Varios integrantes de asociaciones que trabajan en Marruecos vieron ayer imposibilitada su labor humanitaria en los montes. Pretendían repartir comida, mantas y medicamentos a los inmigrantes que han transformado sus vidas en una continua escapada, que viven en condiciones inhumanas, que son víctimas de un mundo completamente destrozado. Se cargaron de mantas, de alimentos y de medicinas. Acudían voluntarios y seis médicos para reconocer el estado de estos jóvenes, pensando que iban a poder trabajar sin presión. No fue así. Las fuerzas de seguridad marroquíes acudieron al monte, les impidieron la entrega de alimentos, también que los médicos pudieran trabajar y, lo que es aún peor, persiguieron a los que portaban algo. Ante situaciones así, ocurridas a unos kilómetros de nuestras casas, al otro lado de la valla, en donde se corre un velo que invisibiliza todo lo que allí sucede, una se pregunta si el ser humano puede ser aún más malo, si cabe todavía espacio mayor al imperio del mal por el mal, si podemos vivir tranquilos aceptando lo que está ocurriendo. ¿Qué hay de malo en atender al pobre, al que tiene hambre, al que está enfermo, al que pide calor?, ¿nos creemos superiores a los clasificados como inmigrantes?, ¿qué corazón puede tener aquel que roba al pobre, aquel que lo persigue, aquel que le arrebata lo poco que posee?, ¿somos humanos, somos monstruos, qué pasa en esta sociedad, qué está sucediendo en esta frontera sur?
Cada vez entiendo menos este mundo, cada vez intento aislarme con mayor fuerza de esas voces que justifican lo injustificable, cada vez me entristezco más en la soledad de mis pensamientos intentando explicar cómo es posible que sigamos desarrollando la capacidad del mal, que lleguemos a aceptar como normal lo que está ocurriendo.
Los voluntarios que trabajan en Marruecos no querían nada más que atender al necesitado, ayudar al que está muriéndose de hambre, de enfermedad, de frío y de miedo dedicando su vida al eterno ocultamiento, a la huida permanente. Se toparon con unas fuerzas de seguridad que se interpusieron entre médicos y pacientes, que irrumpieron por la fuerza y que llegaron a perseguir a los inmigrantes que escapaban con las ayudas recibidas con tal de arrebatárselas, de quitarle lo recibido. No puede haber corazón que acepte esto, ni ser humano que califique de normales estas actitudes. El mundo se nos va, se nos va de las manos vencido ante el imperio de la maldad y de la fuerza. Contra él que tenemos que trabajar para que no gane la batalla.