Este año se conmemora el 104 Aniversario de la fundación de La Legión por su bravo fundador José Millán-Astray, cuya celebración está teniendo bastante éxito, tanto por la amplia divulgación que se ha venido haciendo de los actos conmemorativos como, también, por la serie de eventos que en su honor se han organizado. Y, ante todo, debo aclarar que, no soy militar, nunca formé parte del Cuerpo legionario de élite, ni nada me vincula al mismo, aunque sí llegué a conocer bien La Legión y sus heroicos legionarios, por haber estado agregado durante tres meses a una Compañía legionaria, sobre la que en adelante pormenorizo detalles para acreditar mi conocimiento de causa sobre la materia de la que, de forma objetiva e imparcial, en adelante hoy me dispongo a escribir.
Ingresé voluntario en el Ejército en 1958, siendo tan niño que aún estaba imberbe, con solo 16 años, hace ya 66 - hoy tengo ya 82 - habiendo entonces sentado plaza en el que fuera Grupo de Transmisiones nº 1 de la Comandancia General de Ceuta, cuando su acuartelamiento lo tenía en la Glorieta del Comandante Ayuso, en el cuartel de las Heras en dirección al Parque San Amaro, donde creo que actualmente se halla ubicado el Parque de Artillería. Pues bien, ese añorado cuartel, que fuera construido entre 1751 y 1771 y es de los edificios más antiguos de Ceuta, habiendo sido Centro principal del viejo Presidio de Desterrados en ella, la mayoría de ellos por causas políticas, se halla ya totalmente derruido; aunque por haber albergado entonces durante cientos de años la Central Militar de Teléfonos que se encargaba de realizar todas las comunicaciones que se mantenían entre Ceuta y el antiguo Protectorado Español en Marruecos, goza de la virtualidad de haber sido el más relevante centro de comunicaciones que tan amplio historial conserva, hasta el punto de que, si las paredes de aquella gran central telefónica hoy pudieran hablar, cuántos episodios, anécdotas, historias de amor, de desamor, de amargura de presos y de cariño de madres hacia sus hijos soldados de la antigua “mili” tendrían que contarnos. Quizá, por eso, los restos de aquella vieja Central telefónica están declarados Bien de Interés General, pese a hallarse todo derrumbado, allanado y en deplorable estado de abandono. Quizá de paso hubiera también que erigir allí un monumento a la incomprensión humana.
Y por mi parte les puedo asegurar que, entre las cuatro paredes de aquel antiguo cuartel, consumí lo mejor de mi juventud hasta que me licencié de la vieja “mili”. En él durante bastante tiempo acaricié profundas ilusiones y esperanzas, que luego con el tiempo fueron truncándose, pese a que luego al final, por otros derroteros resultaron ser bastante más prometedoras que las que yo mismo esperaba. Para darle mayor utilidad y provecho a mi dilatada estancia en el mismo, me inscribía en todos los cursos que se convocaban, de manera que allí cursé las especialidades técnicas de Radiotelegrafista, Operador Radio de Campaña, Teletipista, Celador de Líneas Permanentes y Jefe del Centro de Transmisiones, que bien que me vivieron luego algunas poder encontrar mi primer trabajo civil. Paralelamente, fui promocionándome a Cabo y Cabo Primero, previa superación de ambos cursos, en los que obtuve los números uno en cada una de mis dos modestos ascensos.
Cuando finalicé el primer curso de Radiotelegrafista, me destinaron en 1959 a una emisora radiotelegráfica instalada en Dar-Riffien, que entonces formaba todavía parte del Protectorado Español, pero que, en la actualidad, es de plena soberanía marroquí desde que las tropas del Protectorado se repatriaron a Ceuta. Como anécdota, recuerdo que aquel año ganó el Tour de Francia el ciclista y gran escalador Federico Martín Bahamontes, popularmente conocido como: “El Águila de Toledo”, que fue el primer español en adjudicarse tan importante prueba deportiva, consiguiendo también ganar el toledano en seis ocasiones el Gran Premio de la Montaña, categoría con la que también se alzó en el Giro de Italia (una vez) y en la Vuelta a España (dos veces). Aquello no era correr, sino volar por la carretera, y lo hacía con gran naturalidad, sin tener que levantarse del sillín ni hacer aparentes esfuerzos.
La emisora de radio con la que nos comunicábamos desde Dar-Riffien con la Comandancia General de Ceuta, la teníamos instalada, según se entraba al acuartelamiento de aquel destacamento del II Tercio de La Legión, en la 2ª planta de la primera torreta de la izquierda, de las dos que había, donde me destinaron en mi condición de Cabo jefe de Estación, teniendo bajo mi responsabilidad tres soldados radiotelegrafistas que se turnaban en los servicios con mí ayuda. A efectos funcionales, los cuatro de Transmisiones éramos autónomos, pero administrativamente, estábamos agregados a una Compañía de La Legión, de la que dependíamos sólo para recoger el pan que diariamente nos entregaba un Cabo furrier legionario muy amable que se llamaba Marcos, nacido en Málaga, que nos atendía maravillosamente bien y que me gustaría poder saber de él, si viviera. Las comidas legionarias, siempre eran abundante y de buena calidad, al tener entonces los legionarios mayor asignación económica para la manutención que el resto de la tropa normal. Nuestra misión era mantener el enlace diario de La Legión con la Comandancia General, durante las 24 horas del día.
Como Cabo responsable de las comunicaciones y novedades, me entendía directamente con el Teniente Coronel, 2º Jefe del Tercio, Alfonso Rodríguez Cullel, un catalán muy atento y campechano, que luego en la vida civil me lo encontré un día en un bar de Málaga y resulta que casi éramos vecinos; él ya era General de División y se alegró mucho de que le recordara la época de Dar-Riffien, porque decía que si lo había reconocido, sería porque él tanto no habría envejecido y todavía se sentía joven. Quedamos en vernos después e incluso nos intercambiamos los números de teléfonos, pero, lamentablemente, cuando intenté contactar con él, me informaron que hacía unos días que había fallecido en Barcelona.
Cuando estuve de radio en Dar-Riffien, todavía quedaban algunos legionarios - aunque ya quedaban pocos – que habían sido fundadores del Tercio junto a su fundador Millán-Astray en 1920, y otros que no lo fueron, habían estado en la Guerra Civil 1936-1939. Y, si todavía ahora La Legión sigue siendo una de las Unidades de élite más disciplinadas y distinguidas, entonces lo era aún mucho más, tanto en marcialidad como en disciplina férrea, valor, sufrimiento, resistencia, sacrificio, espíritu de combate, de marcha, maniobra, acometividad, fatiga, sacrificio, culto a la bandera y amor a la Patria, y de más valores castrenses y morales que la profesión militar impone y también enseña, siendo en ocasiones muy útiles en algunos aspectos de la vida civil, aunque sin llegar a desnaturalizar esta última.
Allí los jefes, desde el Cabo hasta los Oficiales, mandaban practicando siempre con el ejemplo; cada movimiento en orden cerrado o abierto, el primero que lo practicaba o lo explicaba a los inferiores era siempre el superior; todos desfilaban al unísono, con el pecho henchido, con la cabeza erguida y perfectamente alineados; ejecutaban las distintas acciones y movimientos con mucho garbo, diligencia, prontitud y exacto cumplimiento del deber; nadie tenía nada que objetar, ni reclamar, ni exigir; los inferiores saludaban a los superiores con la mayor destreza y energía; a los que luego estos últimos respondían siempre al saludo con la misma energía y marcialidad.
Yo diría que, la milicia, en general, era vista entonces a través de La Legión, a modo y manera de como Calderón de la Barca la ideó en sus versos: “(…) Que nadie espere que ser preferido pueda por la nobleza que hereda, sino por la que él adquiere; porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace y sin mirar cómo nace se mira cómo procede. Aquí la necesidad no es infamia, y si es honrado, pobre y desnudo un soldado tiene mayor calidad que el más galán y lucido; porque aquí a lo que sospecho, no adorna el vestido al pecho. Y sí, que el pecho adorna al vestido. Y así, de modestia llenos, tratando de ser lo más, a los más que viejos verás y de parecer lo menos. Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría; el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son, caudal de pobres soldados que, en buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados”.
A pesar de lo breve que fue mi estancia como agregado al Cuerpo legionario en Dar-Riffien, de verdad que mi paso por el mismo me dejó una huella tan marcada que, desde entonces, no tengo para con tan emblemático Cuerpo sino motivos de excelentes recuerdos, por la estupenda acogida y sobrados ejemplos de auténticos “caballeros legionarios” que me dieron. Más, después, tuve la suerte de que, tras haberme licenciado y pasar a la situación de ciudadano civil, previa la superación de hasta cuatro oposiciones que sucesivamente fui ganando, desde la categoría más baja del Grupo “C” hasta la más alta del Grupo “A1”, de un Cuerpo Superior en el Ministerio de Hacienda, en el que también fui designado para desempeñar puestos de trabajo de los niveles más altos, como Presidente de los Tribunales Económico-Administrativos de Ceuta y Melilla (simultáneamente), pues en Ceuta me permitió seguir conociendo La Legión en extensión y profundidad.
Y no cabe duda de que tan dilatada estancia mía en Ceuta durante 27 años, en las tres veces que voluntariamente quise ir destinado a ella, pues también me permitió identificarme con ella y tenerla en mucha admiración. Todo ello, me ha permitido conocer que La Legión es un emblemático Cuerpo de élite que ha prestado excelentes servicios a ella misma, habiéndose catapultado a quedar inserta, por sus propios méritos y valía, en la conciencia de la sociedad española y, muy especialmente, en Ceuta y Melilla, habida cuenta de los acendrados valores que representa. Pero La Legión también ha prestado los mejores servicios al Ejército y a España. Cuando en el Desastre de Annual, nada menos que 841 legionarios salieron a marchas forzadas de Ceuta para salvar Melílla. Y llegaron al grito, de: ¡Melillenses, los legionarios, y todos, venimos dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro!. ¡Viva España!. ¡Viva el rey. ¡Viva Melilla!. Y es que, La Legión, allí donde llega a o está levanta pasiones, a la vez que respaldo y seguridad. En Ceuta y Melilla, por eso forma perfecta simbiosis con el pueblo y su entorno, hasta el punto de que no se concebirían el uno sin el otro.
¿Cómo no iban a vibrar, a emocionarse o a ponérseles los bellos de punta viendo al Tercio de Alba, 2º de La Legión, con su Banda, Sección y Escuadra de gastadores, cuando va desfilando por las calles de Ceuta y entra en la emblemática Plaza de África desfilando a 160 pasos por minuto, lo mismo que si es a paso ligero o incluso lento, portando a hombros los legionarios a su Cristo de la Buena Muerte con tanta diligencia y marcialidad, lo mismo en la Semana Santa de Ceuta que cuando desfila por Málaga y los malagueños apiñados salen a esperar al barco que trae su santa imagen hasta el Puerto, para acompañarla hasta la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, Cristo de Mena?. Ese es un espectáculo inenarrable que levanta pasiones, hace atraer a las masas enfervorizadas, como cuando La Legión también va a desfilar a Madrid o a cualquier otro lugar, siendo siempre la preferida del público, que le sigue entre vítores y aplausos entusiasmados hasta que finaliza su recorrido, dicho sea, sin el más mínimo desmerecimiento a cualquier otro Cuerpo.
Me solidarizo y adhiero a La Legión y sus legionarios, con ocasión de celebrarse el 104 Aniversario de su fundación.
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