Es lo que parece que están haciendo en el Tarajal, escenario en el que un día vale una norma que, 24 horas después, se cambia por otra. Lo que hoy se clausura, mañana se abre; las vías de acceso se alteran a golpe de impacto para volver después a ser útiles. Sí, es vergonzoso, pero les funciona. Les funciona a ellos, a los que ordenan todo este desaguisado tomando a las personas como cobayas de laboratorio. Lo grave es que no se está tratando con animales, sino con una masa de hombres y mujeres difíciles de llevar porque tienden a no guardar colas (como bien escribió mi apreciado Olivencia) y están movidos por la miseria y necesidad de pasar bultos lo más rápido posible.
Todo es ilógico en el Tarajal. De entrada que se esté obligando a vigilantes de seguridad a hacer unas funciones que les superan. Están desbordados y se tienen que enfrentar a situaciones peligrosas y descontroladas. Pero a ellos nadie les defiende, no hay sindicato que clame por su situación, hasta el punto de verse solos ante avalanchas en las que no intervienen las fuerzas de seguridad hasta que reciben órdenes de la superioridad. Nadie logra entender este modo de actuar, salvo que se estén buscando presiones a costa de estas exposiciones gratuitas. Las negociaciones se ganan en los despachos no a base de jugar con fuego.
¿Si el ‘Tarajal II’ se cerró porque había peligro para la integridad de las personas... no lo hay ahora? ¿Si se dijo que no podía permanecer abierto hasta que se garantizara que nada podía ocurrir... está garantizado ahora? Porque cualquier persona con uso de razón que vea las imágenes de FAROTV difundidas ayer podrá comprender que no, que esa seguridad no está mantenida, que los riesgos campan a sus anchas por el polígono, que nada funciona por los cauces adecuados. Quien diga lo contrario miente. Hoy todo el entorno del Tarajal es un auténtico caos en el que impera el descontrol más absoluto, repetido día tras día, mientras las administraciones contemplan calladas tal amenaza.
Hay muchas cuestiones que poner encima de la mesa, irregularidades consentidas desde hace años y repetidas sin vergüenza alguna: dominio de plantos, consignas, viviendas patera, extorsiones y amenazas en un recinto en el que la falta de orden y del imperio de la ley es una auténtica amenaza que parece no importar a nadie, dejando en manos de la incertidumbre lo que allí pueda suceder. Da miedo. Cada día que pasa más.