Acusar por acusar. Sin pruebas. Únicamente con un propósito que solo algunos conocen. El repunte de determinados sucesos ha provocado otro repunte paralelo: el de las acusaciones gratuitas dirigidas siempre al mismo colectivo lo que no hacen sino derivar a un discurso de marcado tono extremo y radical. Nadie pregunta la causa o el origen de un suceso, no se hace porque realmente no interesa. Se pretende imponer el odio y la crítica hacia los otros aunque para ello se tenga que mentir, se tengan que difundir informaciones inciertas, se tenga que exagerar todo lo que tenga que ver con determinadas personas, sobre todo si éstas son inmigrantes. Las redes sociales dan cabida a cualquier pensamiento, llegará un momento (y confío en que sea pronto) en el que empiecen a imponerse determinados filtros, porque no todo vale. Facebook no puede vetar una fotografía de una madre dando el pecho a su hijo mientras deja la difusión de comentarios que, además de inciertos, atacan siempre a los mismos colectivos, a los que se les erige en causantes de todos los males. Los resultados que ahora vemos llevan años gestándose. No crean que la sinrazón y el odio al que asistimos ha aparecido de la noche a la mañana. Durante muchos años las propias instituciones se han encargado de alimentar esos mensajes sin cortarlos por lo sano.
Tengan en cuenta que nada surge por casualidad. Todo tiene una explicación. Más aún cuando son siempre los mismos mensajes los que pretenden imponerse hasta el punto de romper la ciudad, dividirla y enfrentarla, moviendo opiniones con argumentos que son falsos amparados en el poder de las redes sociales. No se empeñen ustedes en desmontar las mentiras porque su voz quedará ahogada entre un cúmulo de mentiras y de ciudadanos que optan por creer en ellas sin tan siquiera pararse a pensar si le están engañando. Es como si no importara.
No me gusta la protesta basada en argumentos falsos, no quiero mensajes de odio al diferente, no quiero montajes en forma de vídeo que toman a los ciudadanos por tontos haciendo ver a los inmigrantes, adultos o menores, como culpables de todo. Los delincuentes lo son, sin mirar orígenes ni nacionalidades. Pero durante mucho tiempo ha habido quien se ha empeñado en calar unos prejuicios que ahora ahogan a la ciudadanía aprovechando el actual momento de debilidad. Solo hay una receta ante tanto mal: piense. Hágalo por sí mismo. Después, ya, actúe.