No entiendo a los sindicatos, en este caso a la Unión General de Trabajadores. Vaya pollo que le están montando al consejero de Gobernación, Jacob Hachuel. No lo entiendo. O ésto obedece a una campaña perfectamente orquestada que al final, como casi siempre, el que se beneficia es el mismo o lo cierto es que aquí los policías locales son de primera división y los bomberos, de segunda. Desde el pasado 25 de diciembre hasta el 6 de enero, los bomberos sufrieron un total de 10 emboscadas o apedreamientos, como ustedes prefieran. Y el momento más caliente estuvo en la semana entre Año Nuevo y Reyes, donde los apedreamientos fueron diarios. A lo mejor, como nos encontrábamos en las vacaciones de Navidad, resulta que no hubo ni un solo sindicato que enviara un comunicado, aunque fuera condenando los hechos y apoyando a los profesionales de este Cuerpo. Las hemerotecas son las únicas que no mienten, pasen y compruébenlo. El primer comunicado de UGT no llegó hasta la jornada del domingo día 8, quizás porque ya estábamos en puerta de reintegrarse algunos a la labor diaria tras quince días de vacaciones. Ahora, de pronto, el pasado domingo se produce otro altercado, en esta ocasión, los apedreados son agentes de la Policía Local y se monta la mundial. Se pide la dimisión del consejero, se rehusa participar en una reunión que había convocado el responsable de Gobernación y el viernes se convoca una concentración ante la puerta del Palacio autonómico. Es lo que digo, o los policías son de primera división y los bomberos de segunda o es que da igual lo que suceda en vacaciones, porque aquí no montamos el pollo, no salimos en defensa de los profesionales del Cuerpo, no montamos concentraciones, porque estamos de vacaciones de Navidad y cerramos el chiringuito del sindicato. Una de las dos razones es la buena, porque de otra manera no lo entiendo.
De esa manera es cuando se producen esas deserciciones de los trabajadores en relación con las centrales sindicales que siguen teniendo las más bajas afiliaciones de la historia democrática de nuestro país. Está claro que al igual que los partidos políticos, las centrales sindicales necesitan no solamente renovarse, sino pasar por la centrifugadora, pero de verdad.