta el suboficial, todos recuerdan -recordamos- con gran cariño aquella unidad a la que por primera vez se llegó destinado.
El profesional de la milicia, pasados los años, siente los recuerdos de aquel regimiento, tercio, tabor o bandera de La Legión, y siempre aspira a poder mandar la unidad que le acogió con sus dos estrellas de teniente.
Este es el caso de un gran soldado, Juan Peláez Núñez (hoy coronel retirado), el cual siempre tuvo la ilusión de poder mandar la IX Bandera Legionaria, donde había estado desde Dar Riffien y el Krinda (Marruecos). Quien no recuerda si vistió la camisa legionaria en los años 50, la cuna del Tercio Dar Riffien, una ciudad en miniatura que fue levantada ladrillo a ladrillo por las manos de sus legionarios.
Un legionario de Cristo
Al coronel Peláez le conocí allá por el año 1969 en un cursillo de cristiandad, en la Casa de Ejercicios de la Cruz del Señor. En aquellos tres días de inolvidable convivencia, valga la verdad que ‘Juanito’, como cariñosamente le llamábamos, en especial a mí me cautivó. Y lo fue por su talante abierto, cariñoso y lleno de virtudes. En mi opinión vi a un auténtico ‘soldado de Cristo’. Su humanidad y su lenguaje directo con la verdad por delante, y manifestando su amistad, como si de un documento escrito se tratase.
Muchos años de su vida militar transcurrieron en Marruecos en la IX Bandera del III Tercio de La Legión. Años más tarde recalaría en los territorios del África Occidental Española, y posteriormente en Sidi Ifni como ayudante de Campo de otro gran militar, el general José Vega Rodríguez, hasta alcanzar su sueño al llegar al mando de su querida Bandera, la IX de La Legión.
Cuando por imperativos de la edad pasó a la reserva, Juan Peláez siguió en ese otro ejército que no conoce las derrotas, el que siempre sale victorioso, el ‘Ejército de Cristo’. Deja Tenerife, su bienestar, la tranquilidad y de la mano de un gran sacerdote, el padre Clemente, se traslada a Venezuela a ejercer su misión apostólica de misionero seglar con los más desfavorecidos, donde realizó una gran labor durante más de cinco años, dejando un imborrable recuerdo en aquellas humildes gentes del país hermano.
Juan Peláez, un gaditano afincado y con raíces en Tenerife, le consta en su hoja de servicios el valor acreditado, y por varias veces, con varias felicitaciones, numerosas condecoraciones, destacando entre ellas la Orden de África en grado de Comendador. Una faceta desconocida de este soldado fue la de escritor. En agosto de 1959 editaron un libro, del cual es autor, titulado “Un mono aventurero” (biografía satírica), firmando con su nombre al revés ‘Nauj Zealep’. En dicha obra y con permiso del protagonista hace una biografía llena de humor, pero ajustada a la realidad.
En los combates de Bir Nzaran
El 9 de enero de 1958 el entonces capitán Juan Peláez embarca en Ceuta en el Buque ‘Virgen de África’ con su IX Bandera con 595 hombres con destino a las operaciones militares del Sáhara. Una vez en Villa Cisneros embarcan en la lancha de desembarco de la marina francesa (LST-I) hasta El Aaiún.
Una orden de operaciones del Estado Mayor del Sector del Sáhara dictaba las normas para constituir una agrupación motorizada con dos subagrupaciones, la subagrupación Sur con el jefe comandante Pascual Herrera Solís y la subagrupación Norte con el jefe capitán Juan Peláez Núñez.
Sobre la brillante actuación de esta unidad, del libro “Ifni-Sáhara” cito lo siguiente: “se constituye la subagrupación Norte al mando del capitán Juan Peláez Núñez, al mando de la 13ª Compañía. A su mando están una sección de ametralladoras y pelotón de morteros de 81 mm, una autoametralladora cañón, dos escuadras de exploración, dos cañones sin retroceso y una ambulancia”.
La 13ª Compañía, al mando del capitán Juan Peláez, inicia las operaciones el 13 de febrero con un reconocimiento al oeste de la Saquia y Espolón de Ausiegt, encontrando en dicha operación tres cadáveres enemigos. El 21 del mismo mes la compañía del capitán Peláez, con el resto de la agrupación, avanzan en dirección Aaiun-Chelma-Bir Nzaran sin encontrar al enemigo. A pesar de lo dificultoso del terreno, estas fuerzas ocupan Bir Nzaran. Debido a la rapidez con que la realizaron y el éxito de no tener bajas, les llegó una felicitación por radio del general José Héctor Vázquez, gobernador del Sáhara.
Varios reconocimientos sobre El Manhar, Lago Serbjet-Taunaca, dieron el resultado de capturar varios prisioneros y armamento. Una vez pacificado el territorio, la IX Bandera se trasladaba a Argub.
El entonces capitán Juan Peláez Núñez recibiría una de las más grandes alegrías de su vida. En marzo de 1958, en Villa Cisneros llegó en visita oficial el príncipe Bernardo de Holanda. En el aeropuerto, la 13ª compañía de la IX Bandera, al mando del capitán Peláez, rindió honores a dicho príncipe.
En esta visita oficial le ofrecieron las autoridades españolas una comida al príncipe. Al finalizar la comida, este se levantó y fue al capitán Peláez, felicitando por la marcialidad y disciplina de dicha compañía. A continuación, metió la mano en el bolsillo y extrajo un puro con la vitola de la Casa Real, que le ofreció en agradecimiento.
Este ilustre coronel, viejo legionario, es el fiel reflejo de lo que escribió este intelectual: “el hombre honrado no obra nunca en secreto y no se avergüenza de lo que hace”, Luigi Settembrini, literato napolitano.
Es notorio que La Legión, en sus 100 años, siempre ha sido muy admirada y querida por altos mandatarios extranjeros. De hecho, Peter Kemp, catedrático de la Universidad de Cambridge en Gran Bretaña, que llegó a ser alférez de La Legión, siempre manifestó su honor y orgullo por tener bajo su mando a tan bravos hombres con el uniforme de La Legión.