Quizás haya sido un error de la propia comunicación a los medios por parte de la Agencia Tributaria. Cuando el martes por la tarde se recibió en esta redacción la convocatoria para la visita del barco de la AEAT, Fulmar, a nuestro puerto, varios nos miramos extrañados, porque resulta que no hace mucho, estaba todavía en el puesto nuestro añorado Francisco Antonio González Pérez como máximo representante del Gobierno de España en Ceuta, este mismo barco ya hizo escala y además con el mismo objetivo. No es normal que se nos quiera vender la presentación de un barco que ya ha estado atracado en el mismo lugar. En todo caso, se debería haber explicado que se trataba de aprovechar esta visita para que por parte de la propia Agencia Tributaria se hiciera un balance de las actividades del Servicio de Vigilancia Aduanera contra la delincuencia organizada que, al final, fue lo que se hizo.
Un hecho de estas características me recuerda en los tiempos de comienzos de la década de los 90, cuando comenzó a proyectarse las obras del nuevo Hospital Universitario de Ceuta, que sería una realidad una década después, pero donde hubo varios ministros que terminaron poniendo la misma primera piedra.
Valga el ejemplo para que sea más certero a la hora de intentar explicar a los ceutíes cuál era el papel que tenía el Fulmar en esta visita a Ceuta, porque, en definitiva, de los protagonistas principales que allí acudieron en la jornada de ayer, tanto Vivas como Torrado ya habían sido actores principales durante la anterior atraque. El único nuevo era el actual delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull.
De todas maneras, quiero aprovechar esta escala para realzar la labor que el Servicio de Vigilancia Aduanera presta en la lucha contra todas las fórmulas de tráficos ilícitos en la zona de influencia de nuestra ciudad, donde el propio Estrecho de Gibraltar suele ser uno de sus hogares principales.
Una labor abnegada y, en ocasiones, hasta vilipendiada como les ha sucedido a los componentes de una de sus patrulleras recientemente. Parecía más bien que quienes habían infringido la ley era los funcionarios que habían estado persiguiendo a varias lanchas de narcos y los santos varones, los tripulantes de la embarcación que intentaba por todos los medios estorbar el normal desarrollo de la navegación de la planeadora del Servicio de Vigilancia Aduanera. Y es que, en ocasiones, el mundo parece que lo hemos construído al revés.